“Se tiene que recuperar el déficit hídrico de los últimos tres años”, dijo Balestrasse.
“Se tiene que recuperar el déficit hídrico de los últimos tres años”, dijo Balestrasse.
NO HAN SIDO SUFICIENTES PARA REVERTIR LA SEQUÍA

Pese a las lluvias, las lagunas de Junín y el río Salado no recuperan los niveles

Si bien la lluvia llegó a tiempo para recomponer los suelos, de cara a la siembra de trigo, no contribuye a solucionar el grave problema que padecen varias regiones del país, donde los ríos quedaron literalmente secos o con agua estancada.

Pese a las lluvias que se vienen generando en la Región, los niveles de las lagunas de Junín y el río Salado continúan afectados por la sequía histórica de los últimos tres años provocada por “La Niña”. 

Las precipitaciones de los últimos meses y el clima frío, en el que se produce menor evaporación, no fueron suficientes para revertir la tendencia. 

Si bien la lluvia llegó a tiempo para recomponer los suelos, de cara a la siembra de trigo, no contribuye a solucionar el grave problema que padecen varias regiones del país, donde los ríos quedaron literalmente secos o con agua estancada.

Al respecto, el titular de Obras Públicas del municipio de Junín, Marcelo Balestrasse, afirmó a Democracia que “como mínimo, primeramente se tiene que recuperar el déficit hídrico de los últimos tres años”.

“Acá llueven 900 milímetros al año y en lo que va de 2023 llovieron 300 milímetros y el año pasado otros 300”, comparó. 

Y destacó que Mar Chiquita está “absolutamente vacía, y no recibe agua de los afluentes, así que va a tardar mucho tiempo”. Ese reservorio alimenta las lagunas de Gómez y El Carpincho, y río abajo. 

“Hasta que no llevan 500, 600 o 700 milímetros en pocos meses, no creo que se recupere”, concluyó Balestrasse.

Precipitaciones excesivas 

Tras lo vivido por los productores agropecuarios en la campaña que está finalizando, se viene el fenómeno del El Niño y se pronostican precipitaciones excesivas, que podrían comenzar este mes y prolongarse hasta el primer semestre del próximo año. Así lo adelantó un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El impacto de la sequía provocó pérdidas en la agricultura y en el ingreso de divisas. Ha sido uno de los principales factores que han determinado el rumbo económico del país en los últimos años, incluso siendo uno de los aspectos fundamentales a considerar en la renegociación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Ahora, se vislumbra un cambio en las condiciones climáticas que plantea nuevos desafíos y oportunidades para el sector agropecuario argentino.

Entre el alivio y la preocupación

Si bien las lluvias podrían aliviar el efecto de la sequía en la producción agrícola, existen riesgos asociados a los excesos de precipitaciones, especialmente en la región central del país. El estado fenológico de los cultivos, en particular el trigo, será determinante para evaluar el impacto que estas intensas lluvias puedan tener.

La FAO destacó la importancia de una acción temprana y de fortalecer la resiliencia de las comunidades agrícolas ante los cambios climáticos.

La llegada de lluvias excesivas también se observa en otros países de la región, como Uruguay y Paraguay, mientras que Brasil, el principal productor mundial de soja, enfrenta la amenaza de una sequía. Estas condiciones climáticas contrastantes plantean un escenario complejo para la producción agrícola en la región, con efectos que podrían trascender las fronteras y afectar el comercio internacional de alimentos.

Ante este panorama, los agricultores analizan el escenario para afrontar los desafíos que suponen las intensas lluvias. La planificación y la implementación de estrategias de gestión de recursos naturales se vuelven fundamentales para minimizar los impactos negativos en los cultivos y garantizar la recuperación del sector agropecuario. Además, se abre una oportunidad para repensar la forma en que se gestionan los recursos hídricos y promover prácticas más sostenibles.

En definitiva, Argentina se encuentra en un momento de transición climática, donde la sequía deja paso a las intensas lluvias. La capacidad de adaptación y la búsqueda de soluciones innovadoras serán clave para superar estos desafíos y aprovechar las oportunidades que se presentan.

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