Susana administra la tradicional esquina de Avellaneda y Cutiño.
Susana administra la tradicional esquina de Avellaneda y Cutiño.
SU HISTORIA, DE LA DOCENCIA AL COMERCIO

Susana Centi: “No hay un día que no vaya a la heladería, disfruto mucho de mi negocio”

Abrió Los Alpes hace 4 décadas, hacia el final de su carrera como maestra jardinera. Aún hoy, es quien dirige la empresa de lunes a lunes, lo que la convierte en un ícono de su heladería y la ciudad. Afirma que valora el trato con la clientela y considera que el negocio es parte de su vida.

Con casi cuatro décadas de trayectoria en la ciudad, la heladería artesanal Los Alpes se ha convertido en una histórica empresa juninense. Conocida por sus sabores clásicos y su atención personalizada, ha sabido mantenerse en pie a pesar de los desafíos económicos y sociales, y ha tenido siempre una conductora, Susana. 

En diálogo con Democracia, la dueña de la histórica empresa familiar recordó su historia en las aulas y la heladería, los desafíos como empresaria y los secretos detrás de su trabajo diario para mantener la calidad de sus productos y la satisfacción de sus clientes.

Su historia

El primer capítulo de su larga trayectoria empezó en el año 86. Susana vivía con su marido y sus hijos, estaba próxima a jubilarse como maestra jardinera y, en medio de una compleja situación económica, buscaban una nueva fuente de ingresos.

“La heladería nació porque mi esposo estaba buscando otro rumbo”, señaló. Es que su familia, instalada en España, lo recibió y, junto a ellos, aprendió el oficio. Irse del país definitivamente no era opción para Susana, que prefería criar a sus 2 hijos en Argentina y desarrollar el negocio a pesar de las dificultades que el contexto imprimía. 

De ese modo, en un pequeño negocio, al lado de la tradicional esquina de Avellaneda y Cutiño, nació Los Alpes, la empresa que dirigió por mucho tiempo su marido.

Por su parte, a pesar de que aún ejercía como maestra jardinera, Susana atravesaba la etapa final de su carrera, ya había dejado su puesto en el Normal y sólo enseñaba en el jardín n° 901, por lo que empezó a formar parte del negocio. 

“Mi idea no era tener un comercio, para nada, porque yo fui docente de vocación y eso era para él”, afirmó. 40 años después, sabe que la heladería ha sido, y es, un hito muy importante en su vida.

De ese modo, una vez jubilada, se abocó de lleno a la empresa. “Empecé a tomar la heladería como un entretenimiento porque soy muy activa”, explicó y, entre expansiones, cambios de dirección y nuevas ideas, han sabido llevar adelante su empresa con mucho nivel y perseverancia.

Tras su paso por el centro de la ciudad y por Villa Talleres, instalaron su sede de Avellaneda y Cutiño, que funciona hace 23 años, y la de Frías y 12 de octubre, a cargo de su hija.
Empresa familiar 

A lo largo de los años, Los Alpes sólo ha vendido su propio helado. Fue su fundador el encargado de la fábrica y su ausencia, hace ya 2 años, lo que ha sido también un embate para el negocio.

“Su muerte, muy inesperada, fue un cimbronazo. Pudimos salir adelante gracias a un empleado, que nos salvó los primeros meses y pudimos salir adelante”, expresó Susana.

En familia, la empresa salió a flote, entre el dolor y la necesidad de recomponer el circuito. Un sobrino, junto a su yerno, tomaron las riendas de la fábrica y la empresa pudo continuar sus tareas. 

Por su parte, su hija es su mano derecha. No sólo dirige el negocio de calle Frías, sino también es el punto de apoyo que Susana tiene para el trabajo diario y la toma de decisiones. “Si ella no se involucraba, no se hubiese hecho más nada”, afirmó la comerciante.

No cabe dudas de que Los Alpes se distingue por su carácter familiar y la cercanía con el público. “Es una heladería más de clientes que de gente al paso, y así se ha hecho una gran familia”, destacó Susana, que también se mostró complacida por la confianza que tiene con quienes la visitan. 

“Es un diálogo familiar, les conocemos los gustos y hasta sus problemas”, agregó.

De hecho, en su caso, no son una empresa que se ha dedicado al marketing, y rara vez han hecho publicidad para mostrarse. Incluso, abrieron cuentas en redes sociales durante la pandemia y, como política propia, eligen que la voz de sus compradores sea la que hable por ellos.

“La mejor propaganda es la gente, muchos me dicen que van por recomendación y se convierten en clientes”, explicó Susana, que confía en el producto y el servicio que brinda

desde hace tantos años.

Al frente de su heladería

No hay edad, días, ni horarios para la pasión. Los Alpes es parte de su vida y elige la empresa en cada momento. “Estoy mucho en contacto con el negocio, no voy sólo a abrir y cerrar”, explicó Susana, a quien es común ver trabajar de lunes a lunes, tanto dentro como fuera del local. 

“Yo soy la que abro al mediodía y cierro a la noche, pero también hago las compras para el negocio y, si es necesario, atiendo”, explicó la comerciante, que es la única que no se toma el día de descanso, ni siquiera los fines de semana. “En mi rutina no tengo un franco, alguna vez voy más tarde pero siempre trato de estar”, agregó.
Indudablemente, su trayectoria es una piedra angular en la empresa y, por ello, sabe que su trabajo no es sólo administrativo. Escucha a sus clientes y ordena las tareas, pero deja el manejo de la tecnología a su hija, porque se considera demasiado grande para usar computadora y los sistemas online, por lo que prefiere hacerlo “a la antigua”. 

Sin embargo, alejarse de su empresa no está siquiera en sus planes. “No hay un día que no vaya a la heladería, disfruto mucho de mi negocio”, destacó, y agradeció que, hace ya cuatro décadas, hayan tenido la convicción de llevar adelante su propio proyecto, que pisó fuerte ante cada crisis y obstáculos.

Las especialidades 

La familia, su equipo, trabaja a diario para llenar las heladeras que los clientes vacían, pero el oficio no es sencillo y, cuando se trata de cambios en la carta de gustos, la dupla madre e hija es infalible. “A ella le gusta innovar y yo aporto la experiencia”, afirmó Susana, que recuerda la habilidad de su marido para el helado, a quien consideraba “un cocinero, que tenía una fórmula pero le gustaba probar y llegar a un sabor único”.

Cada helado artesanal es diferente y, en una ciudad que acostumbra a consumirlo, es común que la clientela sea fiel a ciertos negocios. Respecto a sus especialidades, Susana señaló que la gente destaca el limón y el dulce de leche. Ser distintivo en lo simple es complejo, pero la trayectoria en el campo no llega sola.

“La característica del negocio es apostar siempre a la calidad con un buen precio”, explicó la dueña, que lamenta que “a veces, los productos no son siempre iguales y ya no vienen como antes”, lo que también exige un mayor esfuerzo desde la producción para mantener su fórmula. 

Cabe señalar que, en el caso de sus postres, como los bombones, cucuruchos y obleas, la producción es prácticamente a diario, y se lleva a cabo dentro del negocio. En dicho sentido, Susana destacó que, al no contar con un gran depósito, generalmente todo lo que guardan en sus heladeras fue hecho con pocas horas de diferencia.

Gestión, entre crisis

En los últimos 40 años, el helado no pasó de moda, pero la crisis e inestabilidad tampoco. Nacido en las antípodas de la hiperinflación de los ochenta, pareciera que el negocio estuviera destinado a, como tantos otros, afrontar complejas debacles, como el 2001 e, incluso, la pandemia. Así y todo, se mantuvo a flote y no ha dejado de crecer.

“En momentos difíciles la gente no deja de tomar helado, pero achica las porciones”, explicó Susana, que vivió cada uno de los momentos difíciles frente a la empresa, y lamenta que el país se halle nuevamente en una situación de inestabilidad. 

“Lo que más me molesta es tener que hacer aumentos de precios. Estos días nos avisaron desde la fábrica que los costos se incrementaron muchísimo y esas son situaciones difíciles”, expresó.

Asimismo, expresó reparos frente al invierno, que es históricamente la temporada baja de las heladerías y pidió que “en la primavera esté todo más calmo económicamente”. Una vez más, se renuevan los desafíos que enfrenta el sector, pero también la voluntad de seguir adelante.

A modo de cierre, Susana destacó que hace lo que le gusta y es allí donde encauza su tiempo libre, pero no pierde de vista que deja un importante legado a su familia. “Cuido al negocio porque lo hago por mi hija, que es quien va a seguir cuando ya no esté yo al frente”, concluyó.

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