El diplomático juninense recorre el mundo hace 30 años.
El diplomático juninense recorre el mundo hace 30 años.
DIPLOMÁTICO DE CARRERA

Un juninense es embajador en Nigeria: “En esta profesión uno se juega todo”

En una entrevista exclusiva con Democracia, Alejandro Miguel Herrero, máximo representante argentino en el país africano, recordó sus raíces, recorrió su trayectoria y ahondó sobre su actual gestión. La vida de un diplomático, a miles de kilómetros de su ciudad natal.

Hace tiempo que Alejandro Miguel Herrero dejó Junín para dedicarse a la diplomacia. Trabajó en Suiza, Panamá, Paraguay y es el actual embajador argentino en Nigeria, pero su vida tras la frontera jamás le permitió olvidarse de sus raíces. 

En una cálida entrevista virtual con Democracia, el diplomático de carrera, dedicado a esto hace 30 años, describió los desafíos de la profesión, la actual gestión en África y las implicancias de trabajar lejos de la familia y sus amistades de toda la vida.

Su vida en Junín

Es una etapa que dejó atrás hace más de 40 años, pero la sangre juninense de Alejandro aún le recuerda la infancia en el barrio Pueblo Nuevo, el básquet, la casaca verdirroja, la escuela Normal y sus amistades.

“Fui testigo de todo el crecimiento del club Ciclista, es muy emocionante”, recordó el diplomático, que debió mudarse a la Gran Ciudad por el servicio militar obligatorio y, finalmente, se quedó para estudiar Relaciones Internacionales.

Hoy, acumula décadas y mucha experiencia, hasta el punto de ser, desde fines del 2020, el máximo representante del Estado argentino en Nigeria. Sin embargo, aunque lejana, su vida en Junín no deja de ser parte de su ADN. “No me quedó ningún lazo familiar, pero sí amistades. Hace bastante que no vuelvo, cuando me toque regresar a Argentina voy a hacer un viaje”, expresó Alejandro.

Una profesión no convencional

La diplomacia implica un trabajo continuo y silencioso en pos de defender los intereses nacionales y cumplir con determinados objetivos estratégicos. El nivel de compromiso exigido, por ende, es muy elevado.

Así lo describió Herrero: “Es una vida muy rara, tiene sus propias posibilidades, sus encantos, su belleza y sus desafíos, pero también tiene sus bajos”.  Cabe señalar que, en la carrera diplomática, se atraviesan diferentes rangos y grados, de acuerdo a la trayectoria. La posición más importante es la del embajador, pero, para llegar allí, Alejandro recorrió un largo camino.

Su primer destino fue Suiza. Desde 1997 al 2004 vivió en Berna, donde ofició como tercer secretario de embajada. Entre 2006 y 2012, ya con el cargo de consejero, Herrero fue enviado a Panamá, lo que describió como “una muy linda experiencia, muy demandante y de mucho trabajo”. Por su parte, antes de convertirse en embajador en Nigeria, fue también Cónsul General en Asunción, la capital paraguaya.

Vivir de forma itinerante es abrir y cerrar etapas continuamente, en diferentes países y con distintas condiciones de vida y laborales. Sin embargo, aclaró el embajador, “los diplomáticos de carrera -como él- no están atados a los mandatos presidenciales”. Así lo indica la Ley 20.957, que regula la actividad de los funcionarios del servicio exterior e, incluso, establece un régimen jubilatorio particular.

En dicho sentido, Herrero se expresó contra las voces que tienden a poner a todos los diplomáticos “en la bolsa de los cargos políticos”, y señaló que, en su caso, no reciben “jubilaciones de privilegio”, sino que aportan toda su carrera 18% de sus ingresos.

“Tenemos una jubilación fuera de lo normal, pero nuestra vida también es fuera de lo normal”, destacó, y recordó que comúnmente ello impide a sus cónyuges trabajar, “por lo tanto no tienen jubilación y dependen 100% de lo que recibe el diplomático”. Entretanto, cumpleaños, fallecimientos, alegrías, y tristezas pasan a kilómetros de distancia de su lugar de trabajo.

Todo eso Alejandro lo sabe, pero es la pasión que lo engrandece desde hace 30 años. “En esta profesión uno se juega todo, pero, sin dudas, la volvería a elegir”, expresó.

Su gestión en Nigeria

La República Federal de Nigeria es uno de los países más importantes del continente, que implica grandes desafíos de gestión, además, por la diversidad religiosa, étnica y lingüística.

Alejandro Miguel Herrero atraviesa su tercer año como embajador argentino en Nigeria. Cuando ingresó, a fines del 2020, tenía también a su cargo 19 concurrencias, es decir, otros países en la órbita de la embajada. Hoy, el número se ha reducido a 6, para facilitar el funcionamiento. “Es mucho más manejable y permite que se pueda prestar la atención debida a cada uno de esos países”, afirmó.

Construir una buena relación diplomática no es algo que se logra de un día para el otro, y depende en gran medida de la predisposición de los actores involucrados, como autoridades locales, Cancillería y los ministerios. Además, la relación con el empresariado local es prioritaria en la gestión del embajador argentino. “Yo estoy muy dedicado al desarrollo de la promoción comercial. Busco que empresas y fabricantes argentinos puedan exportar sus productos a Nigeria”, explicó.

En dicho sentido, el diplomático destacó que el vínculo comercial “está en un momento bueno”, dado que “las exportaciones argentinas en los últimos tres años se han incrementado exponencialmente”. Además, apuntó a la oportunidad comercial que se abrió para Argentina a raíz de la guerra en Europa del Este.

No obstante, en su caso, están abocados a otros productores argentinos, sobre todo pymes, para que puedan ingresar sus alimentos, maquinarias y hasta medicamentos al país africano. “Necesitan el apoyo de un socio local que les indique qué clientes son confiables y qué caminos son convenientes”, agregó.

Recientemente, por ejemplo, llegó a Nigeria el primer radar de uso civil exportado por Invap, que será utilizado para el control del tránsito aéreo. “Eso es un hito importantísimo para la historia del comercio bilateral entre ambos países”, afirmó Herrero y, esperanzado, señaló que “hay intenciones de que la relación continúe en esa línea”.

No obstante, no todas las negociaciones son exitosas, y el esfuerzo permanente en la promoción comercial se debe a que, según el embajador, “no es un mercado fácil porque hay muchas restricciones”. Un claro ejemplo es el de la imposibilidad de exportar carne argentina a Nigeria, pero, en contrapartida, el país africano es uno de los más importantes compradores de caballos de polo a nuestro país. “Si uno persiste, persevera y trabaja, se pueden hacer muchas cosas”, destacó el diplomático.

No obstante, cabe señalar que, de acuerdo a sus estimaciones, la cantidad de argentinos en el país no superaría la centena y, por ello, la función diplomática está notablemente anclada en el vínculo comercial. 

Desafío constante

Los buenos resultados implican, necesariamente, una buena gestión. Para Alejandro, ello no se restringe al trabajo dentro de las paredes de la embajada. “Nigeria no es un país sencillo. Adaptarse también implica tener colegas de otras embajadas, no sólo por cuestiones laborales y estratégicas, sino también por lo social”, afirmó.

Asimismo, con una dotación de personal numerosa, el diplomático señaló que ello le permite “trabajar tranquilo” y observó que el trabajo consular realizado es muy intenso, entre reunificaciones familiares, adopciones y visas de negocios. 

Sin dudas, defender los intereses nacionales en otro país es atravesar un desafío constante, dado que lo político-institucional también impone sus límites. Al respecto, el embajador explicó que Nigeria cuenta con “una democracia que funciona, en la que el pueblo elige a sus presidentes y se respetan los términos constitucionales”. Además, destacó el notable federalismo en una República de más de 200 millones de habitantes y que en 2030 podría convertirse en el tercer país más poblado del mundo.

Por su parte, el complejo tejido social también se articula con una estructura de “líderes tradicionales”, vinculados a la religión y a la época colonial, que ofician de nexos entre el pueblo y los gobernantes y cuentan con una estructura administrativa y de poder muy notable.

La familia

Junto a su esposa y compañera, Alejandro también construyó una familia con tres hijos. Hoy son adultos y cada uno eligió su camino, pero, cuando chicos, todos viajaban a cada destino con el diplomático.

Aunque seguir la agenda de un embajador no es sencillo, entre la exposición, los compromisos y las misiones específicas, lo prioritario siempre fue encontrar comodidad, calidad de vida y formación para los más pequeños. En Suiza, por ejemplo, nació su último hijo, hoy dedicado a la aviación en Córdoba, y Herrero recordó que “era un lugar muy cómodo y muy lindo para vivir en familia, con muchas posibilidades”.

Sin embargo, la contracara es que, actualmente, la familia sólo puede encontrarse esporádicamente. Otro de los gajes del oficio. “Uno va perdiendo hijos”, afirmó Herrero que, además, agradeció el apoyo incondicional de su esposa en sus 30 años de carrera por el mundo. “Ella fue, y es, un gran soporte”, expresó, y recordó que dejó de lado su propia carrera como abogada para acompañarlo en su profesión. 

Una parte de Argentina en el mundo  

Trabajar a miles de kilómetros de casa es también llevarse un fragmento del país. “Cuando voy a la embajada todos los días, llego a un pedazo de Argentina”, afirmó Alejandro. 

Es que el mate no es la única costumbre que se mantiene en pie, sino que también se busca conseguir hasta los alimentos más básicos. En dicho sentido, el embajador agradeció que, en muchos envíos, les llevan productos típicos de Argentina, como dulce de leche y galletitas. “Hoy los tengo en una caja fuerte”, afirmó, entre risas.

Incluso dentro de su casa, Herrero no olvida sus raíces. “Uno trata de traer y de poner su parte, su pedazo de Argentina y su familia, para que no se convierta en algo impersonal”, señaló. Cabe destacar que, en Nigeria, así como en muchos otros países, Argentina tiene buena prensa, y eso facilita el trabajo de los diplomáticos, dado que, tal como aseguró el embajador, “con sólo nombrar el país, mencionan a Messi o Maradona, y eso ayuda a romper el hielo”.

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