Como peluquera, Isabel Guzzo se formó con representantes de grandes marcas internacionales e hizo cursos en Europa.
Como peluquera, Isabel Guzzo se formó con representantes de grandes marcas internacionales e hizo cursos en Europa.
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Isabel Guzzo: “La peluquería es mi lugar en el mundo”

Está cumpliendo 65 años en el rubro. Arrancó a los 14 y forjó una gran trayectoria haciendo peinados, tinturas, cortes y tratamientos de rejuvenecimiento capilar para varias generaciones. Cree que más que un oficio es un arte.

Isabel Guzzo empezó a trabajar siendo muy chica. Después de haber hecho la primaria en las escuelas N°24 y en la N°2, ingresó en una tejeduría, donde hacía pulóveres a máquina. Cuando esta fábrica cerró, se inclinó por la peluquería.
Todo había empezado casi como un juego: los fines de semana, entre las amigas se arreglaban el cabello unas a otras para salir, a Isabel las peinaba a todas, porque era algo que le gustaba. “En ese momento ni pensaba que iba a ser una salida laboral, pero cuando cerró la fábrica, me compré un secador de pie y le dije a mis amigas ‘chicas, ahora algo les voy a cobrar, aunque sea para el café’”, cuenta entre risas. Y así comenzó.
“De a poco, empezó a venir una tía, una prima, otra conocida, y cuando quise acordar ya tenía una clientela”, agrega.

“A mí la peluquería me dio todo, todo, todo”.

Su peluquería
En ese entonces, solamente sabía peinar, así que decidió capacitarse. “Yo ya tenía mi clientela cuando fui a estudiar”, dice. Empezó con Ennio, un peluquero italiano que había venido a Junín. A partir de ahí, su formación fue continua: hizo numerosos cursos y seminarios en Rosario y Buenos Aires de L’Oreal, Wella, Helene Curtis y muchos de ellos en las casas centrales de estas empresas multinacionales.
Empezó con su peluquería en su casa, ubicada en Sarmiento y 25 de Mayo, y de a poco se fue ampliando e incorporando herramientas.
El boca en boca hizo el resto y se fueron sumando más clientas.
“Con el tiempo -recuerda- empezaron a venir las secciones de arte de L’Oreal a Junín, recuerdo que en una oportunidad éramos unos 200 peluqueros de toda la zona, en Comercio e Industria, y ahí me vieron con mucha energía y me invitaron a viajar a Europa para seguir mi formación”.
En 1983 se mudó a Quintana 175, donde aún tiene su peluquería. El cambio no fue sencillo porque, al principio, “tambaleó un poco la clientela”. Sin embargo, eso luego se estabilizó y, poco a poco, se fueron incorporando más público nuevo.

Su oficio
Isabel lleva 65 años como peluquera. “Yo soy clásica, una ve que abren lugares con un poco más de ‘pantalla’ la gente va y prueba, pero en muchos casos vuelven”, cuenta.
Por su peluquería pasaron generaciones de juninenses, gente a la que empezó atendiendo hace muchos años, y después siguieron sus hijas, sus nietas y hasta sus bisnietas.
Porque la suya siempre fue, esencialmente, una peluquería para damas, en la que hace cortes, color, peinados y tratamientos de recuperación capilar, que, según dice, dan muy buenos resultados: “A base de nutrición y masajes se activan los poros y el cabello sale y se fortalece”.
Para Guzzo, esta carrera implica un aprendizaje permanente, “aunque lo que va cambiando son los productos, las técnicas son las mismas: una ondulación, una permanente o un alisado se hace de la misma manera”.
Pero también es clave el asesoramiento, ya que, por su conocimiento y tu experiencia, sabe qué corte o peinado le queda mejor a una persona por su tipo de pelo, su cara, sus formas, sus facciones: “Cuando me piden algo y yo creo que no le va a quedar bien, o que le quedaría mejor otra cosa, se los digo. Después, es la clienta la que elige. Pero en general aceptan mis sugerencias”.

“Esto que hago es lo mío, no concibo hacer otra cosa”.

Balance
Isabel se muestra conforme con la vida que lleva en la peluquería. “Mis clientas son mis amigas”, asevera, para luego ampliar: “Con todas, inclusive con las más jóvenes, hay una relación muy linda, nos contamos cosas, y lo importante acá es la discreción. Mi peluquería siempre se destacó en eso, si yo veía alguna que estaba chusmeando les decía que los chismes acá no, en otro lado”.
Y así es como todavía mantiene algunas clientas de sus primeros años.
Es que para Guzzo, lo suyo es más que un oficio. “Yo pienso que la peluquería es un arte, uno nace con un arte en las manos”, sentencia.
Y más allá de sus conocimientos y experiencia, afirma que nunca le interesó tener una academia, como han hecho otros colegas: “Yo disfruto estar acá, con mis clientes. Los días de lluvia, cuando no viene nadie, me vuelvo loca porque no tengo con quién compartir el tiempo y charlar”.

“Mis clientas son mis amigas; con todas, inclusive con las más jóvenes, hay una relación muy linda, nos contamos cosas, y lo importante acá es la discreción”.

Por eso se siente muy gratificada con quienes la ayudaron: “Yo era muy chica cuando empecé y mi familia siempre fue un puntal. Fue muy importante su apoyo y acompañamiento. También agradezco a Dios y a la vida por todo lo que me dieron y lo que me siguen dando, y a mis clientas, porque sin ellas no podría haber llegado adonde estoy. Inclusive a las que fueron parte de mi vida, que ya no están, que ya partieron, para ellas siempre tengo un lugar en mi corazón”.
Con todo, al momento de hacer un balance, concluye: “Yo volvería hacer exactamente lo mismo, a mí la peluquería me dio todo, todo, todo. El día que un médico me diga que tengo que dejar de trabajar, que pase la carroza porque yo no puedo estar sin hacer esto. Cuando empezó la pandemia, que tuve que cerrar, estaba como loca. Esto que hago es lo mío, la peluquería es mi lugar en el mundo, no concibo hacer otra cosa ni estar de brazos cruzados. Yo pienso estar acá hasta el Día del Juicio Final”.

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