Irak es gobernado por Mustafá Al-Khadimi como primer ministro, un chií independiente no vinculado a ninguna fracción política o religiosa.
Irak es gobernado por Mustafá Al-Khadimi como primer ministro, un chií independiente no vinculado a ninguna fracción política o religiosa.
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Irak: del genocidio y la intolerancia a la necesidad de la convivencia en el país

Por motivos diversos, tres estados extranjeros, una alianza multinacional, y dos organizaciones internacionales terroristas, influencian la política y la vida cotidiana en Irak, un país que desde la caída del dictador Sadam Husein, en 2003, presencia la permanencia y las incursiones de soldados, milicianos y yihadistas, venidos de otras latitudes del planeta.
Nunca hubo paz en Irak. Al menos no la hubo en tiempos modernos desde la derrota y disolución del Imperio Otomano tras el final de la Primera Guerra Mundial en 1918. Francia y Gran Bretaña, por el Tratado Sykes-Picot, se repartieron sus restos. La Mesopotamia quedó para los británicos y pasó a llamarse Irak, nombre arameo y persa antiguo para la región.
La independencia llegó en 1932 con Faysal I como rey, propuesto por sir Winston Churchill. El nuevo Estado fue un “invento” británico –uno de los tantos que dejó el imperialismo de las principales potencias europeas- al unir tres wilayatos (provincias) otomanas.
Gran Bretaña no solo colocó a Faysal en el trono, también definió a la minoría árabe sunita –una de las dos principales vertientes del Islam- como grupo dirigente, en detrimento de los árabes chiíes, más numerosos, y de los kurdos –no árabes- que perseguían la creación de un estado independiente: el Kurdistán.
Pese a numerosos conflictos internos, la monarquía hachemita de Irak –la familia Hachemí fue rival de la familia Saudí, en Arabia- se mantuvo en el poder hasta 1958, cuando el nieto de Faysal I, Faysal II murió asesinado durante un golpe de Estado.
Desde entonces, la inestabilidad –con golpes de Estado, magnicidios y homicidios de familiares- se apoderó del país creado por los británicos hasta la llegada al poder de Sadam Husein en 1979.
La inestabilidad cesó pero no dio lugar a la paz, sino a persecuciones. Chiíes, kurdos, comunistas y opositores de todo tipo, sufrieron represión y muerte durante el régimen de Husein que gobernó Irak por 24 años.
La sangrienta guerra del Irak de Husein contra la, recién llegada al poder, teocracia iraní duró ocho años y costó la vida de un millón de personas, dos millones de heridos y cuatro millones de desplazados.
Tras la guerra Irak-Irán, sin vencedor y con retorno a las fronteras anteriores al inicio del conflicto, dos conflagraciones más se precipitaron sobre la vida de los iraquíes, siempre comandados por el dictador Husein.
Fueron las dos Guerras del Golfo. La primera, saldada con derrota ante una coalición encabezada por Estados Unidos, originada en la invasión y anexión del emirato de Kuwait por parte del gobierno de Sadam Husein.
La segunda, desencadenada por la supuesta existencia en Irak –nunca se las halló- de armas de destrucción masiva, finalizó con la caída del régimen en 2003 y la posterior captura, un semestre después del fugado Husein, su juicio ante un tribunal iraquí y su ahorcamiento en 2006.
Desde entonces, Irak vive de sobresalto en sobresalto.

Persecuciones
No son pocas las razones que llevan a muchos católicos y no católicos a criticar el papado de Francisco. Pero su viaje a Irak no es, precisamente, una de ellas. Por el contrario, el periplo del sumo pontífice por la antigua Mesopotamia fue un recorrido de paz y, sobre todo, de tolerancia, en un país donde las distintas comunidades desconfían, casi naturalmente, unas de otras.
En primer término, se trató como corresponde de defender lo propio. Es decir a los cristianos iraquíes, casi esclavizados durante el dominio de gran parte del país por Estado Islámico y hostigados por el fanatismo musulmán que no admite la convivencia.
Estado Islámico exigió a los cristianos que habitaban las zonas conquistadas, un impuesto especial religioso, si pretendían evitar la venta de sus mujeres como esclavas, sexuales y domésticas. Las casas de los cristianos fueron marcadas con la traducción de la letra N en la escritura árabe.
Un ultimátum por escrito de Estado Islámico, que recibieron obispo, patriarcas y sacerdotes, ofrecía tres opciones: convertirse al islam o continuar como cristianos mediante el pago del impuesto especial o abandonar inmediatamente la región. La cuarta opción, negadas las tres anteriores, consistía en la ejecución.
En Irak, los cristianos suman –sin censo al respecto- más de 1 millón de adherentes. De los cuales, alrededor de la mitad, tomó el camino del exilio desde la irrupción de Estado Islámico y la anterior presencia de Al Qaeda.
La otra minoría, perseguida, esclavizada y objeto de genocidio por parte de Estado Islámico fue la Yazidí. Se trata de un colectivo pre islámico que practica la “taqiyya”, es decir el disimulo de su fe aceptada por la propia religión cuando está en peligro la propia vida. La esencia de la religión Yazidí debe buscarse en las creencias de la antigua Persia, en particular, el Zoroastrismo de los siglos VII a IV antes de Cristo.
Cálculo no oficiales estiman a los Yazidí en 800 mil fieles, buena parte de ellos se auto reconocen como pertenecientes a la etnia kurda  y habitaban la ciudad iraquí de Mosul y las aldeas de sus alrededores, a la llegada de los terroristas islámicos.
La ocupación de Mosul por parte de Estado Islámico fue la etapa más dramática que debió enfrentar la comunidad, cuyos miembros fueron señalados por los yihadistas como “adoradores del demonio”. 
La investigación judicial encargada por Naciones Unidas sobre los crímenes de Estado Islámico confirmó el 11 de mayo de 2021 el carácter genocida del tratamiento de la minoría Yazidí. El informe indica que los hombres de la comunidad Yazidí de Sinjar, norte de Irak, fueron masacrados en su totalidad y las mujeres sometidas a la esclavitud sexual.
La Premio Nobel de la Paz, la yazidí Nadia Murad, es una prueba sobreviviente de esa esclavización sexual.
No se trata solo de cristianos y yazidíes, los crímenes de Estado Islámico abarcan también a las minoritarias comunidades Kakai, Chabak, Turkmena, a la mayoritaria árabe chií e incluye algunas aldeas árabes sunitas que no prestaron sermón de fidelidad a los yihadistas.

El rol del Papa
El 05 de marzo de 2021, el Papa Francisco convocó ante el pleno del gobierno iraquí, incluido el presidente Barham Saleh, de etnia kurda, a “que callen las armas”, a que “cese la corrupción” y a “consolidar la justicia”.
El Papa recogió la demanda de miles de iraquíes que salieron a las calles a manifestar contra la corrupción gubernamental en los meses finales del 2020. Pero, por sobre todo, atacó la intolerancia y citó en particular a la sufrida comunidad Yazidí.
Pero el plato fuerte de la visita papal fue su encuentro con el jefe religioso de los chiíes iraquíes, el ayatollah Ali Al-Sistani, en la ciudad santa de Nadjaf. Nadie estuvo presente pero, sin dudas, lo esencial fue el mismo encuentro.
Al término, el ayatollah Al-Sistani sentenció que “los cristianos de Irak deben vivir en paz”. De su lado, el Papa presidió una oración inter comunitaria en la ciudad de Ur. Ur es la tierra del patriarca Abraham, considerado como el fundador del judaísmo y, por tanto, de las religiones monoteístas.
Quizás la primera consecuencia concreta del viaje papal haya sido la votación del Congreso iraquí de una compensación económica para las sobrevivientes Yazidí reducidas a la esclavitud por Estado Islámico. Es un primer paso. Un primer paso de convivencia.
Desde el 07 de mayo del 2020, Irak es gobernado por Mustafá Al-Khadimi (54 años) como primer ministro. Se trata de un chií independiente no vinculado a ninguna fracción política o religiosa.
Afectado por el coronavirus, el Producto Interno Bruto iraquí cayó un 10,9 por ciento durante 2020. Se trata de una economía dependiente del petróleo y, por ende, sujeta a vaivenes con oscilaciones fuertes.
Así, durante el último quinquenio, el PIB creció un fantástico 15,2 por ciento en 2016; para decaer un 3,4 por ciento en 2017; estacionarse en un más 0,8 por ciento en 2018; vuelta a crecer un 4,5 por ciento en 2019 y la citada brusca recesión de 2020. Medido per cápita, el actual se trata del ingreso más bajo desde el 2011.
La deuda iraquí equivale al 81,15 por ciento del PBI. Pero el futuro del país, se ve comprometido por la realidad que revelan otros dos indicadores: el índice de corrupción y el relativo a la aptitud para los negocios.
Por el primero, el país ocupa el puesto 168 sobre 180 países analizados, 10 lugares menos que 10 años atrás, pero aún muy considerable. En la aptitud para negocios, Irak se ubica en el escalón 171 sobre 190.
Desde la pandemia de COVID, Irak registra al 20 de mayo de 2021 un total de 16.069 fallecidos y ocupa el lugar 32. Medidos por millón de habitantes, los muertos por COVID suman, a igual fecha, 409, lugar 65. Y los vacunados solo alcanzan al 1,13 por ciento de la población con una dosis. La inoculación de la segunda dosis aun no comenzó.

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