None
PERSONAJES DE LA CIUDAD

Gloria Voda: “Yo fui engendrada en el Registro Civil, lo llevo en mis entrañas”

La escribana, jefa desde hace 21 años de la delegación de calle Hipólito Yrigoyen del Registro de las Personas, cuenta que de chica soñó con ser ingeniera. Asegura que la institución donde trabaja es una de las más maltratadas por los gobiernos y se lamenta por la falta de recursos humanos y técnicos.

Más que como la jefa o la cara visible, a Gloria Beatriz Voda ya se la puede asemejar a una especie de símbolo dentro del Registro Civil de Junín. 

Con más de veinte años de labor en la delegación ubicada en Hipólito Yrigoyen 75, la escribana nacida en barrio Pueblo Nuevo se constituyó en una de las figuras más conocidas de la ciudad por su trabajo, una actividad que reúne episodios felices y otros menos gratos, dado que –como ella dice- por esa institución las personas pasan al menos dos veces: cuando nacen y los papás van a inscribirlos y cuando mueren y sus allegados van a buscar el certificado de defunción.


Los orígenes


Gloria nació en la misma casa que sigue siendo su hogar y que tiene afectada parte de su estructura a la escribanía de la cual es titular, en calle Roque Sáenz Peña, entre Alem y la avenida San Martín.

“Yo siempre digo que llevo el Registro Civil en mis entrañas, porque mi papá y mi mamá vivían en el Registro Civil de calle España, frente al Club Jorge Newbery. Mi papá, Ismael Omar, era el jefe de la segunda delegación, dado que la primera era la que hoy en día es la sede central que está en calle Yrigoyen. Dos meses antes de que yo naciera se vinieron a vivir a esta casa y mi padre puso la escribanía”, empieza evocando Voda en esta entrevista con Democracia. 

Sobre su mamá, María Ester (“aunque por ese nombre no la conoce nadie, todos la tienen como ‘Lica’”, aclara), destaca que siempre fue una gran acompañante de su padre, ambos al frente de una familia que por aquellos años se completaba con Jorge, hermano de la entrevistada, que hoy se dedica a la venta de plantas, peces y afines en pleno centro de la ciudad. 

“El Junín de esos tiempos era muy tranquilo, el ideal para cualquier chico y adolescente. Se jugaba hasta entrada la noche y se podía caminar con total tranquilidad sin temores. Los lugares de moda eran los clubes Newbery, donde prácticamente me crié, y Ciclista. En pleno invierno, a las nueve de la noche veníamos caminando de practicar –por ejemplo- esgrima y no pasaba nada. Ahora, a esa misma hora con catorce años no podés andar por la calle”, diferenció. 

Continuando con esa comparación, Voda recordó que  las puertas de todas las casas “estaban abiertas”, reflejo de la seguridad que había por entonces. “Yo entraba a lo de mis vecinos y ellos a mi casa. Todos los chicos del barrio jugaban en el campito que estaba acá en la esquina del edificio –avenida San Martín y Sáenz Peña- y sin sufrir ningún problema. Fue una infancia soñada. Cada cosa se hacía a su edad, no como ahora que está todo mucho más acelerado, se sale desde más chico. No teníamos problemas de alcohol, salíamos y nos iban a buscar, situaciones que cuando se las contás a  los chicos de ahora te miran muy raro. Las mujeres bailaban con varones y viceversa, ahora las mujeres bailan juntas y los varones también”, comentó. 


Los estudios y los deportes


Voda fue al Colegio Santa Unión desde el Jardín de Infantes hasta los quince años. De esta etapa rescata lógicamente lo importante que fue para su formación y sobre todas las cosas el hecho de haber cultivado una compañía entrañable con su mejor amiga, que perdura aún hasta hoy. Después se fue con Gerardo Leonard dos años a Alem y terminó el secundario en el Comercial. 

“En aquella localidad faltaban alumnos, entonces fuimos una vecina, ‘Juanjo Paz’ y unos cuantos más. Se armó un grupo bastante grande. Después ya me cansaba viajar y lo terminé acá en Junín. Era una alumna normal, charlaba mucho en clase, entonces tenía muchos problemas por hablar. Me llevaba algunas materias pero siempre pasaba los veranos tranquila porque rendía todo en diciembre”, rememoró.

Voda también expresa haber sido muy abocada a lo deportivo. “Siempre nadé y todos los deportes que andaban dando vueltas yo los practicaba. Se jugaba al voley, pelota al cesto, en aquella época se empezaba con el básquet femenino e íbamos a practicar un ratito. En el Newbery hasta despunté un poco el gusto por el esgrima. Después, a los 17 o 18 ya te vas a estudiar y eso se va perdiendo”, explicó.


La formación profesional


Ya en Buenos Aires, primero estudió algunos años ingeniería, pero dejó porque no le gustaba. “En realidad, estaba equivocada desde chica porque al gustarme el campo, las matemáticas y la química creí que esa era la carrera indicada. Así que empecé con abogacía y después para ser escribana, porque en provincia de Buenos Aires para ser escribano primero tenés que ser abogado”, aclaró.

Después de recibirse se instaló de nuevo en Junín, donde trabajó unos años como abogada y después entró al Registro Civil.  Allí ingresó el 1º de febrero de 1993 y afirma que todavía sigue porque, para jubilarse, el empleado de esas instituciones debe tener sesenta años de edad y 35 de servicio. 


El trabajo en el Registro Civil


“Es una labor muy intensa y en estos momentos es agotadora. Yo siempre digo que el Registro Civil tendría que ser la institución más importante del país, porque cualquier persona pasa por ese establecimiento al menos dos veces en su vida, cuando nace y cuando muere. A ellas se le sumarán después los trámites por documentos, el casamiento y demás. Pero a eso no lo ve ningún gobernante ni político; es más, es a la que menos importancia se le da. Nadie la tiene en cuenta. Siempre fue así. El Registro tendría que ser un lugar con todas las comodidades para todos los trámites, pero en la mayoría de los casos estamos todos amontonados y por ahí estamos tratando la defunción de un bebé y al lado hay un matrimonio anotando a su hijo recién nacido, o sea que se mezcla la alegría con el dolor de una manera muy cruel.  Tema aparte es que las máquinas suelen no andar bien, que se corta el sistema, el personal es muy poco, y si a eso le agregás que de por sí estamos todos muy alterados y que la gente está muy nerviosa”, manifestó Voda con desencanto. 

A continuación señaló que cuando abrieron la delegación en Villa Belgrano, lo hicieron con  la intención de que los vecinos que viven en cercanías de ese sector no tuvieran que venir al centro, pero “al haber una sola máquina allá, la gente viene al centro, entonces nosotros no damos abasto”. 

“La gente va muy mal predispuesta, no aguantan nada, gritan y como somos todas mujeres nos tratan muy mal. Hay momentos que no podemos rendir como corresponde por el maltrato que recibimos”, lamentó.

De todos modos, admite que la pasión queda siempre porque “yo fui engendrada en un registro civil, entonces ya lo llevo en mis entrañas, aparte todos tenemos que trabajar para subsistir”.


Familia y futuro


Fuera de lo profesional, hay que apuntar que Gloria Voda está en pareja hace más de veinte años con “Pocho” y aunque no tiene hijos, disfruta mucho de sus sobrinos postizos. “Supongo que deben llenar el lugar de un hijo. Dios no quiso que tenga un bebé, me llevó uno, pero me dio en compensación una familia hermosa y la suerte de tener viva a mi mamá con sus 91 años”, remarcó.

De cara al futuro, comentó que piensa jubilarse en el Registro Civil, pero como escribana “todavía no”. “Y si estoy bien de salud me dedicaré a viajar, que es una de las cosas que más me gustan en la vida”, proyectó.

COMENTARIOS