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HOMENAJE ROTARIO: LA ENTREGA DEL PREMIO «MADRE TIERRA» PARA QUIENES DESEMPEÑAN UNA LABOR ILIMITADA E

Dos mujeres encontraron en su labor solidaria que «ayudar es ayudarse»

Trabajan -gratuitamente, todos los días- en el área de Salud Mental del Hospital «Piñeyro»./Perfil de una tarea ejemplar.

Marta Piedecasas de Crosetti y Julia Franco -recientes distinguidas por el Rotary Club Junín Sur con el premio «Madre Tierra»- componen una dupla de esforzadas mujeres que, con todo desinterés, mucha experiencia y, especialmente, muchísimo amor por los demás, integran el grupo de voluntarias del Servicio de Salud Mental del Hospital Piñeyro.

Trabajan con el paciente psiquiátrico durante su internación y trabajan activamente con su familia para lograr la externación del internado. A la vez, para que éste regrese a su hogar con una enterza que le permita su reinserción social.

Ambas trabajan todos los días, gratuitamente. Gestionan documentación, coordinan, obtienen donaciones de elementos para las familias carentes de los pacientes. Organizan viajes para los internos o almuerzos de éstos con sus familiares, entre muchas otras tareas de diversa índole.

Democracia conversó con ambas.

Ayudar y ayudarse

Marta: Si bien nuestro trabajo es comprometido, ¡lo hacemos con tanto gusto! Una vez me dijeron, cuando iba a ir a trabajar a la cárcel, que yo «iba a ayudar». Y lo cierto es que salí ayudada. Con el Hospital nos pasa lo mismo: uno, siempre sale ayudado. En un montón de experiencias. Los internos dicen cosas de las que uno aprende. Por ejemplo, en Salud Mental tenemos a un joven que está internado desde hace mucho tiempo, y no acepta una propina por ningún trabajo. «No, no. Ustedes ayudan. ¿Cómo voy a recibir yo algo de ustedes?», dice. Hace el trabajo con gusto y, pudiendo pedir, no pide. Es de una generosidad que toca el alma. Y del resto, cada uno tiene su personalidad. El que viene a rezar con nosotros, el que quiere salir a caminar...cada uno de ellos nos enriquece.



Muchos años en servicio

- Desde cuánto tiempo están en esta labor?

Julia: Nos dedicamos a esta tarea desde hace muchos años. Marta desde hace catorce años, y yo desde hace dieciséis. A mí me gusta actuar, a veces, con cosas diferentes de las de Marta. Me gusta mucho abrazarlos. Cuando llegan, llegan muy mal, y serios. Entonces siempre les digo «a ver esa sonrisita’. Y los primeros días, nada... Pero después ellos mismos se ríen, montrándome que ahora lo pueden hacer. Y cuando nos despedimos, ellos me miran, se ríen solos sabiendo que yo se los voy a pedir. Es que tanto para ellos como para nosotros, una sonrisa significa que vamos progresando.

- Es una carga positiva...

Marta: Sí, sí, sí. Y nos gusta cuando vuelven a su casa, a su hogar...

Julia: Se vuelven a la familia y nos place que ella los acepte.

Marta: Es que hay algunas que no los aceptan. Que no quieren más que ese familiar enfermo vuelva a su casa. Y allí es cuando debemos hacerle entender a la familia que el interno no se portó bien antes porque estaba enfermo. Pero que ahora está bien, está recuperado.

Entonces ¿qué hacemos con Marta? A cada uno lo vamos llevando de a poco. Por ahí lo dejamos una hora con los suyos, y lo volvemos a buscar. A uno lo llevamos y en la casa la señora nos plantea «no tengo para darle de comer». Le respondimos que no se hiciera problema. Fuimos al Hospital y regresamos con la comida.

Marta: El otro día compramos un asado para él, que tenía la ilusión de hacer un asado en su casa. ¡Tenía tanta ilusión de hacer su fueguito y asar en su casa, que compramos la carne y se la llevamos para que pudiera cumplir con su deseo!

El afecto emerge

Acerca de si tienen un esquema básico para entablar una relación con un paciente, la respuesta es la misma.

Marta: No, el lazo afectivo va surgiendo de a poco. Julia con los abrazos, y yo de otra manera, me gusta ir por otro lado. Son distintos modos de llegar al paciente y lograr que él se vaya sintiendo tranquilo, sabiendo que allí lo van a ayudar; que no es un lugar donde lo van a internar y lo van dejar.

Debo subrayar que, realmente, el personal de Salud Mental es excelente. A veces escucho comentarios sobre «no, en los hospitales pasa tal cosa...». No. Allí, en el Hospital Interzonal es una maravilla cómo se involucran.

Cuando no hay hogar dónde regresar

Hablamos entonces de la cantidad de pacientes que atienden en Salud Mental.

Marta: Actualmente hay entre 14 y 16 pacientes. No tenemos un hospital muy grande como para tener internos allí mucho tiempo. Pero este hospital no es de pacientes crónicos, sino de agudos, cuando hacen la crisis. Pero después se retiran a su casa.

Julia: Desgraciadamente a los pacientes a veces hay que tenerlos un poco más de tiempo, porque no tienen dónde ir. Esa persona que Marta decía que estuvo bastante tiempo, no tenía casa. En el lugar donde él vivía la municipalidad le construyó una casa y entonces se pudo ir a vivir con su mamá. ¡Es que no se puede dejar al paciente a la deriva!

Nosotros debemos tratar con las asistentes sociales, con la Dra. Gómez, que es realmente una excelentísima persona, que se involucra con el paciente y que no quiere que éste vaya a cualquier persona. Porque sabe que si no es así, va a andar vagando, o irá a algún lugar de enfermos crónicos, que es peor. Siempre buscamos que esas personas tengan un lugar dónde vivir. Y con su famila.

- ¿Cómo es para ustedes un día típico?

Marta: No hay días típicos. La paso a buscar a Julia alrededor de las 8.40, ella va para el cuerpo del Hospital, a veces vamos las dos directamente a Salud Mental; otras a Servicios Sociales; otras a la Unidad de Terapia Intensiva, donde a veces nos reclaman. La otra vez vino un chiquito del Conurbano y nosotras éramos sus «abuelas». Hay que hacerles mimos, llevarles un juguetito, hacerlos jugar.

Cada día es atípico, se puede presentar cualquier cosa.

La actitud de la familia del paciente

- ¿De dónde provienen los internos?

Marta: En general, los pacientes son de Junín o de ciudades cercanas. Pero a la Unidad de Terapia Intensiva, también vienen chicos del Conurbano. De muy lejos, que los han encontrado en la calle con algún tipo de convulsión, y los traen para acá. Estos chiquitos necesitan mucho cariño. Todo el mundo necesita cariño.

Julia: En Salud Mental hay jóvenes desde 22 años (de menos edad no hay porque no es un lugar para menores) y más de 60 años, tampoco. Ese es el tope.

-La actitud de las familias, ¿en general es de colaboración o de indiferencia?

Julia: Es un tema algo difícil. No había colaboración. Pero ahora se está buscando que, una vez por semana, el familiar venga a conversar con la asistente social y con la psicóloga. Por allí viene el familiar sólo, a veces lo hace acompañado del paciente, porque éste tiene que volver a su familia. Y el familiar tiene que aprender cómo lo va a manejar.

Marta: Usted preguntaba por un día típico: no lo tenemos. Porque cuando ponemos un pie en el Hospital ya nos estan esperando para hacer algo que nosotras no nos imaginábamos. «En tal piso la precisamos». O «hay un anciano que ya está para darle el alta». Tenemos camas ocupadas y a veces no tenemos dónde ponerlo. Entonces salimos a buscar un lugar para ver dónde lo ubicamos. Y después venimos con el lugar conseguido para llevarlo y desocupar esa cama. Así que nunca tenemos un lugar o una tarea fija.

Marta: Vemos ancianos en la calle que están abandonados. «¿Cómo que están abandonados?», preguntamos. «No los podemos dejar». Y entonces hablamos con ellos para ver si quieren internarse, porque a veces se niegan. Y nos han mandado a bañarlo cuando lo proponemos. Porque a veces, al ser una persona abandonada, hay que bañarlos previamente, antes de llevarlos al Hospital.

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