La ausencia de problemas de gobernabilidad es uno de los aspectos más sobresalientes del primer año de gestión de Javier Milei. Especialmente si tomamos en cuenta que se trata de un gobierno que no cuenta con mayorías en ninguna de las dos cámaras del Congreso y que aplicó un severo ajuste fiscal.
Contra todo pronóstico, a pesar del ajuste, la fuerte caída en la actividad económica y la aceleración inflacionaria de los primeros meses del año, la conflictividad social fue notablemente baja.
No solo eso, a pesar de estar en minoría en el Congreso el Gobierno pudo aprobar dos iniciativas clave, como fueron las leyes de bases y el paquete de medidas paliativas fiscales y a la vez sostener el veto a las iniciativas impulsadas por la oposición.
Salvo por el DNU que aumentó el presupuesto de la SIDE, el Congreso no pudo, no supo o no quiso derogar los otros decretos de necesidad y urgencia de Milei, quien a la vez pudo bloquear el intento de cambiar el marco que regula el uso de esta herramienta.
La historia y la experiencia comparada muestran que los gobiernos de minoría son problemáticos en el presidencialismo. No se trata solo de la propensión al bloqueo legislativo.
Hay abundante literatura acerca de las dificultades de los gobiernos de minoría para completar el mandato presidencial.
Así, contra todo pronóstico, Milei tuvo una mayor gobernabilidad que la que podía preverse un año atrás cuando fue elegido presidente.
Una variedad de factores
¿Cómo explicar esto? Para entender este fenómeno hay que atender a una variedad de factores, que combinados explican por qué la gobernabilidad estuvo lejos de ser un problema.
- Las herramientas institucionales que la Constitución otorga al presidente. Particularmente, los decretos de necesidad y urgencia, que permiten al titular del Ejecutivo, legislar salvo en temas relativos a legislación penal, tributaria, electoral y de partidos políticos; y el veto presidencial, que para ser revertido requiere dos tercios de cada una de las cámaras. Agreguemos a ello la regulación del uso de los DNU, que estipula que los mismos quedan en pie en la medida en que no sean explícitamente rechazados por ambas cámaras.
- La ausencia de presupuesto y la derogación del impuesto a las ganancias a la cuarta categoría aprobada por el Congreso en 2023, que dotaron a Milei de una enorme discrecionalidad a la hora de ejecutar los recursos públicos y a la vez le brindaron de una poderosa herramienta de negociación frente a los gobernadores provinciales.
- El carácter fragmentado y disperso de la oposición. La llegada al poder de un liderazgo disruptivo como el de Milei no solo es la consecuencia de un proceso de desinstitucionalización del sistema de partidos, sino que a la vez provoca un verdadero cimbronazo en los partidos establecidos. Todo el arco político, ya sean férreos opositores o aliados al Gobierno, se encuentra groggy, como un boxeador que ha recibido un cross a la mandíbula. Ello sin duda ayudó al Gobierno en la medida que fueron pocas las oportunidades en las que una oposición fragmentada pudo coordinarse y superar sus problemas de acción colectiva.
- El aprendizaje político del Gobierno que, a fuerza de ensayo y error, logró no solo construir las mayorías para aprobar iniciativas legislativas clave, sino también dotarse de un escudo legislativo, capaz de blindarlo frente a una insistencia legislativa.
- La popularidad del Gobierno, que se mantuvo alta y estable a pesar de la dureza del ajuste. Un gobierno impopular sin escudo legislativo es un blanco móvil para un congreso opositor. Sin embargo, merced al desprestigio de la dirigencia tradicional, a una exitosa estrategia de comunicación política y más recientemente a la baja de la inflación, el Gobierno logró mantener niveles altos de aprobación. A comienzos de su gestión Milei tenía a su disposición distintas alternativas en materia de gobernabilidad, no necesariamente excluyentes entre sí:
- Gobernar en base a DNU y la consulta popular no vinculante.
- El presidencialismo de coalición, intercambiando apoyo legislativo estable por cargos en la administración pública.
- Construir mayorías ad hoc, una fórmula que demanda tiempo y recursos.
El Gobierno recurrió en numerosas oportunidades al DNU, pero sin llegar a una fórmula de gobernabilidad delegativo-plebiscitaria, que probablemente habría resultado en una mucho mayor confrontación con el Congreso. Más bien optó por la tercera alternativa.
Hasta ahora, los resultados muestran que mal no le ha ido, más bien lo contrario.
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