El 13 de junio de 1953, la Argentina perdía a uno de sus visionarios políticos, cuyo valor fundamental era la libertad: Moisés Lebensohn.
Radical, revisionista e intransigente. El extinto "bisonte" Oscar Alende, claramente lo recordaba en el libro "Conversaciones" (Emilio J. Corbiere-Ed.Colihue 1978) y en "Vida, obra y pensamiento" (Ed.Sudamericana-copppal-2006) da cuenta de la vida ejemplar, de este apóstol de la integridad, como lo señalaba el historiador Félix Luna. Predicó un modelo de vida y el severo compromiso público, de plena actualidad, ante la inercia de muchos dirigentes.
Un emblema de Junín, donde fundó el diario Democracia, que hubiese merecido un libro reseñando su vida y accionar, contra las demasías del privilegio y en pro de la justicia social.
El mismo, que denunció a los dirigentes anacrónicos, a los que toman la política como un servicio personal -los que pretenden perpetuarse en cargos públicos- a los oligarcas perennes de los partido.
Difamado por sus ideas (hasta con crueldad), adelantado, su vigencia conceptual, es relevante en nuestros días. Enfrentó a los políticos defraudadores de la democracia y muchos hoy enrojecerían ante su claridad, conducta y prédica de militancia honesta.
Nos decía: "La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en los papeles solamente. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos de libertad, compatible con las cadenas de opresión de los que lo entonan. La igualdad es el dogma de los pueblos libres".
No todos lo han olvidado, muchos seguimos convencidos, por su sentencia ante las instituciones devaluadas: "Hay mucho que hacer en la República: Luchar, luchar y...luchar".
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