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ENFOQUES

El mundo sigue pendiente de la “guerra comercial” entre Norteamérica y China

Donald Trump dijo que hay “muy buenas posibilidades de lograr un acuerdo” con China y alentó la idea de que el camino que comenzó a recorrerse para bajar la tensión comercial en el porteño Palacio Duhau el 1 de diciembre pasado termine en su mansión de Mar-a-Lago el mes próximo con un apretón de manos definitivo con Xi Jinping.
Trump habló de esa forma tras un encuentro en el Salón Oval del que participó junto a sus asesores y enviados chinos, pero las probadas dotes de vendedor del presidente estadounidense no convencen a todos.
Al tratarse de una “guerra” que más que comercial es política, en la que se juega la velocidad a la que China podrá superar como potencia a Estados Unidos, lo que está sobre la mesa son mucho más que aranceles.
El propio Trump lo dejó en claro cuando dio a entender que Estados Unidos podría olvidar lo que ahora considera graves cargos contra la empresa Huawei por robo de tecnología, en el marco de un acuerdo amplio.

Al tratarse de una “guerra” que más que comercial es política, en la que se juega la velocidad a la que China podrá superar como potencia a Estados Unidos, lo que está sobre la mesa son mucho más que aranceles.

Sobre este punto, el diario The New York Times habló de las “preocupaciones” que existen acerca de si fiscales y organismos de inteligencia acatarán ese tipo de directivas que bajen de la Casa Blanca.
Los cargos contra Meng Wanzhou, la responsable financiera del poderoso grupo empresario chino, siempre fueron tomados con pinzas con Trump, quien desde el inicio dijo que si él tenía que intervenir en el caso en función de la negociación con China lo haría.
La estrategia luce desprolija porque, como también lo recordó el diario, la administración norteamericana viene presionando a otros países para que pongan en entredicho a la compañía china de telefonía celular.
No es el único coletazo de estas negociaciones que pueden tener repercusiones en distintos puntos del globo: por ejemplo, en las últimas horas, el secretario de Agricultura estadounidense, Sonny Perdue, confirmó que en las charlas entre Trump y los chinos en el Salón Oval se acordaron más compras de soja del país asiático. 
Precisó que China se “comprometió a comprar 10 millones de toneladas métricas adicionales” de porotos de soja y vaticinó que vendrán “más buenas noticias”.
Dicho de otro modo: el “sube y baja” en el ánimo general sobre un posible acuerdo entre ambas potencias es seguido de cerca por los mercados globales.
De esa gran maquinaria, los que suelen quedar más expuestos a esos vientos son los papeles de los llamados “mercados emergentes”.
Es que si se contagia el optimismo de un período de crecimiento económico global, los productos primarios que suelen exportar los países del Sur podrían ser más demandados y sus posibilidades de aprovechar el buen clima crece.
Pero no sólo las cosas todavía podrían salir mal, sino que además, los elementos que están sobre la mesa de negociación entre Washington y Beijing pueden generar “daños colaterales” de los más diversos.
Ahí aparece también en la mira el club de los países desarrollados, a los que el tironeo tecnológico -pero también por la primacía bélica- entre Trump y Xi puede dejar mal parados.
Y esto para no contar las porciones del mapa global donde se juega una verdadera “nueva guerra fría” entre China y Estados Unidos.
Basta escuchar el informe que los jefes militares del Comando Sur y del Mando África ofrecieron a senadores estadounidenses este mes donde los legisladores no hacían más que preguntar acerca de la influencia china en ambos continentes.

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