Su dueño adelantó que, cuando cierren, venderá muchos de sus títulos.
Su dueño adelantó que, cuando cierren, venderá muchos de sus títulos.
PRÓXIMO A SU 37° ANIVERSARIO

El último videoclub juninense, una reliquia de otra época que aún está vigente en la ciudad

Video Charles está en actividad desde 1987. Pasó por el vhs, dvd, blu-ray y 3D, resistió los múltiples embates al sector desde las plataformas y la piratería. Hoy, sin nuevos títulos, pero con una clientela estable, brinda películas y series en alquiler, aunque ya tiene fecha de cierre.

Abre de lunes a viernes de 9 a 16. El horario nocturno, así como otros tantos aspectos de la época dorada del videoclub, quedó atrás. Ya no trabajan hasta las 23 ni venden pochoclos, pero en sus estanterías aún hay un acervo de más de 36 años de películas y series en vhs, dvd, blu-ray y 3D.

Video Charles es el último videoclub histórico que aún opera en la ciudad. Heber Blaiotta, su dueño, recibió a Democracia y dialogó acerca del negocio que lleva adelante desde fines de los noventa. En el horizonte, vislumbra el final del alquiler de películas en los próximos meses, pero no así de su negocio, donde además realiza cobro de servicios, tiene un quiosco y su propia marca de artículos de sex shop.

Inicios

El video fue fundado por Silvia Chávez el 6 de enero de 1986, en Coronel Suárez y Saavedra, y Heber es el quinto dueño, que está al frente desde el año ´99. “Soy el que más tiempo lo tuvo”, explicó.

Charles está próximo a cumplir 37 años, y en su larga historia ha cambiado muchas veces de dirección. En 2003 se asentó en la tradicional esquina de 20 de septiembre y Roque Vázquez y, diez años más tarde, se movió a la esquina de Avellaneda y Álvarez Rodríguez, donde actualmente también funciona un quiosco con pago de servicios y un sex shop.
“Cuando nos mudamos en 2003 tuvimos un crecimiento importante”, señaló Heber, que recuerda esa época con cariño.

Tiempos dorados y competidores

Entre las estanterías de Video Charles pasaron 3 generaciones de clientes, y su dueño recuerda a su clientela fija, de los viernes, sábados, domingos y feriados, como así también a quienes alquilaban durante la semana. En su época dorada, el trabajo era continuo.

“Sabíamos los gustos de cada cliente, por lo que muchas veces ya teníamos guardadas películas de antemano para algunos”, explicó. Por su parte, cuando más se trabajaba era durante el verano, cuando no había internet en las quintas de veraneo y el único entretenimiento era la película que se alquilaba. 

El videoclub tuvo muchos competidores a lo largo de los años. No fue sólo Netflix, sino que Heber también recuerda los canales de cable como HBO o la amplia oferta de Directv, que transmitían películas y cobraban por su visualización. Sin embargo, señaló que “el video siempre estaba en auge porque era el único que tenía lo último que había salido en el cine”, y esa era la ventaja con la que corría el sector.

Por otro lado, la piratería fue un competidor indirecto que también afrontó. “Los videoclubes que pudimos esperar finalmente lo superamos”, explicó Heber, que recordó que las películas copiadas dañaban los equipos, eran de calidad baja y muchas veces fallaban.

“Hay dos tipos de clientes: el que le gusta el cine, es paciente, y espera a ver una película bien, y el que le interesa ser el primero que ve la película”, destacó, y señaló que la piratería fue generalmente consumida por estos últimos.

“Yo siempre trabajé con películas originales”, destacó con orgullo.

Formatos

En sus inicios, las estanterías de Video Charles estaban repletas de películas en formato vhs, y su dueño recuerda que cuando comenzó su etapa allí, “recién estaba llegando a Argentina el dvd, que se fortaleció desde el 2004”.

Los primeros dvd los traía de Brasil y, cuando “las editoriales decidieron suplantar definitivamente el vhs” tuvo que actualizar todo el stock de su negocio. “Fue muy complejo en términos de inversión, había que comprar todo de nuevo”, explicó.

En 2009 los videos afrontaban una nueva mutación con la llegada del blu-ray, que fue “otro dolor de cabeza”, porque necesitaba un nuevo esfuerzo de inversión para hacer el cambio. Diez años más tarde, en 2019, hicieron su emergencia en el mercado las películas en 3D para alquilar. 

Cabe señalar que cada cambio en los formatos implicaba que el consumidor tuviera otro lector que lo soportara. En dicho sentido, Heber recordó que “el cambio que más se generalizó fue el de vhs a dvd”, sobre todo porque implicaba un salto tecnológico importante. “Mucha gente no volvió a suplantar el dvd por el blu-ray”, afirmó, y lo atribuyó a que este último formato es “mucho más limitado” y se circunscribe a géneros como acción y ciencia ficción, puesto que está basado en la calidad de la imagen, el sonido y los efectos especiales. Algo similar sucedió con el formato 3D.

La pandemia, un antes y un después

Para un sector que estaba prácticamente desmantelado, la pandemia fue una experiencia sin dudas muy contraproducente.

“La pandemia hizo que desapareciera todo”, lamentó Heber, que señaló que “se suponía que la era de las películas en alquiler iba a finalizar en 2025”, pero la situación internacional lo aceleró.

“En marzo del 2020 recibimos lo último que se había dado en el cine y, desde ahí, nada más”, agregó. El notable crecimiento de las plataformas, sobre todo con producciones propias, sepultó definitivamente al sector.

De todos modos, para Heber ello no es ninguna novedad. “Yo siempre tuve en claro que, tarde o temprano, los sistemas de video íbamos a desaparecer”, aclaró.

El presente del video

Actualmente, Video Charles ya no trabaja con distribuidores ni recibe nuevas películas, pero aún tiene su clientela fija, que alquila películas por 200 pesos y busca entre las estanterías aquellas piezas que no se consiguen fácilmente. 

“Tengo un acervo de 36 años de películas, y muchas de ellas no están en las plataformas ni en internet”, explicó Heber.

Además, entre ellas destacó aquellos títulos que “la gente siempre quiere volver a ver porque son clásicos”, tales como El Padrino, Rocky, Rambo, Cobra Kai, Casablanca, Titanic, Harry Potter o El Señor de los Anillos, y que en muchos casos tiene tanto en vhs, como en dvd y blu-ray.

Sin embargo, el video tiene una fecha límite. “No creo que el año que viene continúe con el alquiler de películas, es muy probable que en diciembre cerremos ese ciclo”, adelantó Heber.

En cuanto al destino que tendrán las decenas de películas y afiches originales con los que cuenta, destacó que “hay diversos proyectos” que aún se evalúan, pero estima que algunos formarán parte de la decoración del negocio y que otros se venderán a coleccionistas. 

De todos modos, Charles no cerrará sus puertas, porque seguirán funcionando sus otras alternativas. “Innovar y diversificar el negocio fue siempre la clave para seguir manteniéndonos”, explicó Blaiotta. Su marca propia de sex shop, “Charles Collection”, nació en 2006, incorporaron el sistema de pagos y también instalaron un quiosco.

Otros videoclubes de la ciudad

Fueron muchos los proyectos que se desarrollaron en la época dorada del video. Casablanca, Isidoro, Green, Nolavi y Sol son algunos de los más destacados.

En diálogo con Democracia, Graciela Parodi, fundadora del videoclub Green, recordó los 27 años de trabajo y la histórica sede en Pellegrini y General Paz.

Lo abrió en los noventa con un socio, Mario Figaroli, pero luego lo llevó adelante sola. “Al principio, éramos pocos videoclubes y trabajábamos un montón”, destacó Graciela, que recuerda que “toda la ciudad alquilaba películas” y, en la época dorada, abría hasta pasadas las 23. “Los fines de semana trabajaba muchísimo, cuando la gente descansaba yo tenía que estar”, destacó.

Recibía a los viajantes, atendía niños, jóvenes y adultos y recuerda que, en muchos casos, se llevaban de a 2 o 3 títulos porque “no era caro alquilar una película”. Sin embargo, la emergencia de la piratería los perjudicaba e incluso llegó a poner una perfumería dentro del negocio.

En Green también pasó el vhs y se vivió la mutación al dvd, pero la crisis que azotó a los videoclubes alrededor del 2015 obligó a cerrar sus puertas. “Era parte de mi vida, no sabía qué hacer”, recordó Graciela, que, una vez que cerró su negocio, mantuvo durante un tiempo el alquiler de películas en su casa y finalmente regaló muchas piezas. Aún hoy, muchos de sus clientes le escriben para conseguir títulos.

Por su parte, Ivana Fiori fue encargada del videoclub Nolavi durante sus últimos 4 años. Consultada al respecto, explicó que unos amigos habían comprado el negocio, pero no podían trabajarlo, y fue ella quien estuvo al frente hasta su cierre definitivo, en 2015.

En sus comienzos, recuerda que “las plataformas aún no existían y la gente estaba desesperada por los títulos nuevos”, por lo que trabajaban muy bien, sobre todo los fines de semana y con niños y adolescentes. “Yo era cinéfila pero no entendía mucho del público”, explicó Ivana, que reconoce que fue un desafío personal saber qué comprar y qué no acorde a su clientela heredada.  

El movimiento era continuo, pero, según explicó, “el factor clima era fundamental, un día de lluvia el video se llenaba”. En paralelo, Ivana difundía los estrenos, organizaba sorteos e invitaba a los clientes a través de las redes sociales. “Teníamos muchas joyas, sobre todo series completas”, destacó.

Sin embargo, un año antes del cierre definitivo, ya se vislumbraba la crisis del sector. “Los últimos meses fuimos a pérdida hasta que vendimos las películas con un tablón en la calle”, recordó la encargada. Entre el elevado precio de las películas y el descenso de los alquileres, el negocio ya no fue redituable.

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