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Pablo Rodríguez, en África.
DE MORSE A ÁFRICA

La experiencia en África de un voluntario de Grupo Solidario Don Ito

Pablo Rodríguez es el segundo de cuatro hermanos. Tiene 24 años de edad y hace alrededor de 6 que está dedicado al voluntariado y estudia la carrera de Trabajo Social.

Pablo Rodríguez es el segundo de cuatro hermanos. Tiene 24 años de edad y hace alrededor de 6 que está dedicado al voluntariado y estudia la carrera de Trabajo Social, cursando tercer año. 
Si bien actualmente vive en la ciudad de Junín, su familia es oriunda de Morse, pueblo donde se crió y quisiera volver a vivir.
“Desde chico aprendí que todo se consigue con dedicación, perseverancia y mucho trabajo. Mi familia atravesó momentos muy duros, más en el 2001, recuerdo que allí empezó mi contacto con los comedores, mi vieja laburaba en uno, en Barrio Norte de Junín, y mis hermanos y yo comíamos ahí, la situación era difícil. Fuimos progresando y hoy puedo yo ayudar a los comedores, a través de nuestro grupo”, dijo en diálogo con Democracia.
El mismo se presenta como voluntario y uno de los fundadores de la organización solidaria y social Grupo solidario “Don Ito”, primer grupo organizado de jóvenes voluntarios de la localidad de Morse, partido de Junín. 
“Estoy orgulloso del equipo de trabajo que hemos construido. Es una felicidad enorme poder laburar con los pibes, muchos conocidos de casi toda la vida, y otros amigos del ahora”, dijo.

Mozambique, África
“Pisar suelo africano fue raro, era uno de mis sueños de chico, nunca pensé que se fuera a dar tan pronto, para ser sincero, ya había perdido la posibilidad de ir. Pero el voluntariado y la solidaridad tienen estas cosas, y te llevan a encontrarte con personas que te incluyen, te invitan y te hacen parte de sus proyectos. Debo agradecerles a los chicos de Jaymay Enfermería en Acción Solidaria. Ellos fueron los creadores de este viaje, ellos son héroes de nuestro país; ellos tuvieron la humildad de invitarme y se los agradeceré por siempre”, dijo Pablo.
En entrevistado cuenta que llegó a Mozambique el 5 de marzo a la ciudad de Maputo (Capital). “Era cerca del mediodía, y de ahí emprendimos un viaje de casi ocho horas en camión para llegar a la aldea en la cual pase 20 días”, dijo.
Según lo relatado por Pablo, trabajó en el Hospital de Zavala, donde el director lo sumó al equipo de trabajo, concretamente en el Programa de Apoyo a Personas con VIH. “Realizamos test de VIH, y luego los derivábamos a los diferentes tratamientos ambulatorios que tenía en Hospital. Las cifras de casos de VIH son alarmantes en esta zona, de 10 test diarios, la mitad eran positivos”, apuntó.
Otras de las tareas que realizó junto a los profesionales, fue participar en la creación de Comités Comunitarios contra la Violencia de Género. 
“Con este mismo equipo realizamos numerosas recorridas por diferentes instituciones de variados distritos. Pude visitar la cárcel e incluso entré a la celda. Debo admitir que no sabía si entrar o no, me sentía un intruso, pero entré y me saludaron muy bien. Las condiciones del lugar eran terribles, inhumanas, y lo peor que muchos de los que allí estaban solo habían robado para comer, quizás una gallina, o algo en el mercado, o combustible… mínimo comparado con lo que pasa en nuestro país. Ahí mi mensaje solo fueron dos palabras: mucha fuerza. Ellos, solo asintieron”.
“A esa tarea que está vinculada con mi carrera profesional, hay que sumarle las actividades permanentes que realizamos en la aldea, desde participar de juegos de fútbol, dibujo, baile y canto, hasta la entrega de donaciones”, acotó.
“Hoy, cuando ha transcurrido más un mes de mi regreso, me recuerdo sentado sobre una piedra que había en el medio de la aldea. Muchas noches lloré allí, me dolía el dolor de ellos, me dolía haberme dado cuenta la hipocresía con la que vivimos en nuestra sociedad, me dolía saber que formo parte de un grupo de humanos que desperdiciamos el agua y otros recursos, que peleamos por pavadas. Me duele ser parte de una sociedad que solo es para unos pocos, una sociedad egoísta y excluyente”, manifestó.
A Pablo Rodríguez el viaje a África le sirvió para reafirmar su pasión por el voluntariado y acompañar a los que “la pasan mal”. “Los jóvenes debemos ser los que iniciemos con el derrumbe de los estereotipos y la exclusión social”, afirmó.
“Me enamoré de África, muy pronto regresaré y allá me estarán esperando. No tengo que llevar cosas materiales para que me reciban, solo abrazos y ganas de construir un mundo mejor. Pero también sé que en nuestro país hay mucho por construir y mejorar, por eso día a día seguimos trabajando desde Don Ito el empoderamiento de los barrios populares”, concluyó.

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