None

Macri y la palabra devaluada

El fracaso de la gestión de Cambiemos comenzó con la devaluación de la palabra. Esa es la primera gran crisis. La pérdida del valor del peso fue solo una consecuencia posterior de la crisis de confianza y credibilidad que a lo largo de tres años produjeron las promesas incumplidas del gobierno. La mayoría de la sociedad se siente defraudada. La distancia entre el Macri candidato y el Macri Presidente es tan grande como la distancia entre la verdad y la mentira.

Eso creen y sienten los trabajadores que pagan ganancias (el doble de los que lo hacían en 2015), los exportadores que son castigados por retenciones mientras se predica la inserción al mundo, los pequeños empresarios y comerciantes que están asfixiados entre tarifazos e impuestos, los que perdieron empleos, ingresos y derechos cuando se les dijo que iban a conservar todo lo que tenían, etc.

La realidad habla por sí misma y es irrefutable. El supuesto mejor equipo de los últimos 50 años fracasó rotundamente, fue incapaz de controlar la inflación, bajar la pobreza y crear empleo. Los problemas que, según dijeron, eran fáciles de resolver, hoy le siguen complicando la vida a los argentinos y argentinas. 

En este marco, el Presidente estará inaugurando, por última vez, el periodo de Sesiones Ordinarias en el Congreso de la Nación. Los argentinos esperamos escuchar propuestas y soluciones reales para salir de la crisis que agudizó su gobierno. Necesitamos saber si utilizará los nueve meses que le quedan para intentar revertir la situación a la que nos ha traído o si seguirá, como hasta ahora, insistiendo con las mismas recetas.

El país necesita recuperar el valor de la palabra presidencial. La plata no alcanza, los precios no paran de aumentar, el sistema productivo está en declive, se destruyen puestos de trabajo, aumenta la deuda y nuestro país todos los días suma un nuevo condicionante que nos condena al fracaso. En este escenario, se requiere un estadista en ejercicio, no un candidato en campaña.

En 2015, Macri nos dijo que el éxito de su gestión iba a depender de dos variables clave: “pobreza cero” y “unión de los argentinos”. El fracaso es evidente. Los conceptos más utilizados en sus discursos son “Argentina”, “país” y “todos”. Pero la Argentina es, cada vez más, un país para pocos. La campaña permanente y la inflación de promesas no pueden ocultar la realidad.

Hace unos días, el Presidente expresó que, en un imaginario segundo mandato, “haría todo lo que tiene que hacer”. No es una promesa, es una confesión. Una confesión de lo que no hizo, de lo que no cumplió. Argentina perdió tres años, dejó pasar una oportunidad única, pero no podemos seguir lamentándonos. Ahora, quienes estamos comprometidos con la construcción de un proyecto país que termine con la improvisación y el cortoplacismo, quienes estamos creando un espacio amplio, plural, con capacidad de diálogo, con identidad y vocación federal, quienes nos proponemos para representar a la enorme mayoría que quiere y espera otras políticas, tenemos que ofrecer una alternativa a este Gobierno y trabajar, de verdad, por un futuro mejor. 

COMENTARIOS