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LA HUELLA DE RAUL ALFONSIN EN LOS 25 AÑOS DE DEMOCRACIA

El hombre que marcó una época en la política del país

Fue el primer presidente tras el fin de la dictadura y el impulsor del juicio a las juntas. Hasta el final de su vida, luchó por estabilizar el sistema democrático. Cobos decretó tres días de Duelo Nacional - A los 82 años falleció el ex presidente Raúl Alfonsín - Homenaje a Raúl Alfonsín, padre de la democracia - Galería de Fotos

El 10 de diciembre de 1983, al recibir la banda y el bastón de mando del último presidente militar del país, Raúl Alfonsín materializó dos momentos históricos de la Argentina: el retorno definitivo de la democracia y la primera derrota del peronismo en las urnas. Sus dos manos juntas y en alto habían eternizado meses antes el triunfo en los comicios, hito que abrió otra página en la historia nacional y puso fin a un siglo de alternancia entre dictaduras y gestiones nacidas en las urnas.
Un mensaje de esperanza democrática y la evasión cuidadosa de todo conflicto durante la campaña electoral, lo habían llevado a quedarse con el 51,7 por ciento de los votos.
Se convirtió así en la cara de la primavera democrática en un país sesgado por una profunda crisis económica y los aún frescos fantasmas de la dictadura.
La llegada a la Presidencia no había sido casual, aunque había contado con la ayuda de una de las mayores y más recordadas torpezas electorales del peronismo, la quema durante el cierre de campaña de un ataúd con su nombre y la sigla del radicalismo.
Sus promesas electorales habían girado en torno al nuevo rol que ocuparían los militares durante su Gobierno y al arduo trabajo que encararía para reivindicar los derechos humanos que había socavado el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, iniciado el 24 de marzo de 1976.
Su primera acción de gobierno fue crear la CONADEP, órgano que estuvo integrado por figuras de renombre nacional e internacional, con el objetivo de investigar a los miles de desaparecidos durante el gobierno militar.
Lo siguiente fue el Juicio a las Juntas -primero en su tipo en  Latinoamérica-, proceso que fue catalogado por el propio Alfonsín como "una clara señal hacia el futuro, que constituyó el camino para un castigo ejemplar".
Esa política le costó tres levantamientos carapintadas que fueron sofocados con algunas concesiones como las leyes de obediencia debida y punto final que favorecieron a involucrados en delitos contra la humanidad.
Su gestión se había iniciado con fuerte respaldo popular, aunque los problemas que le generaron la hiperinflación, los levantamientos militares, las presiones sindicales y el desorden social -que incluía saqueos y estado de sitio-, hicieron que Alfonsín adelantara las elecciones y dejara el poder cinco meses antes en manos de Carlos Menem. Al recordar esa época, explicó que "ya nadie creía en la gobernabilidad" de su gestión, por lo que, "para no poner en riesgo las instituciones", tuvo que entregar el mando de manera anticipada.
"Todos me pedían la entrega del poder. Por eso hoy me fastidia tanto cuando dicen que me escapé del poder", añadió ofuscado, cada vez que rememoró el episodio. Sin embargo, con los aires de quien se jacta del deber cumplido, aseguró: "nunca habrá nada de qué acusarme".
Su ingreso en plena juventud a las filas del radicalismo marcaría la pasión que demostró durante su carrera política por las banderas de Alem e Yrigoyen, insignias que representó tanto en el Poder Ejecutivo, como desde ambas cámaras del Parlamento.
"Tener convicciones e ideales, y ser leal a ellos" -tal como se definió a si mismo dentro de la política- le permitió erigirse como el líder natural contemporáneo de la UCR, con potencia aún mayor luego de finalizado su mandato.
En la política nacional de las últimas dos décadas Alfonsín mostró su perfil de dirigente trasgresor de las estructuras y conformó alianzas y acuerdos con el justicialismo y referentes de otros espacios políticos, aunque con escaso éxito.
El pacto de Olivos y la posterior reforma constitucional de 1994 partió de una de sus ideas para reposicionar al alicaído radicalismo, espacio que siguió careciendo de reconocimiento popular durante las elecciones legislativas del año siguiente.
Promovió acuerdos electorales para participar de los comicios nacionales de 1999 y 2007, primero con la Alianza, que encabezó Fernando de la Rúa, y luego la Concertación Una, que tuvo como candidato al justicialista Roberto Lavagna.
En la memoria colectiva, Alfonsín inmortalizó frases como "La casa está en orden", en medio del levantamiento carapintada encabezado por Aldo Rico; y "con la democracia se vive, se come y se educa", uno de sus caballitos de batalla durante la campaña por la Presidencia.
"Un médico por ahí", fue otro de sus clásicos durante en los actos públicos; y "a vos no te va tan mal, gordito", continúa siendo una de las más recordadas, dirigida a un manifestante que lo cuestionaba durante un acto de gobierno en Neuquén.
Hasta sus últimos tiempos, participó activamente en la vida partidaria de la UCR, y en marzo de este año volvió a llamar "a la reconstrucción" del espacio, en un acto realizado por el cierre de un comité porteño del barrio de Caballito.
"Sin preguntarnos qué pasó, encontrémonos de nuevo", sintetizó Alfonsín sobre la situación del radicalismo, cerrando así una de sus últimas apariciones públicas.
Nacido el 12 de marzo de 1927 en la localidad bonaerense de Chascomún, Alfonsín se casó en 1949 con su novia de la juventud, María Lorenza Barreneche, con quien luego tendría 6 hijos.
Ya recibido de abogado, en 1950 comenzó su actividad política en el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la Unión Cívica Radical, y obtuvo su primer cargo electivo en 1954, como concejal de Chascomús.
En 1958 fue elegido diputado provincial en Buenos Aires, y en 1963 diputado nacional por la UCR del Pueblo (UCRP), cargo que repetiría en 1973, como candidato de la UCR.
En 1976, con la muerte de Ricardo Balbín, se convirtió en el principal referente del radicalismo, hasta que en 1982 se erigió como el candidato a presidente del radicalismo, tras la declinación de la candidatura de Fernando De la Rúa.

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