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OPINIÓN

La valorización financiera a contramano de la producción está condenada a defraudar

Desde hace meses, la "Economía" es reconocida como el principal problema a resolver por el próximo gobierno. Sin embargo, no todos hablamos de lo mismo cuando hablamos de "Economía".
Algunos pensarán en el desempleo, que prácticamente no deja familia sin afectar y de cuyo crecimiento tuvimos confirmación estadística hace unos días. Otros pensarán en la caída de la actividad económica, causa y consecuencia del derrumbe del sector comercial y productivo orientado al mercado interno. Otros en el aumento de la pobreza, un número que es 32% para el Indec, 36% para otros investigadores, y que no es un número sino una injusticia flagrante para quince millones de compatriotas, y una amenaza cierta para otro tanto.
El gobierno, mientras tanto, piensa en otros términos. ¿A cuánto pongo la tasa para que no aumente el dólar, a cuánto me banco el dólar para que no impacte en los precios, a cuántos empleados despido y cuánto recorto la inversión social para bajar el déficit? Esas parecen ser las preguntas únicas que los desvelan cuando se ocupan de la Economía. La producción, el empleo, son objetivos secundarios. Si hay que subir las tasas para cumplir con la ortodoxia del programa que les impuso el FMI y así se cae en recesión, lo consideran apenas daño colateral.

La pregunta que hoy se hace quien está en condiciones de decidir una inversión es: ¿Apuesto a la producción o coloco mi dinero en alguna opción financiera?

En el escenario que se genera, surgen nuevas reglas para los actores. La pregunta que hoy se hace quien está en condiciones de decidir una inversión es: ¿Apuesto a la producción o coloco mi dinero en alguna opción financiera? Una pregunta retórica, puesto que nadie invierte en algo productivo cuando los intereses que le ofrece el banco son varias veces superiores a sus mejores expectativas. Mientras que la pregunta que se hace quien necesita financiamiento para seguir produciendo es ¿Cómo hago con mi empresa para ganar lo suficiente que me permita seguir y además pagar los intereses exorbitantes que me cobra el banco o el usurero en última instancia?
Puesto que la condición necesaria para que alguien asuma un riesgo e invierta productivamente es que pueda obtener una ganancia mayor que la que ofrece confortable y seguramente un plazo fijo, con entusiasmo o con resignación los actores se adaptan a esas nuevas reglas y acaban por abandonar los emprendimientos productivos. Como constatación, obsérvese cómo cae la venta de maquinaria agrícola, siendo que por prometedor que resulte el horizonte para aumentar la cosecha, no se compara con el rendimiento que ofrece una inversión financiera. 
El problema es que esta lógica no respeta la naturaleza de la economía, ni la del capitalismo, ni ninguna otra, por lo que los "ganadores" de hoy pueden convertirse en los perdedores de mañana. La historia argentina es pródiga en ejemplos al respecto.
Lo que genera riqueza es la Producción. La especulación financiera obtiene una ganacia sostenible en el tiempo solo cuando actúa como un servicio para la Producción. El dinero no produce más dinero. Su ganancia está en financiar emprendimientos productivos de la economía real. Esa es la función que vuelve razonable el nacimiento y la existencia de los Bancos. Intermediar financieramente entre quien aspira a una valorización financiera de su capital y quien necesita financiamiento para producir. La riqueza siempre sale de la producción. ¿Qué pasa cuando esta lógica se altera? 
En la Argentina de hoy observamos que la Producción se cae a pedazos; que la especulación paga dividendos exorbitantes; mientras la ganancia de los bancos por su intermediación financiera está mermando. ¿Cómo es posible?
La explicación está en el tipo de inversión que le está haciendo ganar mucha plata a los bancos. El negocio está en apostar a las Leliq (Letras de liquidez), un instrumento creado por el BCRA para "secar la plaza" y evitar que el dinero vaya al dólar. Estas Leliq pagan hoy a los bancos (los únicos que pueden participar) un interés cercano al 70%, muy por encima de lo que los bancos pagan por plazo fijo a los ahorristas (que también es un rendimiento mucho mayor a los que rinden las empresas que producen). Este instrumento ha tenido un éxito relativo hasta ahora para contener la subida del dólar y su traslado a precios. Sin embargo, tiene un límite. 
Si los que apuestan a plazo fijo empiezan a desconfiar de las posibilidades de cobrar realmente esas tasas con que los seducen los bancos; o si los bancos evalúan que el BCRA no podrá devolver lo invertido en Leliq más sus intereses, correrán a posiciones más seguras (que en la tradición nacional es ponerse en dólares). ¿Y qué cosa podría generar esta desconfianza? Respuesta: ¡que el Santo desconfía de una limosna tan grande que, además, es ofrecida por un feligrés desesperado! 
Las Leliq absorben todos los recursos de la economía para financiar el plan de un gobierno que cae en la intención de voto; no se sabe si el próximo pagará la cuenta de éste; no se sabe cómo hará este mismo gobierno para pagar en caso de que reelija; la caída de la economía real empieza a presentar problemas en la cadena de pagos y a complicar lo más genuino de la actividad bancaria; el FMI pide cada semana pruebas de amor más dolorosas... Y en ese marco, el BCRA muestra su desesperación permitiendo que los Bancos utilicen el 100% de sus depósitos a plazo fijo para seguir financiando su festival de Leliq. Todo para ellos.
Cualquiera con un poquito de experiencia entiende que lo que se le está diciendo es "Nunca es caro lo que no se va a pagar". Y la experiencia de los timberos en la Argentina es muy profunda: a los últimos les dan un papelito.

(*) Concejal por Unidad Ciudadana. 

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