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OPINIÓN

Tránsito: los únicos garantes deben ser los conductores

Se necesita mucho más que una charla sobre temas viales para formar mejores conductores y prevenir accidentes. Por eso, no habrá esquinas seguras en Junín, mientras no sean responsables los conductores. Los únicos garantes del tránsito deben ser los conductores. Y no me refiero solo a los conductores de automóviles, sino también a los de motos, bicicletas.
Asistimos desde hace varios años a lo que podemos llamar una pandemia provocada por el tránsito, que genera muertes, discapacidades graves y otras tantas consecuencias, y que tiene su origen en la movilidad urbana. Desde hace muchos años, cuando los actores de la vía pública se fueron incrementando con el desarrollo industrial, la llegada de nuevos vehículos como las motos y bicicletas eléctricas, el masivo crecimiento del parque automotor, sin duda alguna trajo aparejado lo que se denomina “efectos no deseados de la movilidad”.

Los accidentes 
Para comenzar diría que es parte del sentido común de los argentinos no respetar las normas ni obedecer las leyes o a las autoridades en cualquier nivel social e institucional. Esto es aceptado como algo inherente al ser humano ya que somos trasgresores por naturaleza, o como parte de nuestra cultura, como el mate o el dulce de leche, y se torna problemático cuando a consecuencia del incumplimiento de las reglas se pone en riesgo la seguridad vial y la calidad de vida de la sociedad
Sin duda alguna, la impericia de los conductores es la que genera, en su gran mayoría, los accidentes viales, y no tanto el azar o el destino trágico como suele decirse. 
Manejamos muy rápido, nos cruzamos de carril como quien gesticula, competimos a ver quién llega antes a un lugar libre en la calle, nos quedamos varados en el mundo imaginario de la charla por celular mientras circulamos. Parece que no percibimos al otro como nuestro prójimo, creyendo que los transeúntes no son personas, sino objetos.
Sin duda que estos comportamientos contienen una profunda complejidad antropológica, que termina expresándose cuando podemos caminar o manejarnos en la vía pública pensando que las normas viales son, en realidad, siempre para el otro y no para mí, y “manejamos como vivimos”.
Las violaciones de las normas generan, en un nivel macro, un efecto de desorganización masiva que crea las condiciones para el accidente.
Este comportamiento no surge de la nada, sino de condiciones históricas, económicas y políticas concretas que a lo largo del tiempo se condensan en modelos de comportamientos y valores, que en este caso no tienen nada que ver con las normas y leyes que aprendemos cuando damos examen para obtener la licencia de conducir. Si bien esta realidad rebelde a las leyes es parte de la experiencia histórica argentina, no podemos seguir dormidos y dejar que todo siga así. El Estado es el mayor responsable de promover y mantener el sistema legal. Debe implementar políticas públicas basadas en la realidad y no importar modelos enlatados que nunca dieron resultados.
Hay que implementar proyectos de educación vial obligatorios en las escuelas, como lo expresa la Ley nacional de tránsito 24.449 y la provincial 13.927, implementar campañas públicas realistas y contundentes sobre la necesidad de mejorar la conducta vial.
En fin, hay muchas formas posibles de protocolos, pero todos deben implementarse teniendo en cuenta la complejidad cultural del fenómeno vial, y tratar de reducir al mínimo el error del factor humano (conductores y peatones), y eso solo se logra con educación, paciencia, y ejemplo.


(*) Presidente del Partido Fe de Junín. Estudiante avanzado de la Licenciatura en Prevención Vial y Transporte.

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