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Hace más de 30 años que Carafiello se desempeña como peluquero.
RECONOCIDO PELUQUERO DE NUESTRO MEDIO

Marcelo Carafiello: “Uno es un artesano que está permanentemente creando”

Con un apellido de fuerte arraigo en la profesión en Junín, se formó con Claudio Carrafiello, fue parte de “Los Carras” y desde hace más de veinte años tiene su propio salón de corte, peinado, colorimetría y spa.

Cuando Marcelo Carafiello se vino a Junín, a principio de los 80, no tenía ninguna intención de trabajar como peluquero. Para ese entonces, ya se había criado en Bunge –una pequeña localidad del partido de General Villegas–; ya se había ido a Buenos Aires con solo 16 años a probar suerte con el fútbol, pero no quedó ni en Deportivo Español ni en Independiente, donde estuvo entrenando; ya se había vuelto a Bunge para terminar el secundario; y llegaba a nuestra ciudad con el deseo de hacer el profesorado de Matemáticas.

Cuando yo empecé, el peluquero tenía un sillón y una tijera. Marcelo Carafiello. Peluquero.

Luego se amplió mucho el espectro y las posibilidades de crear. Marcelo Carafiello. Peluquero.

Pero acá estaban instalados sus primos Claudio y Gaby Carrafiello. Y fue viendo a Claudio como se enganchó con la peluquería. Según dice, le gustaba “su meticulosidad y cómo cuidaba los detalles”. Y su primo fue, también, el que le enseñó los primeros rudimentos del oficio.

Primeros pasos
Entusiasmado con la posibilidad de desarrollarse en la profesión, Marcelo empezó con los cursos en la Unión de Peinadores de la República Argentina (UPA), Asociación Patronos Peinadores y Afines (Appya), y Federación Argentina de Peinadores y Afines (Fapia). Allí se formó en corte masculino y corte y peinado femenino. Más tarde se capacitó en colorimetría en diferentes laboratorios.
A mediados de los 80 ya trabajaba fijo en el salón de Claudio Carrafiello, que también compartía con su otro primo, Gaby, con Jorge Romero y con Sergio Adolfo. El lugar les quedó chico por lo que decidieron abrir un local en el centro. “Fue una movida muy interesante”, dice Marcelo, y cuenta que al poco tiempo cambió el nombre a “Los Carras”.
“En ese momento teníamos una clientela muy joven, todo el mundo quería cortarse el pelo ahí”, recuerda.

Su propio camino
Estuvieron unos cuantos años juntos, hasta que cada uno siguió su camino. Marcelo abrió su peluquería en Rivadavia casi Siria, “porque me interesaba el potencial como centro comercial que tenía Rivadavia de este lado de la vía”.
Por aquellos años hacía corte masculino, femenino e infantil. De esta última especialidad no había muchos que la hicieran. “Puse un salón completo, donde estuve tres años”, comenta, hasta que abrió el local que tiene ahora, en Rivadavia 1020.
“Acá empecé con corte y armé un salón con juegos infantiles –explica– lo que me permitió captar a los chicos. Lo tuve durante varios años, hasta que lo saqué porque me costaba conseguir quien me acompañara en eso. Hay peluqueros a los que no les interesa atender chicos. Lo de los juegos para mí fue un sueño cumplido, porque era algo que siempre me interesó”.

Siempre estuvo el hombre prolijo, pero ahora los chicos ven cosas nuevas y las piden. El 80 por ciento viene con la foto del corte que se quiere hacer.

También tuvo desde el comienzo un sector de damas que incluía cortes, peinado y color. Más adelante sumó a su staff a una mujer para que hiciera colorimetría y otra para hacer maquillaje, que son servicios que sigue manteniendo.
Doce años atrás volvió a trabajar junto con Jorge Romero, con quien comparte el salón.
Finalmente, hace dos años sumó un sector de spa dentro de su salón, que ofrece servicios de estética corporal, masajes reductores y relajantes, depilación española tradicional y definitiva y otros como maquillaje, uñas, esmalte semipermanente, extensiones, pestañas y demás.

El oficio
Hace más de treinta años, en definitiva, que Carafiello que se dedica a este oficio que, con el paso tiempo, tuvo sus cambios.
“Actualmente tenemos que estar atentos”, afirma, para luego profundizar: “Siempre estuvo el hombre prolijo, clásico, pero ahora los chicos ven cosas nuevas y las quieren. Antes los padres llevaban a los hijos a la peluquería y los pibes ni querían ir, hoy eso cambió, los chicos ven en la tele, en Instagram, a los jugadores de fútbol que marcan tendencia todos los años, entonces hay que seguir eso. El 80 por ciento de los jóvenes viene con la foto del corte que se quiere hacer”.
Según dice, en nuestra ciudad “hay muy buenos profesionales” de la peluquería, y también observa “una buena camada de barberos que van por buen camino”.
Es que, lejos de perderse, este oficio fue creciendo y, con el tiempo, se fueron adaptando e incorporando técnicas y herramientas novedosas: “Cuando yo empecé, el peluquero era un tipo con un sillón, una tijera y no mucho más. Con el tiempo hubo otra apertura de cosas nuevas que fue haciendo mejorar y profesionalizar cada vez más el oficio. Amplió mucho el espectro y las posibilidades de crear”.
Y si de posibilidades se trata, Carafiello no se anima a decir que lo suyo es un arte, aunque sí tiene un componente creativo importante: “Lo que uno hace es muy artesanal y depende del momento en que lo hace. No voy a decir que soy un artista, pero uno es un artesano que está permanentemente creando. A veces la gente se queja de que el peluquero no le hizo el mismo corte que la vez anterior, pero eso no es porque no me salga, sino que hay tantos cortes como cabezas. Y, además, depende de lo que se hace en el momento, el artesano que talla una madera no hace siempre lo mismo, y aunque el modelo sea el mismo, siempre va a estar la mano de ese día”.

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