Héctor Rufino Mastrángelo: “El Gringo”
FÚTBOL

Héctor Rufino Mastrángelo: “El Gringo”

Fue una institución en la Municipalidad de Junín y un árbitro de primera línea en los ´60 y ´70.

Nací en el barrio de las Morochas. Todo tierra. Un barrio unido, de gente muy humilde y solidaria.

Me acuerdo que llovía un poco y se inundaban las calles, no se podía salir, se andaba chapoteando barro.
En calle Alsina había un puente de hierro que los días de lluvia se usaba para pasar de un lado al otro. Entonces con los pibes del barrio íbamos a abrirlo y cerrarlo. Le cobrábamos un centavo a la gente por el servicio y con eso rajábamos a comprarnos las tortas negras a la panadería. Si casi no teníamos para comer. Eran tiempos duros.

Salíamos a buscar huesos y vidrios por las calles para venderlos y poder comprar el pan. El único trabajo que había era la cosecha y solo en temporada. 

Fui a la Esc. Nº 7 hasta quinto grado y más adelante, de noche, terminé el sexto grado.

Quedé huérfano a los cinco años y me crió mi abuelita. Entonces a los once años tuve que salir a trabajar. Me tomaron en lo Remy para atender los colectivos blanco, azul, rojo y verde. Estuve hasta los 16 años y tuve la suerte de entrar a trabajar en la Municipalidad. Ni camiones había, se hacía todo a caballo, hasta que fueron comprando vehículos. Estaba Blasi de intendente, se fue de diputado y llegó Manifesto que era inspector del ferrocarril. Luego llegó un interventor, Coppello, que era militar. Pasé 27 intendentes.

En 1972 entró como intendente Carlos Fernández. Gran administrador. En una recorrida por los talleres llegó a la hora de la merienda. Y vio que unos comían y otros miraban.  Entonces compró sanguches de jamón y queso para todos, al otro día nomás. Este intendente hizo limpiar toda la ciudad que era una mugre. Estaban Orsi, Quiroga, Alesina, entre otros.

Un día me llamó el administrador del Corralón, de apellido Rincón, porque tenía que ir a Bs. As. a acompañar con el camión a Rafael Coria. Ni sabía a donde iba. Cuando llegamos era la casa de doña Juana Duarte, la mamá de Eva Perón.  Le llevamos unos troncos del ferrocarril para la estufa a leña.
Nos atiende una sirvienta y dice que bajáramos la leña en un lugar determinado que después fuéramos a la cocina para tomar el café con leche. Otra que café con leche, había facturas, tostadas, mermeladas, lo que quisiéramos.

Y en un momento vienen de atrás, me tapan los ojos y me preguntan: “sos nuevos vos”. Me doy vuelta y era doña Juana Duarte, la mamá de Evita. Se sienta y me pregunta: “Cómo vivís vos? Y le dije que era huérfano, que me había criado mi abuelita. Hacé de cuenta que le pegué un martillazo. Y me dijo: “quédate tranquilo que yo no voy a estar más, pero vos vas a vivir bien, ya  nomás hablo con Evita y te vamos a dar una casa”.
Y me dieron una chalet atrás de la Esc. Nº 7, con tanta mala suerte que me lo usurparon. Hicieron asado con el piso de parquet y las aberturas de madera. No lo recuperé nunca.

Pero tuvimos que ir de nuevo a Buenos Aires, porque había que llevar más cosas. Como a la cuarta vez la encuentro de nuevo y me dice: “¿en qué andás?”. Y le digo que en bicicleta. Y me dice: “que querés, un auto o una moto” y le dije, una moto. Resulta que nunca llegaba la moto. Un día que fuimos le pregunto a la sirvienta si sabía algo de la moto y me dice: “te la mandaron a buscar a Italia”. Y como cuatro meses después me la mandaron directo a Junín. Yo esperaba una Paperino. Me llegó a la municipalidad un sobre con la foto de Perón y Evita para que vaya a retirar la moto al Ferrocarril. Era una Gilera 500 bicilíndrica. Había solamente 4 en el país.

Jugué al futbol en River Plate desde los 17 años.  Estaba Lambrisca como técnico. Pero como yo era de Defensa me quería venir para el barrio y nunca me dieron el pase. Llegué a jugar a la cuarta especial. Después  no quise jugar más y me hice árbitro de futbol. Estudie y me recibí para poder dirigir.

De las finales polémicas que dirigí me acuerdo la de Moreno y River en cancha de Moreno. Me acuerdo que había un juez de línea, Vidal, que levantó la bandera en una jugada y se armó un despiole bárbaro por un off side.

Me jubilé de árbitro a los 46 años. Iba por todos lados. A Laboulaye, a Córdoba, Rosario, en primera división. Hice muchos amigos que todavía a los 91 años sigo conservando. Nunca fumé ni tomé. 

El último partido que jugué fue Roque Pérez y Saladillo, porque nos vinieron a apretar para torcer un resultado. Ya nos habían rastreado en la semana en Junín y no pudieron dar con nosotros. Eran concejales, funcionarios municipales, hasta el presidente de la Liga. Hasta tumbaron el alambre ese día y la policía hizo un cordón para poder seguir jugando. Vinieron al vestuario con un platal y los rechazamos. De ahí en más colgué el silbato. Se estaba degenerando el futbol.

Cambió mucho el fútbol. Antes para llegar a primera tenías que ser un crack. Acá estaban Presacco, Cardenas. Pérez, Moreno, los Tablada. Los domingos tenías que ir a las doce y media a la cancha, porque quedabas sin lugar.

¿Maradona o Messi? Para mi jugador como Maradona no ha habido nunca.

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