javier mattioli
Javier Mattioli, actor y director teatral.
FUNDADOR DE DADÁ

Javier Mattioli: “Me descubrí como artista cuando volví a Junín”

Tras la reinauguración del club de arte, su director dialogó con Democracia acerca de sus nuevos horizontes personales y profesionales, los proyectos pendientes, y el mundo de la cultura local. Un artista de carrera nacido en Junín y reconocido a nivel nacional.

Es director de teatro, actor y profesor. Inició su carrera profesional en la Gran Ciudad, pero decidió volver a sus raíces para emprender nuevos proyectos y escribir sus propias obras. Hizo temporadas en Mar del Plata y ganó una Estrella de Mar.

Actualmente, viaja por el país y el mundo con sus producciones, a la par que dirige el club de arte Dadá, que fundó hace 8 años y reinauguró días atrás, con nuevas propuestas y gran convocatoria.

Javier Mattioli es un apasionado por el arte en todas sus formas. Entre la enseñanza, el tras bambalinas y la puesta en escena, dedica gran parte de su tiempo a su ambición personal, impulsar el potencial de los talentos locales y acercarlos a los vecinos de Junín y la zona.

En diálogo con Democracia el artista recordó sus inicios y habló de sus proyectos y realizaciones, las metas por cumplir, y lo mucho que resta hacer en el mundo de la cultura local. Un panorama del arte alternativo, en primera persona.

Primeros pasos

A partir de talleres en la escuela y cursos extracurriculares en el secundario, Mattioli se acercó al arte desde chico, mucho antes de que se convirtiera en su pasión y medio de vida. “Arranqué por curiosidad”, señaló el artista, agradecido por haber tomado dicha decisión.

Finalizada su educación obligatoria, ya con sus intereses más definidos, se instaló en Mar del Plata para estudiar Ciencias Políticas, mientras cursaba de forma semipresencial el profesorado de teatro en la Unicen, ubicada en Tandil.

Un seminario de Pepe Cibrián, allí en Mar del Plata, le abrió una puerta en su carrera. “Él me vio y me eligió para ir a su escuela en Buenos Aires”, explicó Mattioli, que no esperaba en absoluto dicho giro en su historia personal. “No sabía ni siquiera quién era Pepe Cibrián, pero me interesó la propuesta y me fui”, afirmó.

Es así como, sin dudarlo demasiado, Mattioli viajó a Capital Federal en busca de lo que parecía una buena oportunidad. “No pienso mucho para tomar decisiones”, destacó, al recordarlo.

En la gran ciudad, fue Santiago Doria su primer maestro, con quien trabajó “haciendo asistencias de dirección en el Teatro Larreta”, mientras estudiaba dirección de teatro en lo que hoy se conoce como la Universidad Nacional de Arte (UNA).

Del banco al teatro

“En el Teatro San Martín me formé con grandes profesores”, recordó el artista, que, 8 años más tarde de desembarcar en la Capital, volvió a su tierra natal, en busca de proyectos propios. “Me volví a Junín y todos pensaban que estaba loco”, afirmó. Sin embargo, en su cabeza el objetivo era claro, y sabía perfectamente que requería de tiempo, del cual no disponía.

“Yo tenía muy decidido que quería actuar, pero la vorágine del día a día en Buenos Aires no me lo permitía”, agregó.

Nuevamente en su tierra natal, Mattioli tuvo la oportunidad de proyectar y allanar su camino. “Creo que me descubrí cuando volví a Junín”, afirmó, y detalló que “fue muy difícil tomar esa decisión”.

Asimismo, destacó que se trató de “asumir riesgos” y realizar “una apuesta arriesgada” a su carrera artística, puesto que contaba con un empleo formal, y perseguir su ambición parecía lejano. “Cuando largué todo trabajaba en un banco y ganaba bien”, explicó.

Sin embargo, sus decisiones también tuvieron consecuencias negativas. Es que, según detalló, “era muy estudioso”, y obtenía buenos resultados académicos, por lo que no fue bien recibido por todos su migración hacia el mundo del arte. “Mi papá quería que yo siguiese con mi carrera universitaria y me recibiera”, afirmó.

A pesar de ello, Mattioli no dejó de formarse, y al volver a la ciudad realizó el profesorado de arte y una tecnicatura en cerámica, lo que significó “ampliar el horizonte artístico”, y generar “nuevas herramientas” para su perfil profesional.

Madurez

Con “Analizate”, su primer unipersonal, viajó a la costa junto a Adriana Lavié, “allá por el año 2008”, y fue precisamente el que le otorgó dos nominaciones al Premio Estrella de Mar, “como mejor unipersonal y como revelación masculina”. Fue este último el que ganó Javier.

“Eso me reivindicó y me hizo entender que estaba bien lo que estaba haciendo”, señaló.

Paralelamente, su obra fue presentada en Junín, y despertó interés rápidamente. Tal es así que, días más tarde y a pedido del público, Javier inauguró su taller de teatro, que “lleva 14 años funcionando en la ciudad”.

Su carrera artística daba frutos, y fue entonces cuando comenzó a producir, viajar con sus obras y participar de festivales. Con “Intereses cuidados”, otro unipersonal, viajó a Cuba 2 veces, y en Mar del Plata también presentó “Locos de contento”, una obra que “estuvo nominada como mejor comedia y perdió con Antonio Gasalla”.

“Estábamos con los pesos pesados, los referentes a nivel nacional”, afirmó Javier.

Dadá, su proyecto

Su taller de alumnos era numeroso, producían obras y trabajan de forma continua, pero no contaban con un lugar para mostrar sus trabajos. “Ahí decidí abrir mi propio teatro”, afirmó Mattioli.

Es indudable que su proyecto inicial creció a pasos agigantados. Lo que, inicialmente, fue pensado como un espacio para ensayar y mostrar los trabajos realizados, se convirtió rápidamente en el habitué de muchos vecinos de la ciudad y la zona. “Eso se debe al acompañamiento de la gente”, expresó Mattioli. 

Asistir al teatro no ha pasado de moda, y en los últimos años ha adquirido un renovado impulso, sobre todo en las grandes ciudades.

Es precisamente esa costumbre la que Javier quiere importar. “Buscamos acostumbrar a la gente a ir al teatro, queremos que sea un ritual”, afirmó.

Por su parte, la oferta es atractiva y, semana a semana, se diversifica para atraer al público y hacerlo partícipe de la experiencia. Al respecto, Mattioli destacó que “los espectáculos son de calidad”, en los que participan artistas “de todo el país”.

Un club

Es así como, entre reformas y nuevos proyectos y propuestas, el club de arte Dadá lleva 8 años en funcionamiento. Recientemente, reabrió sus puertas en una nueva dirección, Winter 78, con un evento multitudinario, y Mattioli destacó que “es una apuesta muy grande”, puesto que, entre los cambios realizados, se triplicó la cantidad de butacas.

Sin embargo, detalló que Dadá  “es más que una sala de teatro y tiene muchas actividades extra” que no se reducen a lo puramente actoral. En dicho sentido, en el edificio también se brindan “clases de yoga, baile, y cursos de literatura”, y se apunta a “generar fidelidad” hacia el club, a través de beneficios exclusivos para sus socios. Por su parte, de forma periódica, también “se realizan festivales, muestras de arte y se dictan seminarios”. 

Al hablar de Dadá, el actor y director se mostró orgulloso por el camino recorrido. “Cuando le digo a mis colegas de Buenos Aires que tengo un teatro no lo pueden creer”, agregó.

Un motor local

Son muchos los artistas locales  que tienen potencial y que, una vez graduados, no encuentran fácilmente el modo de insertarse en el campo y mostrar su potencial. “Dadá nuclea a esos artistas jóvenes y también funciona como trampolín para despegar”, explicó su fundador.

A su vez, recordó las ferias que solían organizar años atrás, cuya temática era el diseño y donde asistían emprendedores que trabajaban en la materia. Al respecto, afirmó que “eran muy exitosas”, y destacó que “muchos de esos feriantes hoy tienen un local en Junín”.

Otorgar entidad al campo artístico es un aspecto que Javier considera que debe impulsarse. “No somos conscientes de la potencia que tiene la cultura”, destacó, y afirmó que “un espacio cultural tiene un impacto enorme”, porque acerca a los vecinos productos que no ven a diario.

En dicho sentido, el artista expresó que “muchos vecinos vieron por primera vez una obra de teatro gracias a esto”, lo que le da “mucha felicidad”, porque significa “revalorar a esa persona y hacerla partícipe desde otro lugar”.

Actualmente, muchos habitantes de la zona asisten a las obras locales, y Mattioli destacó que proyectan invitar a las escuelas a asistir, como modo de acercar el arte escénico a los más pequeños. “Estos son los ideales de Dadá, que potencia a los artistas y la ciudad”, afirmó.

Hace muchos años que Javier trabaja incansablemente en el mundo del arte local, pero lamentó que “todavía no hay una visión clara de la importancia de la cultura”, lo que juzga crucial para la ciudad. “Nos siguen viendo como bichos raros y bohemios”, agregó, y llamó a “considerar a la cultura como una industria que genera trabajo y funciona como motor económico”.

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