OPINION

Con varios frentes abiertos

Frente a la crisis, el Gobierno alimenta la destrucción económica. Cecilia Todesca, la vice jefe de Gabinete, pide “paciencia” ante la consulta de si los últimos anuncios económicos darán resultados o si cederá la brecha cambiaria: “No serán esta semana, la próxima o a principios de noviembre”.

Antes, su jefe Santiago Cafiero, aclaró que hará falta una sentencia firme de la Justicia para declarar ilegal una usurpación. Pero la incertidumbre se agranda más con las declaraciones del presidente Alberto Fernández en un extenso reportaje dirigido al electorado K, con definiciones alambicadas en donde no cambia nada, no anuncia nada, rectifica la cuestión de Venezuela y cree la política económica va bien. “La gente termina confundida… y los medios inducen a pensar en el dólar blue” dice, y de la negociación con el FMI que servirá cuando “sepamos que entiende nuestras necesidades internas” Todo rebuscado, alejado de la realidad cotidiana. La magnitud de la crisis económica ha superado cualquier estadística comparativa de nuestra historia, con datos negativos récord en nivel de actividad, emisión, desempleo, pobreza o inversión, pese a lo cual los funcionarios y el Presidente insisten en mirar para otro lado, responsabilizar a la pandemia, los grupos concentrados o directamente ignorar los hechos. Aunque sobran ejemplos en la vida cotidiana. La Fundación Mediterránea utilizó en su último informe el indicador de la búsqueda de “dólar blue” en Google, que muestra que no existe desinformación o confusión en la población: el buscador registró un máximo en septiembre, en medio de los anuncios del Banco Central de reforzar el cepo cambiario, para bajar algo los días siguientes pero con un promedio superior en 29 por ciento a los anteriores récord de los años 2014 y 2015, también con cepo al dólar con la hoy vicepresidenta CFK. No es un indicador trivial, se trata de millones de ingresos diarios, reflejo de lo que ocurre con las preocupaciones de la sociedad.

 Según el Indec, el acceso de los hogares a Internet alcanza al 82,9 por ciento y la población que usa Internet al 79,9 por ciento. La económica no es la única crisis que sobrelleva Alberto F. En la salud, tras una cuarentena récord superior a los 200 días y la justificación oficial de cuidar a la población aunque profundice la caída productiva, los números de contagios y fallecidos subieron a valores altísimos en comparación el resto del mundo. Las voces críticas a este fracaso sanitario son cada vez más amplias, pero no solo del costado político, sino del lado científico. El escenario de incertidumbre se completa con la batalla emprendida por el oficialismo contra la Justicia y los miembros de la Corte Suprema, la fractura política con la oposición y en las disidencias internas en el propio bloque gobernante.

 Con varios frentes abiertos . El ingenio encontró una definición impecable a este “modus operandi”: el país del VV, “vamos viendo”. La escalada de los dólares libre (MEP, CCL y blue) ha sido vertiginosa: en el llamado ilegal de 17/19 pesos en una semana, con una brecha que ha superado al 100 por ciento; las expectativas son de una inminente devaluación; y vuelve a la memoria los ejemplos del Rodrigazo con un fogonazo inflacionario en 1975, la híper de finales del Gobierno de Raúl Alfonsín o la crisis de la convertibilidad en el 2001. Quizás la memoria exagera o abre temores que podrían superarse, aunque los números actuales son los peores de la historia económica argentina. El argumento de que la recesión es planetaria es una justificación a medias. La caída es mayor al resto y la recuperación apenas moderada frente a rebotes más decididos. Son innumerable los estudios económicos que estiman que, con viento a favor, el país recuperaría los niveles productivos de 2019, recién a fines de la presidencia de Alberto F. Y los últimos datos del mes pasado indican que el limitado rebote se dio vuelta con la corrida del dólar y las expectativas de una devaluación. La decisión del Gobierno es no devaluar y resistir como pueda la pérdida de reservas del Banco Central, rascando el fondo de la olla aunque esto signifique afectar las reservas en oro, los DEG (Derechos Especiales de Giro), los argendólares (encaje de los depósitos en dólares en el Banco Central) o cerrar aún más el cepo a los importadores o compromisos en divisas con el exterior.

El ministro Martín Guzmán o el titular del BCRA, Miguel Pesce, dicen que las reservas alcanzan, pero nadie cree que sea cierto. Los cálculos que circulan en los negocios y las finanzas son otros: que son negativas y el Banco Central está echando mano a otros activos. No es casualidad que los retiros de depósitos de los bancos continúen a pesar de la fuerte situación patrimonial del sistema financiero. Los temores son con los dólares de encaje que tiene el Banco Central por los depósitos bancarios. Es de manual que si el Gobierno convalidara una devaluación sin plan económico, la inflación se descontrolaría, destruiría el escaso ingreso de la población y el precio del dólar no tendría techo. El desorden macroeconómico y social sería imparable, igual que la enorme emisión de los últimos meses y la prevista para los próximos 12 meses próximos. ¿Cómo salir entonces de este laberinto? Fernández y Guzmán deben suponer por el auxilio del Fondo Monetario o quizás por otro similar de China. No hay otros elementos a la vista y para sincerar, los dos son contradictorios. Con el Fondo Monetario se iniciaron conversaciones, pero no está definido sobre qué programa, un stand by o uno de facilidades extendidas. En cualquiera de los dos, el organismo no dejará de reclamar un programa de ordenamiento, en palabras más sencillas un ajuste de gastos del sector. . Es la norma del organismo, basta ver la historia o el reciente acuerdo con Ecuador.

De allí que las palabras presidenciales que antes verá “si entienden nuestras necesidades” (no bajar el gasto ni la presión tributaria), suena a retórico y sin credibilidad. El país está otra vez a las puertas de otra tragedia debido a la incapacidad de la dirigencia política o a su soberbia diletante

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