ECONOMÍA

¿Identidades sexuales o formas de control?

Una red social ofrece a sus integrantes más de cincuenta opciones para nombrar la preferencia sexual que a cada uno distingue. Desde el punto de vista del derecho que le asiste a una persona a manifestarse de acuerdo a su identidad autopercibida, la propuesta es inobjetable.
En una época en que las relaciones se distinguen por la falta de compromiso amoroso, la fugacidad, el afán de satisfacción, la soledad y la imposición de cumplir con modelos estéticos cada vez más exigentes, ¿qué afanes se agitan tras esta proliferación de semblantes o figuras que pujan por definir, de una manera cada vez más precisa, las modalidades de goce de un sujeto?
Valdría indagar si tras el bien habido ideal de la diversidad sexual no se esconde, en muchos casos, un velado rechazo a lo diferente. Es decir, una tendencia a la segregación que empuja a reunirse sólo con aquellos que forman parte de determinados grupos o afinidades de goce.
Desde esta perspectiva, la necesidad de contar con una grilla cada vez más nutrida de identidades sexuales no estaría más que velando el culto al individualismo que distingue al lazo social de nuestros días.
De hecho, hay quienes hablan de un “individualismo de masa” para caracterizar este empuje narcisista que termina por reducir al semejante a un mero espejo de mis expectativas de satisfacción.
Lo notable es que el deseo, la atracción y el interés erótico anidan en lo diferente y en la sorpresa. Nadie se divierte cuando todo está bajo la égida del control.
El lenguaje viene en nuestra ayuda: vamos a descontrolar, dicen quienes programan una fiesta, encuentro o celebración. 

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