diego maradona
TRIBUNA DEL LECTOR

Pobre Diego

Pobre Diego. Lo dejaron solo y abandonado. Quienes tenían la obligación jurídica, moral y familiar de cuidarlo parecen ser las víctimas y damnificadas y los médicos los victimarios.
¿Y Diego? Merecía morir como un Rey, en todo sentido. En un lugar adecuado y con la atención debida.
Sin embargo, no tuvo ni lo uno ni lo otro. Además de abrir sólo los celulares de los médicos podrían investigar los de su entorno para constatar el grado de interés y preocupación por el enfermo.
Cualquiera sea el perfil desde donde se lo juzgue, el de Sebrelli, Kovadloff, el presidente Macron o del desaparecido Fontanarrosa, quedará en el recuerdo colectivo y universal, el cara sucia, simpático, con pechito erguido y esa expresión de sorpresa combinada con la picardía innata que le permitían sus imprevisibles, magistrales y chaplinescas jugadas que hicieron que millones de personas, extrañas al ámbito futbolístico, llegaran a amarlo.
Su vínculo con la pelota fue sacramental y lo expresó cuando consciente de sus debilidades y desvíos personales aclaraba y exigía que “la pelota no se manche”.

Oscar Peretti
DNI 4.973.732

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