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MANO A MANO

Aimar Centeno: “Al fútbol lo tomo como un divertimento, tengo ganas y confío que salga algo”

Acaba de cumplir 23 años y afirma que se siente de gran forma y confiado en tener una nueva chance. A los 16, su vida cambió repentinamente cuando ganó el reality “Camino a la Gloria” que le permitió tener una prueba en el Real Madrid, donde cumplió el sueño de jugar un partido con la número 8 en la espalda. “Nunca lo hubiese imaginado”, dice.

Hace poco más de seis años hubo un chico que mantuvo pendiente a los juninenses con su “Camino a la Gloria” y, los lunes, cuando se emitía el programa conducido por Mario Pergolini, el televisor quedaba en Canal 13 para ver qué ocurriría con Aimar Centeno en el reality que convocó a 12.000 jugadores de todo el país buscando ganar y tener una prueba en el Real Madrid.
El volante nacido en Agustín Roca nunca imaginó ser el elegido del jurado para llegar al Santiago Bernabéu. “Seis meses atrás estaba viviendo en la Pensión de Renato Cesarini, se dio todo muy rápido”, dice tímidamente Centeno, quien a los 14 años ya estaba instalado en Rosario.
A pesar de que las cámaras no son de su agrado, fue el protagonista estelar del ciclo que duró 16 capítulos y se emitió en Argentina y España, en donde lo recibieron como estrella. Luego de su prueba en el club “Merengue” jugó en River y en Chacarita.
Algunos deben preguntarse qué será de su vida: alejado del “show” pero no del fútbol, defiende los colores de Origone, el club de su pueblo, donde aún sueña con una nueva chance para poder vivir de lo que más le gusta hacer: jugar al fútbol.

-¿Cómo fue tu proceso en Renato Cesarini?
-Quedé luego de una prueba y me instalé en la pensión. Los primeros meses me costaron un poco, aunque después me fui acostumbrando. Te hacés amigos de los demás y se hace más llevadero: no era fácil porque me fui de muy chico y al ser de un pueblo tan pequeño no resultó sencilla la adaptación. Además, a mí me encanta jugar al fútbol y allá entrenábamos unas horas, iba a la escuela y luego tenía todo el día libre.

-¿Qué te acordás del primer día de Camino a la Gloria?
-Primero que a las 4 de la mañana estábamos haciendo la cola para ingresar al Campo Argentino de Polo. Las puertas se habrían de 7 a 9: el que no entraba quedaba afuera. Nosotros ingresamos 8.50, sobre la hora, casi no entro. Era impresionante la cantidad de chicos que había, estaba repleto. La primera prueba fue a las 13, estábamos desde las 4, así que no daba más (risas). Al principio te miraban más que nada la técnica. Al otro día lo mismo hasta que quedamos 200 y me llamaron para decirme que estaba dentro de los 42 finalistas: desde ese momento permanecimos concentrados en el Hindú Club como si fuéramos jugadores de primera.

-¿Pensabas que se iba a dar todo lo que vino?
-No. En realidad lo tomaba como un examen más porque en Renato estábamos acostumbrados a tener pruebas en distintos clubes y esto lo veíamos así. Lógicamente, era un poco distinto por la cantidad de chicos, las cámaras y todo lo demás: las cosas se fueron dando solas.  

-¿El tema de las cámaras cómo lo manejabas?
-La verdad mucho no me gustaba. Cuando éramos muchos ni te dabas cuenta. Luego en la etapa final sí y no era de mi agrado: si estaba hablando con los chicos y venían a filmar me iba. Pero siempre me agarraban en el partido con las pulsaciones a mil y alguna putea-da me mandaba (risas).

-¿Cuál fue la enseñanza qué más tomaste en el programa?
-Aprendí muchas cosas, desde la convivencia hasta en la técnica. Nos sentíamos como jugadores profesionales porque nos pasábamos todo el día hablando, viendo y sintiendo fútbol: no teníamos idea que pasaba afuera del predio. Vivíamos para el fútbol.

El día soñado


Un jurado integrado por Perfumo, Delem, Castrilli, Basualdo y Mc Allister, entre otros, debía elegir al ganador entre los 16 finalistas que habían quedado. Los dos en llegar a la instancia definitiva fueron Santiago Martínez y Aimar Centeno quien, en definitiva, fue el mejor jugador del programa. “No lo podía creer porque había mucho nivel”, asevera.

-Cuando se acercaba el final del ciclo, ¿te veías ganador o pensabas que iba a ser algún otro compañero?
-Sinceramente no: veía mucho nivel entre los chicos. Nosotros hablábamos y más de uno me decía que iba a ganar, aunque yo no lo pensaba. Los jurados nunca te daban ninguna pauta.  Lo que me descolocó fue la última noche cuando tuvimos una charla con Roberto Perfumo donde nos marcaba nuestros pros y contras. A mí me dijo: “Preparate el pasaporte porque te vas a España”. Me reí, no lo tomé en serio porque no me iba a decir eso delante de todos, al final tenía razón (risas).

-En el momento que dijeron tu nombre, ¿te sorprendiste?
-Muchísimo. Encima me agarró distraído porque cuando quedamos los dos finalistas esperaba que Mario (Pergolini) dijera algunas palabras antes de mencionar al ganador: tiró el nombre de una y me agarró en las nubes (risas). Fue todo muy emocionante.

En la “Casa Blanca”

Luego de consagrarse, Aimar fue recibido como un héroe en Roca: los vecinos lo esperaron en el peaje y desde allí todos juntos marcharon hacia el pueblo en caravana. Unos días después, viajó rumbo a España, a donde lo esperaba nada menos que el Real Madrid.

-¿Habías soñado alguna vez con conocer el Bernabéu?
-No. Todo lo que vino después del programa fue de regalo. Era demasiado.

-¿Imaginabas que en España te recibieran de esa manera?
-Me resultó increíble, no me lo hubiese imaginado nunca. Cuando estoy por pasar al hall viene Delem y me dice: “Mirá que hay prensa esperándote, pero tranquilo que son muy educados, contesta sin nervios que luego nos vamos al hotel”. Creía que iba a ver dos o tres: estaba lleno de periodistas y de gente. Me pedían autógrafos, increíble (risas).

-La lesión que tuviste, ¿pensás que fue por los nervios?
-Fue un conjunto de cosas porque no soy de lesionarme. Dos días atrás había bajado del avión, nunca había viajado, toda la recepción que tuve y los nervios lógicos de probarme en el Real Madrid. Me amargué un poco porque me sentía confiado. Entrené dos semanas con otros chicos que estaban lesionados y después jugué un partido contra un equipo regional de Madrid con la camiseta negra y la número 8: un sueño. Entrené una semana y luego me dijeron que no había quedado.

-¿Te volviste triste?
-No, uno siempre saca cosas positivas. Esto salió de la nada: fue todo un regalo. Además cuando llegué quedé en River, ¿qué cosa negativa voy a encontrar? No lo sentí como un fracaso: me estaba probando en uno de los clubes más importantes del mundo. Esas semanas en España serán inolvidables.

-¿En River qué pasó?
-Había arrancado con un primer semestre de gran nivel. A mitad de año había una gira por Inglaterra y una semana antes del viaje estaba adentro de los 16 que iban. Pero el último día de entrenamiento el técnico me dijo que no viajaba: a partir de ahí tuve un bajón muy importante y cometí el error de tirar los otros seis meses. Además, me cuesta integrarme y ese viaje me iba a servir para meterme más de lleno en el grupo. No se dio y después no me importó más nada: fue un error de adolescente.

-¿Hoy el fútbol cómo lo tomás?
-Igual que cuando empecé: como un divertimento, entrenando seriamente. Me gusta mucho y quisiera vivir de esto. Todo lo que venga se verá, me siento bien, con ganas y aún tengo esperanzas de que salga algo.

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