A CLASE DESPUES DE LOS 60

Cada vez son más los mayores que eligen seguir formándose

De la mano de un modelo de envejecimiento más activo, la demanda de cursos y talleres por parte de personas mayores ha venido creciendo a lo largo de los últimos años.

A sus 79 años, Irma Jiménez decidió anotarse en un taller de informática para aprender a usar una computadora porque “quería estar más en contacto con parientes que viven afuera del país” pero también porque lo sentía como “una asignatura pendiente”. Lejos de conformarse con conocimientos introductorios, al terminar el primer curso se anotó en uno nuevo y llegó así hasta un tercer nivel. Y cuando consideró que sabía lo suficiente sobre el tema, se inscribió en un taller de literatura, que era “otra de las cosas que siempre había querido hacer”. Hoy con 88 años y a punto de iniciar otros tres cursos, Irma reconoce que de haberse imaginado lo que disfruta aprendiendo hubiera vuelto antes a estudiar.
El caso de Irma, una empleada municipal jubilada, describe en gran medida un fenómeno que no para de crecer: el de la educación entre la población mayor. Prueba de ello es el creciente número de  inscriptos que recibe el Programa de Educación y Promoción de la Salud de Adultos Mayores (Pepsam).

Un envejecimiento activo
“Mientras que hace apenas unas décadas resultaba toda una curiosidad que alguien quisiera seguir estudiando después de jubilarse; hoy es un interés bastante común”, señala la doctora Virginia Viguera, asesora psicogerontológica.
Como ella misma explica, “las expectativas de vida se han estirado mucho en los últimos años y esto no sólo ha creado nuevos desafíos sino que obliga a repensar el proceso de envejecer. Contra el modelo tradicional que planteaba que con la adultez venía un meseta y luego un declive, hoy se da un envejecimiento activo donde se percibe que la forma de mantener calidad de vida está en un permanente desarrollo social e intelectual”, señala la psiquiatra.
“Somos una generación bisagra. Criamos a nuestros hijos de una manera diferente a la que nos criaron nuestros padres y somos abuelos distintos a nuestros propios abuelos. Hasta hace pocas décadas resultaba raro que alguien quisiera seguir estudiando después de los setenta; hoy, en cambio, es un interés común a un montón de personas jubiladas que reconocen que seguir intelectualmente activos es una forma de cuidar su salud”, afirma Viguera.
En el Pepsam, como en la mayoría de los espacios de formación dirigidos a adultos mayores, se da un fenómeno curioso: gran parte de los profesores son bastante más jóvenes que sus alumnos; lo que trastoca el concepto tradicional de aprendizaje; donde alguien que sabe va a enseñar algo a personas que no saben: acá el aprendizaje se da en el propio intercambio.

Algo más que educación
Pero si la propuesta del Pepsam resulta tan exitosa acaso sea también porque lo que ofrece es algo más que educación para mayores. Así lo reconocen de hecho muchos de sus alumnos; como es el caso de Estela, una docente jubilada que se acercó al Programa para aprender más sobre cine, una de sus pasiones. Aunque su propósito original era sólo incorporar nuevos conocimientos sobre el tema; lo que encontró fue además “un espacio de contención a medida”.
“Al jubilarme sentí la necesidad de seguir creciendo intelectualmente. Yo creo que la creatividad nunca envejece y uno tiene que brindarle canales para que se exprese. Pero lo que tampoco envejece son las ganas de compartir experiencias con los otros -dice-. Acá encontré esas dos cosas; un equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, otra experiencia de vida... y la posibilidad de vincularme con  personas que tienen mis mismos intereses y también la misma edad que yo”.

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