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CLAVES PARA ENTENDER

Inflación: ¿Cuál de todas?

El martes pasado, en medio de una entrevista televisiva y cuando se esperaba la publicación del índice del mes de noviembre, el periodista me preguntó en cuánto iba a cerrar la inflación en el año. Mi respuesta lo desconcertó un poco. Haciendo una pausa le repregunté “¿cuál de todas?”.
La inflación, como es sabido, es el aumento generalizado y sostenido de los precios, pero el problema es que cuando hay cambios en los precios relativos y actualizaciones de tarifas reguladas que impactan distinto dependiendo de la región del país que se considere, no se produce el mismo aumento proporcional en todos lados. Así, por ejemplo, en los primeros 11 meses del 2016 hubo 39,3% de inflación en la Ciudad de Buenos Aires, pero solo 31,99% en Córdoba, porque en esa provincia mediterránea la luz y el gas no tenían tanto subsidio como en el Área Metropolitana de Buenos Aires y por lo tanto el tarifazo impactó proporcionalmente mucho menos.
Del mismo modo, en diciembre del año pasado, por la combinación de la devaluación y la quita de retenciones los precios subieron en promedio 3,9% en Buenos Aires, pero en San Luis la inflación fue casi el doble, llegando al 6,5%. Ocurre que tanto los aumentos del dólar como la baja de los impuestos a las exportaciones, hacen subir el precio de los alimentos, pero cuando compramos en el supermercado un kilo de fruta, o un alimento confeccionado en base a harinas, en realidad estamos comprando mucho más que el producto concreto que ponemos en el changuito; pagamos también la logística de traslado desde la tranquera hasta la ciudad, el almacenamiento y la disposición en un local de compras. Abonamos el sueldo del cajero del súper, los impuestos del negocio y el alquiler del local.
Eso explica por qué en las regiones donde se pagan menos costos de transporte, los alquileres son más baratos y los salarios de los repositores y los cajeros del súper son más bajos, el impacto proporcional del aumento de los precios de producción de la harina, el arroz o el pan serán más altos. Por eso en San Luis la inflación de diciembre fue mucho más alta que en Buenos Aires, porque en Capital Federal se licúa el aumento en una cadena de intermediación que tiene un peso más significativo. Por la misma razón los puntanos sufrieron una inflación mucho más baja en lo que va del 2016, porque los servicios pesan menos allí.

¿Inflación anual, trimestral o mensual?
Pero no solamente vamos a cerrar el año con una inflación muy inferior en el interior que en Buenos Aires, sino que la otra paradoja es que mientras que la inflación interanual en la ciudad del obelisco trepa al 44,8%, en el último mes los precios solo aumentaron 1,6%, una tasa que anualizada arroja 21%, menos de la mitad que la de los últimos doce meses.
Otra manera de entender la inflación es pensarla como la velocidad a la cual se mueven los precios. Si usted sale para Mar del Plata y llega a la feliz en cuatro horas habrá promediado 100 kilómetros por hora. Sin embargo, para ingresar a la ciudad deberá levantar la pata del acelerador puesto que la velocidad de ingreso permitida es de solo 40. Es evidente que resulta inútil saber que el coche promedió 100 kilómetros por hora, para entender lo que está pasando mientras usted transita por la Avenida Colón o por el Boulevard Peralta Ramos. Para eso es preciso mirar la velocidad de los últimos cinco minutos, no de las últimas cuarto horas.
Por la misma razón, para comprender la magnitud del problema inflacionario actual, no tiene sentido mirar la inflación acumulada en los últimos 12 meses, porque los precios no corren hoy a una velocidad del 44,8%, sino que han frenado significativamente su ritmo y hoy se mueven a una velocidad, que anualizada es del 21%.
Pero si alguno tiene todavía alguna duda de qué inflación mirar, voy a explicarlo con un ejemplo que va por el camino del absurdo. Si en los próximos meses el aumento de los precios se mantuviera en los mismos guarismos de noviembre pasado, la inflación interanual bajaría todos los meses hasta fines del 2017 y alguien podría decir que la inflación no para de bajar, aun cuando los precios siguen moviéndose todos los meses a la misma velocidad; un disparate.
Por eso, a la hora de hablar de inflación no hay un único número que refleje lo que realmente está pasando, sino que dependiendo de qué pregunta se quiere contestar convendrá prestar atención a un indicador y no a otro. Si queremos saber cuánta capacidad adquisitiva perdió la moneda local en la Ciudad de Buenos Aires será correcto mirar el 44% de inflación interanual, pero esa no fue la magnitud de los aumentos en el interior del país, donde la potencia de compra del dinero cayó mucho menos. Si pretendemos en cambio entender si las políticas antinflacionarias del gobierno están funcionando, el dato a mirar es la velocidad a la cual se mueven los precios ahora, no hace doce meses, y ese ritmo es el más bajo de los últimos 7 años.


(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la Unnoba, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) y autor de “Casual Mente” y “Psychonomics”.

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