None
ESTO QUE PASA | ANÁLISIS POLÍTICO DE LA SEMANA

El problema ya no es cuándo, sino cómo y para qué

A sesenta días de las elecciones del 27 de octubre, la confrontación planteada hoy en la Argentina no parece escapar de un cierto formato político y cultural que viene siendo más o menos perenne. La sociedad, claro, sólo escucha lo que quiere escuchar, y lo hace dentro de un marco que no parece permitir mayores resquicios para un cambio de rumbo. El proyecto de Sergio Massa para llegar al poder, por ejemplo, parece surgido más bien de unas desinteligencias menores con el Gobierno y sobre todo de unos desacuerdos de muy reciente data, que de otras divergencias verdaderamente sustanciales. Nada de esto es nuevo en el peronismo.

Neoperonismos

Cuando el “neo” peronismo empezó a aparecer en la violenta Argentina de hace poco más de medio siglo, su caudillo tenía apenas 66 años. Fue en las elecciones de 1961 para gobernador cuando levantaron cabeza las primeras avanzadas de un justicialismo electoral que iba tomando distancias del conductor exiliado, pero sin llegar a la herejía absoluta. Formaciones como Tres Banderas en Mendoza, Partido Populista en Catamarca y Partido Laborista en Santa Fe protagonizaron en 1961 esos primeros zafarranchos.
Ya en 1962, en las elecciones que determinarían el golpe contra  Arturo Frondizi, se enfrascan en la competencia y son consagrados gobernadores siete peronistas de diversos “varietales” heréticas: Andrés Framini por la Unión Popular de la provincia de Buenos Aires, Deolindo F. Bittel por el Partido Laborista del Chaco, José H. Martiarena por el Partido Laborista de Jujuy, Arturo A. Llanos por el Partido Blanco de Río Negro, Dante A. Lovaglio por el Partido Laborista de Salta, Abrahan Abdulajad por Tres Banderas de Santiago del Estero, y Fernando Riera por el Partido Laborista de Tucumán. Pero esa Argentina de 1961, a solo seis años de la caída de Perón, era muchísimo menos peronista que la de 2013. Framini gana en Buenos Aires en 1961 con apenas el 38% de los votos y Abdulajad triunfa en Santiago del Estero con menos del 27%.
Vistas las cosas al cabo de medio siglo, persisten rasgos incrustados en el disco rígido del peronismo, aspectos variados de un cuerpo político que a lo largo de las décadas se resiste a cambiar. Por eso tal vez, Massa no necesita, al menos aparentemente, ser demasiado explícito y detallado en sus propuestas, como si el derrotero de su accionar, que lo precede, fuese irrelevante o en todo caso poco importante.
Ése es otro de los rasgos sobresalientes de lo que sucede con el grupo gobernante de la Argentina. Al fin de cuentas, aunque tiene 41 años, Massa también proviene de una adscripción juvenil al tan denostado liberalismo, una palabra que el discurso dominante ha estigmatizado en la Argentina como encarnación de la “derecha”. Esos orígenes, como los de Amado Boudou, no solo nunca fueron un obstáculo para él, sino que parecieran haber sido puntos a su favor en el ascenso dentro la galaxia oficial kirchnerista. Buen rasgo, podría barruntarse, de un movimiento que cuando toma el poder no pregunta de dónde vienen los cuadros que succiona, porque solo le interesa que los que se le suman lo hagan disciplinados completamente a la jefatura vertical.

¿Post Kirchnerismo?

El problema que este sistema plantea es que bloquea la capacidad de entender que han pensado y luego resuelto hasta ese momento sus operadores principales y como funcionarán luego. ¿Plantea acaso, Massa, la “recuperación” de un supuesto kirchnerismo original, hipotéticamente abandonado por la viuda de Néstor Kirchner? ¿Es el de él un proyecto de regreso a las fuentes? En tal caso, ¿qué fuentes serían?
El cisma massista es aún muy joven. En términos de historia política podría decirse que se produjo “ayer”. Esta reflexión del columnista no es producto de una infantil obsesión por la pureza genética de nadie. Proviene de consideraciones más importantes, porque si la deriva “post kirchnerista” de Massa no puede ser explicada de modo consistente, el país regresará a su vieja adicción a las recurrentes regurgitaciones. Mal digerido lo que a última hora se rechaza con liviandad, lo aparentemente repudiado retorna, inexorablemente.
Partidario de la Unión del Centro Democrático a comienzos de los años ’90, incorporado luego al menemismo como producto de la sociedad de Carlos Menem con Álvaro Alsogaray, nombrado al frente de la ANSES por Eduardo Duhalde en 2002 y consagrado por Néstor Kirchner en 2003, Massa asciende a jefe de Gabinete de Cristina en julio de 2008. Tras la apoteosis cristinista de 2011, Massa asume su destino de poder y se aleja de la Casa Rosada. Lo que hoy postula es, en esencia, casi elemental, pero en la atolondrada Argentina de 2013 alcanza y sobra para posicionarlo. En esencia, Massa sólo dice algo importante: ya está bueno, basta de Cristina. Por eso, la frugalidad de su “programa” es ostensible: no a la reelección de Cristina, apoyo a la Corte Suprema de Justicia, combate a la “inseguridad”, mirar al futuro y reducción de la inflación. ¿Es poco o alcanza?

Liderazgo

En algo se advierte una diferencia en el proyecto de Massa: a diferencia de Menem de  1988, de Duhalde de 1999 a 2002, y de Kirchner de 2003, Massa es conducción, pero con un fuerte ingrediente de representatividad sectorial en su proyecto. Algunos números electorales del cosmos electoral bonaerense en las primarias del 11/8 arrojan conclusiones descomunales. El Frente Renovador “se llevó” varios municipios derrotando por cifras aplastantes sobre Cristina.
Para tomar algunos ejemplos, siempre en cifras porcentuales, en Tres de Febrero le ganó a Hugo Curto 41 a 26, en Pilar ganó 48 a 24, en Moreno le ganó a Mariano West 36 a 32, en Morón batió al sabatellismo 37 a 26, en San Miguel 46 a 24, en Zárate 33 a 30, en Avellaneda le ganó a Jorge Ferraresi 36 a 31, en Malvinas Argentinas 58 a 23, en Ituzaingó le ganó a Alberto Descalzo 35 a 31, en Lanús se impuso a Darío Díaz Pérez 37 a 33, en José C. Paz el triunfo sobre Mario Ishii fue 38 a 37, en Villegas 45 a 23, en Trenque Lauquen 31 a 21 (en este caso ante el Frente Progresista de Stolbizer-Alfonsín), en Tandil 28 a 25, en Olavarría 42 a 22, para no hablar de las palizas de San Fernando (58 a 19), Tigre (64 a 16), San Isidro (53 a 14), y Almirante Brown (41 a 30).

Masa colegiada

Recién ahora, tras leer estos números devastadores para la Casa Rosada, cobra cuerpo la vastedad del desastre electoral kirchnerista del 11/8 en la provincia de Buenos Aires. Pero, sin embargo, la figura de Massa sigue siendo por ahora la de un primero entre pares. Encarna un proyecto presidencial de poder, pero no desde un exclusivismo carismático, sino como conducción de una masa colegiada de cuadros municipales que hasta hace muy poco tributaban sin remordimientos a la Casa Rosada. El único cambio gravitante que podría hacer, en este sentido, Massa es modificar el mecanismo clave del kirchnerismo, su voracidad de acumulación de poder en las manos del jefe o de la jefa. En este punto, hay razones para una guardar una reticencia prudente, habida cuenta de que también Cristina llegó al Gobierno en 2007 en dúo con un radical muy moderado (Julio Cobos) y levantando las banderas de ir por la calidad institucional, tras los primeros cuatro y rústicos años de Néstor Kirchner. Mirado ese período desde el ángulo del agreste 2013, el ex presidente luce consensual, moderado y hasta componedor, en comparación con estos turbulentos y sobre todos crispados años de Cristina.

Perjuicios


Por eso, el lento pero ya irreversible goteo del “sciolismo” al “massismo” (son nomenclaturas muy precarias y vacías, pero es lo que hay) ya generó un sismo en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, cuando se fueron del cristinismo dos senadores del Frente para la Victoria, dejando a Scioli sin mayoría en el Senado. Ahora, Scioli es solo primera minoría (21 senadores), mientras que Massa se quedó con 13, Francisco de Narváez retiene tres, el Frente Progresista ocho (UCR cuatro, GEN tres y Coalición Cívica uno, más un representante del radicalismo disidente. Los argumentos de Cacho Álvarez son muy livianos, pero muy peronistas: “Massa tiene una posición muy firme y quiero trabajar muy fuerte para que gane las próximas elecciones de octubre”. Ahora, el massismo presentará también su propio bloque en Diputados, con unos 20 legisladores. Ya se sabe y es evidente, Massa le está haciendo mucho daño al acuerdo Scioli-Cristina. La pregunta ahora es para qué: en caso de llegar al poder, ¿se diferenciaría realmente de los diez años y medio de kirchnerismo?.


COMENTARIOS