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OPINIÓN

El último corsario

Entre tantos nombres que venimos leyendo desde primeros años de la infancia, poco se ha dicho sobre Hipólito Bouchard, alguien que ha tenido algún protagonismo para destacar en la lucha por nuestra independencia.
Muy poco se ha recogido en la memoria colectiva y simbólica sobre él. Sin embargo, por su aporte en batallas como la de San Lorenzo, su coraje en varias pulseadas marítimas junto a Guillermo Brown, su destacada intervención junto a San Martín y, sobre todo, un largo periplo por el mundo para hacer conocer la independencia, bien debiera poner en agenda un recordatorio mayúsculo.
No se sabe bien si por su condición de corsario o de francés de origen, pero muy pocos recuerdan al corsario Bouchard y sus marinos en un largo viaje con su buque “La Argentina”, que tuvo su inicio un 9 de julio, pero de 1817, en el viejo puerto de la Ensenada.
Algunos estudiosos señalan que ese viejo surgidero estaba cerca del Fuerte Barragán (aquél de las invasiones inglesas) otros, más cercanos a territorios que hoy ocupa la planta de YPF.
Es probable que, por haber escrito la historia a miles de kilómetros, muchos historiadores tradicionales lo condenen a la ignorancia, pero bien se sabe que su participación fue clave en algunas batallas por la Independencia y en su obra cumbre de recorrer el mundo para debilitar el poderío español. Allí, en aquellos lugares recónditos desde donde se podía organizar una reconquista en las rebeldes Provincias Unidas del Río de la Plata.
Fue así que el día del primer cumpleaños de la Patria independiente, zarpó el buque “La Argentina” al mando de Bouchard, con la patente de corso que le daba el gobierno nacional. Y con varias medallas que sustentaban su nombramiento a cargo de esa misión. Entre otras, la de haber participado en la batalla de San Lorenzo y en otras lides históricas.
La misión del corsario tuvo un papel estratégico en la debilitación de bases portuarias pertenecientes a las fuerzas realistas con el bloqueo al puerto de Filipinas y el combate a fortalezas de California bajo dominio Hispano y a Monterrey. También hay que resaltar que cuando volvía por el Pacífico para Chile, liberó y ayudó a liberar a varias naciones de Centroamérica. Queda en el mito, -porque esto no pudo ser probado-, que varias banderas de esos nacientes países copiaron la enseña de la embarcación de Bouchard.
Pero el punto culminante -y que lo inscribe en el capítulo de los grandes- fue su paso por el reino de Hawai, con el cual se estableció un tratado que significó nada más ni nada menos que el primer reconocimiento formal de nuestra Independencia.
Uno de sus principales historiadores en La Argentina, Daniel Cicchero señala que si bien no se conserva una prueba documental sobre tal circunstancia, hay otras fuentes que certifican que ese tratado existió, por caso, a través del testimonio de marinos que compartieron aquella odisea. Por las fechas se anticipa a otro más formal y más cómodo para el relato de los profesores que fue el de Portugal.
Por lo pronto, no son pocos los historiadores de distintas tendencias que reconocen en Bouchard su papel preponderante en distintas acciones para fortalecer la independencia nacional.
En su obra de historia, Bartolomé Mitre, lo resaltó en su actitud de compromiso hacia el gobierno que daba sus primeros pasos en su condición emancipadora.
También Felipe Pigna en su aporte al tema destaca su rol no sólo en su máximo derrotero, como fue la odisea de La Argentina, sino también en su labor junto al almirante Guillermo Brown y al general José de San Martín, quien lo convocó para las batallas finales por la Independencia de la región en el Perú.
También volvemos sobre el libro “Bouchard, el corsario del Plata”, escrito por el periodista Daniel Cicchero, que detalla notablemente la loable labor de este prócer.
En una opinión muy personal, Hipólito Bouchard tuvo virtudes y defectos que deben ser analizados en un contexto especial histórico y de determinada vigencia cultural y social. Pero en el balance pesa y mucho su dedicación plena a la proeza emancipadora.
Lamentablemente no hay muchos datos que alienten la perpetuidad de su nombre. Como se dijo, hay una calle en la zona de Retiro -la que termina en la esquina del Luna Park en su cruce con la avenida Corrientes y un monolito en Capital Federal, un pueblo en la provincia de Córdoba y algunas escuelas de náutica son escasas pruebas de su recuerdo. En el Fuerte Barragán de Ensenada una pequeña sala con dos cuadros también son prueba de su paso en la historia.
Parece demasiado poco para quien hizo una contribución estratégica militar importante y por la cual no debería estar en un tercer o cuarto peldaño de los recordatorios históricos de quienes escribieron la historia argentina dejando jirones de su vida.
Bouchard espera su homenaje, como tantos otros sobre quienes la caprichosa interpretación de algunos historiadores y algunos gobiernos se siguen postergando.

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