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PERSONAJES DE NUESTRA CIUDAD

Omar Giorgio: “Creo que Argentina está llamada a vivir otros tiempos mejores”

Este constructor nació en Entre Ríos pero se mudó a Junín para no perder su pertenencia al movimiento de los Focolares. Le gusta la ciudad porque “sin ser grande, tiene todo”. Como un hobby, juntó los billetes argentinos desde 1900 hasta ahora y asegura que esta colección “expresa la decadencia del país”, aunque es optimista respecto del futuro de la patria.

Omar Giorgio nació en María Grande, una pequeña ciudad agrícola ganadera entrerriana.
Es el tercero de siete hermanos. Su padre era un chacarero y arrendaba un campo en el que trabajaba junto con su hermano, hasta que le pidieron que lo devolviera, por lo que la familia debió mudarse a la ciudad. En ese entonces Omar tenía siete años y, según recuerda, pasaron “de la abundancia a la pobreza”.
Entonces don Giorgio pasó a emplearse como peón “o de cualquier cosa”, mientras que la madre, además de su actividad como ama de casa, empezó a coser para afuera.
Omar hizo la escuela primaria en la ciudad, ayudó a su familia como pudo y a los 18 años se mudó a Paraná. Ahí aprendió el oficio de albañil y se formó como cementista.
A los 21 años ya se había independizado y tenía gente a su cargo. De esta manera, se fue ganando un lugar propio en el rubro de la construcción.
“Yo tenía mucha confianza en mí mismo –explica– cosa que no le pasaba a papá, por eso cuando a él le sacaron el campo, pasó a ser un ‘pobre hombre’, que no tenía vicios, que era muy trabajador, pero al que le faltó carácter. En cambio, yo quería salir adelante”.
Y sí que lo logró. Estuvo 20 años trabajando en Paraná y allí le fue “muy bien”. De hecho, en su mejor momento llegó a tener 32 obreros a su cargo.
Sin embargo, en 1973, con 38 años y siete hijos, tomó la decisión de ir se de la ciudad y se vino a vivir a Junín.

En Junín

Giorgio comenta que proviene “de una familia de origen católico”, y agrega: “Aprendí a rezar en las rodillas de mi madre cuando todavía no sabía leer, entonces siempre fui muy devoto de la virgen”.
Cuando se mudó a Paraná entró en la Acción Católica y más adelante se sumó al movimiento de los Focolares, un grupo que promueve la unidad y la fraternidad universal, en el que sobresale su fuerte vocación al ecumenismo y al diálogo.
Entonces, Omar tomó un fuerte compromiso con los Focolares y cuando se cerró el espacio focolarino de Paraná, sintió que los devotos del mismo se habían quedado “medio huérfanos”, por lo que decidió –junto a su familia– mudarse a un lugar donde el movimiento estuviera presente.
Así fue como llegaron a Junín, para estar cerca de la Mariápolis Andrea, la ciudadela que el movimiento tiene en la localidad de O’Higgins.
Giorgio asegura que esa decisión “fue una aventura”, ya que se vino a nuestra ciudad sin trabajo ni casa. “Era una cosa de locos”, recuerda sonriente, y añade: “Estaba muy comprometido con la obra y me pareció que tenía que seguirla y comenzar una vida nueva”.
Según dice, Junín le “gustó enseguida”, aunque le costó un poco integrarse: “Yo soy ‘muy entrerriano’ y acá hay otras formas, por eso a veces me sentí como un extranjero. No obstante, a mí me impactó esta ciudad desde que llegué porque no es demasiado grande, como Rosario o Córdoba, pero igualmente tiene todo”.
Aquí continuó en el negocio de la construcción hasta que se jubiló.
De sus diez hijos, sólo uno siguió sus pasos.

Los Focolares

Por supuesto que lo primero que hizo al llegar a Junín fue integrarse al movimiento de los Focolares de aquí.
De tal manera que desde hace muchos años, todos los lunes se reúnen en su casa.
“Yo no soy focolarino”, aclara Giorgio, para luego profundizar: “Nosotros somos independientes de la Mariápolis, no estamos consagrados como los que viven allí, sino que tenemos una ligazón con la espiritualidad de la Mariápolis. Nosotros buscamos la unidad, seguimos los preceptos de Jesús, que dijo ‘ámense los unos a los otros como yo los he amado’, ‘sean todos uno’, y por eso hicimos hasta encuentro interreligiosos, buscando esa unidad”.
En las reuniones semanales tienen el llamado “aggiornamento”, practican una parte espiritual, y comparten experiencias, entre otras actividades.
Su vínculo con esta organización se mantuvo sólido durante todos estos años, y a ella se dedicó de lleno, junto con su familia. Asegura que en este tiempo vivió cosas “muy importantes” con los Focolares y señala que su casa supo ser un lugar de encuentro de numerosos adeptos al movimiento, algo que grafica con una anécdota: “A esta casa llegó ‘la conexión’, que es un aggiornamento que hacía Chiara Lubich, la fundadora de los Focolares, en donde ella misma llamaba por teléfono desde Italia y contaba todo lo referente al movimiento en el mundo. En el año 82, como no había teléfono en la Mariápolis, la conexión se hizo en mi casa, donde se juntaron más de 80 personas para escucharla. Tuvimos que poner un aparato especial, adaptarlo y amplificarlo con unos parlantes, para que se escuchara su palabra en distintos lugares de la casa”.
En la actualidad, son cinco los voluntarios hombres que se siguen reuniendo en su casa, y unas 10 las mujeres.
Asimismo, Giorgio va a misa todos los días y es, además, ministro de la Eucaristía. “Voy a San Ignacio, pero sobre todo a Nuestra Señora de Fátima porque me queda cerca y porque es donde hace más falta para colaborar con el párroco”.

Su colección de billetes

En los últimos años, Giorgio se inclinó por un hobby ciertamente singular: se dedicó a armar una colección con todos los billetes oficiales desde comienzos del siglo XX hasta hoy.
La particularidad de este pasatiempo no es el hecho de juntar billetes en sí –algo que hace mucha gente– sino el propósito que motivó esta iniciativa, que él mismo explica: “Yo creo que esto expresa la decadencia argentina. Yo tengo casi 80 años y soñé con un país grande, como Australia o Canadá, y Argentina había apuntado para serlo a principios de siglo, pero eso se perdió y nos fuimos quedando con el populismo demagógico que nos llevó a esto que somos hoy. Acá se perdió la cultura del trabajo. Yo, siendo una persona que sólo alcancé la educación primaria, pude tener una buena vida en la que crié 10 hijos, sólo con el trabajo. Entonces, estos cuadros con todos estos billetes representan lo que pasó en nuestro país”.
Empezó con esta idea “hace algunos años” y para poder concretarla tuvo una ayuda importante de uno de sus hermanos, que es filatelista.
Finalmente, tardó ocho años para poder reunir todos estos billetes. “Hay que tener en cuenta que yo no soy una persona que se dedique a esto”, aclara.
Con esfuerzo, logró acumular los 49 billetes que se imprimieron entre el año 1900 y la actualidad, sin comprar ninguno, sino que fue a base de buscar y encontrar. Además, se preocupó por tener todos en buen estado, bien conservados: “Los Patacones, Lecops y todas las cuasi monedas que estuvieron en vigencia a principios de siglo no los junté porque mi idea siempre fue la de tener solamente los billetes oficiales. Además, era muy difícil conseguir los documentos que emitía cada provincia”.
Cuando los tuvo a todos, un yerno suyo los llevó a Buenos Aires para hacerlos encuadrar.
El más viejo de ellos es el peso moneda nacional correspondiente una la Ley del año 1897.
De todo los billetes que tiene, los que más le gustan son los más viejos, no sólo porque él se crió con ellos, sino por el valor que tenían. “Yo recuerdo que con el billete de un peso del año 40 uno se podía comprar cinco kilos de carne, o 20 litros de leche, lo que muestra la decadencia del país”, grafica.
Omar estima que la suya “es una modesta colección, que no tiene ningún valor económico”. No obstante, cree que sería importante “que se conociera esto porque es la historia nuestra de todo el siglo pasado”.
Y concluye: “Yo no considero que sea algo especial, pero sí creo que es como si fuera un grito de ‘¡esta es la Argentina que nos han dejado!’ porque hubo tiempos en los que con un peso se compraba cinco kilos de carne y años más tarde, teníamos millones en los bolsillos y nos alcanzaba apenas para un helado. Acá hubo un billete de un millón de pesos. Eso es lo que a mí me duele, por eso empecé. Y ahora, dejé lugar para dos billetes más: estoy esperando el billete de 500 y de mil pesos”.

Balance

Al momento de hacer un balance, Giorgio rescata su rescata su devoción por los Focolares. “Yo me siento hijo de Chiara Lubich –asegura– la fundadora del movimiento y la que nos dio esta espiritualidad de la unidad, y nosotros tendemos a eso, a la perfección de la caridad para llegar a la unidad, hacernos uno con todos y aceptar a todos como son. Nuestra meta es ser hombres de paz y de unidad”.
Asimismo, rescata su colección de billetes como una metáfora de la historia de nuestro país, aunque tenga una visión esperanzadora: “Para mí muestra la historia de la decadencia argentina, porque un país que cambia tanto de moneda demuestra sus problemas. No obstante yo soy optimista y creo que en el futuro va a venir un gobierno capaz, honrado y austero. Tengo la esperanza de ver algo del cambio que se va a producir y que va a llevar mucho tiempo. Creo que Argentina está llamada a vivir otros tiempos mejores, por algo le dimos este Papa al mundo. Este es un país riquísimo que puede salir adelante”. 

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