OPINIÓN

Afganistán, feminismos y desafíos pendientes

Referirnos a la situación y los derechos de las mujeres -y no solo de ellas, sino, también, de la niñez, las disidencias sexuales, minorías étnicas y religiosas- en Afganistán nos obliga a considerar un sinfín de factores locales y exógenos imposibles de abarcar en estas líneas. Tan solo imaginemos que este país, sin salida al mar, pero con una ubicación estratégica dentro de Asia, se independizó de Reino Unido en 1919 y desde entonces atravesó las modalidades más diversas de administración y el asedio de diferentes fuerzas extranjeras. El régimen talibán entre 1996 y 2001 fue precedido por una extensa guerra civil que involucró, entre otros actores, a los muyahidines y el ejército soviético. Seguido, por la ocupación de las fuerzas de la OTAN lideradas por Estados Unidos en su "guerra contra el terror".

No podemos obviar la codicia por su reserva de hidrocarburos y minerales (hoy en día el litio), el hecho de quiénes y cómo financian los grupos islamistas o aquello que los talibán interpretan e implementan como "ley islámica" en consonancia con la peculiar instrumentalización y politización que emprenden de la religión.

Si queremos, entonces, aproximarnos, aunque sea tímida y fugazmente, a las múltiples agencias de las mujeres afganas, debemos situarnos en su cartografía. Aquella delimitada entre el colonialismo, la occidentalización, el nacionalismo, los procesos de "modernización desde arriba" y la religión al igual que sucede en otros países de la Región. Una configuración atravesada, además, por la clase, las desigualdades entre áreas rurales y urbanas, la manipulación de las alianzas y disputas étnicas, la lealtad y estructuración grupal, el rol de la asamblea o consejo de los líderes, las distintas organizaciones de la sociedad civil y, por supuesto, la intervención extranjera.

Esta última no solo ha implicado la ocupación militar, sino también la injerencia a nivel político-económico y el desarrollo de programas humanitarios de asistencia y "empoderamiento" promovidos por organismos internacionales. Se señalan algunas mejoras, especialmente en el ámbito educativo, dentro de los núcleos urbanos. Sin embargo, la retirada estadounidense y el (re)ascenso talibán reveló el fracaso del presunto "proyecto de liberación y reconstrucción".

Esto pone el acento sobre cómo los derechos de las mujeres y de género pueden ser instrumentalizados para legitimar ocupaciones y perpetuar fantasías e imaginarios (neo)orientalistas. Pensemos, por ejemplo, el tiempo que pasamos preguntándonos acerca del origen del velo, cuánto debe cubrir, si es obligatorio o puede ser símbolo de resistencia; en lugar de dedicárselo a indagar acerca de los presupuestos destinados a salud o educación y el acceso de las mujeres al mundo laboral, la propiedad de la tierra, etc.

(*) Integrante de la Colectiva de Antropólogas Feministas (CAF), IIEGE-UBA.

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