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El terrorismo adopta versiones que sorprenden a las sociedades democráticas.
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La lucha contra el terrorismo

Los recientes atentados terroristas en el Reino Unido, Francia, Bélgica y Holanda, y otro aniversario del ocurrido contra la sede de la AMIA ponen de manifiesto que esta amenaza transnacional no distingue fronteras ni exonera a territorios “neutrales” de sus acciones asesinas.
Este fenómeno global va mutando y toma versiones que sorprenden a las sociedades democráticas. Estas actúan como reacción pero pocas veces con anticipación. Así apareció Al Qaeda utilizando aviones para cometer sus atentados; ISIS tomando el control de un vasto territorio; los denominados “lobos solitarios”, el vínculo entre terrorismo-narcotráfico y el terrorismo “low cost”, entre otros. Las democracias siempre corren de atrás y da la sensación que, de seguir este camino, están llamadas a perder la larga carrera contra estas formas de violencia. 
A lo anterior hay que agregarle dos elementos nuevos. Por un lado, uno de los objetivos centrales que buscan los terroristas es generar que las sociedades atacadas se sientan vulnerables al terror y que, en consecuencia, presionen a sus gobiernos para que estos tomen medidas extremas aun al costo de que ciertos principios democráticos básicos se vulneren como, por ejemplo, la privacidad, la libertad de movimientos e incluso la libertad religiosa y la de expresión. Algunas de estas limitaciones se ven en distintos países de Europa y EE.UU.
Por el otro lado, los terroristas buscan que los propios ciudadanos afectados por el terrorismo tomen revancha por mano propia contra sus vecinos, a quienes responsabilizan por la violencia. Esto ocurrió en dos ocasiones en Europa, cuando fueron atacados musulmanes inocentes.
Sin embargo, hubo dos acontecimientos que debilitaron aún más a las democracias y marcaron un fuerte retroceso en su lucha contra el terrorismo. Fue lo que sucedió recientemente alrededor de los terroristas Khaled y Barghouti. El primer caso, esta mujer del Frente Popular para la Liberación de Palestina secuestró aviones e intentó dinamitar uno de ellos pero afortunadamente los explosivos no detonaron. En momentos en que España tenía el máximo nivel de alerta por posibles actos de terrorismo, ella entró al país y su actividad fue subsidiada económicamente por el Ayuntamiento de Barcelona.
El caso de Barghouti cobró notoriedad cuando realizó una huelga de hambre en una cárcel en Israel que concitó un difundido apoyo mundial, incluido el de algunos líderes políticos argentinos, intentando compararlo con Mandela. Este hombre fue juzgado y condenado a cinco cadenas perpetuas por cargos de asesinato, pertenecer y haber planeado atentados terroristas.
Finalmente, el caso AMIA. Debe llamarnos a la reflexión que debilita nuestra democracia la falta de Justicia y de Verdad, la impunidad y el encubrimiento, pero también que no sea el Estado argentino quien organice y encabece el acto por el atentado a la Mutual. No puede seguir pasando que nuestros Presidentes asistan como “invitados” a los actos del aniversario dando a entender que fue y sigue siendo el terrorismo un problema que afecta a la comunidad judía y no a todos los argentinos.

(*) Magister en Relaciones Internacionales y profesor de Política Exterior en la Universidad de Belgrano

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