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Nicolás Otamendi.
PERFILES

El aspirante a mariscal

Nicolás Otamendi es el defensor de mayor calidad de cuantos llevará la Selección a Rusia.

Con sus más y sus menos, incluso en desventaja ante la eventualidad del costado menos simpático de las comparaciones con otros Mundiales y otros cultores de su rol, Nicolás Otamendi es por buena diferencia el defensor de mayor calidad de cuantos llevará la Selección a Rusia y el que de forma tácita buscará la revancha del desdichado desenlace de Sudáfrica 2010.
La referencia no será ociosa en la medida que da cuenta de una de las más aplastantes derrotas argentinas en la historia de los Mundiales, un 4-0 de oferta versus Alemania, en el contexto de un Otamendi todavía muy joven, de flamantes 22 años, al que Diego Maradona responsabilizó de forma pública por no haber alcanzado a tapar a Thomas Müller en el primer gol.
Un gol, y que sea pertinente la precisión, anotado no bien empezado el partido, con una vida por delante, que sin embargo para Maradona representó la madre de todos los males con origen directo en el presunto despiste de Otamendi, que "perdió las marcas", entre otras alusiones, incluso alguna con nombre propio, que el por entonces seleccionador formuló con su proverbial falta de tacto.
Aquel Otamendi fue uno de los cuatro defensores centrales que dispuso el DT y uno de los que sacrificó su posición natural para devenir marcador de punta.
Mucha, muchísima agua debajo de los puentes ha pasado desde la penosa jornada del 3 de julio de 2010 en Ciudad del Cabo: un mes después Otamendi cerró un breve y fulgurante ciclo en Vélez, donde jugó 55 partidos, para pasar a las filas del Porto de Portugal en una suma que una vez cumplidos todos los pagos, hasta los mismos derechos de formación, orilló los 8 millones de euros.
En la Primeira Liga dio un enorme salto de calidad expresado en la consumación de las grandes virtudes que habían estado de relieve en todo su recorrido en Vélez y que, justo sea reponerlo, habían entusiasmado a Maradona: sentido del tiempo y la distancia en los cruces, firmeza en el uno contra uno, cabezazo en las dos áreas, voz de mando y una relación con la pelota un poco más cercana al terciopelo que a la lija.
En febrero de 2014 el Valencia Club de Fútbol desembolsó por su pase 12 millones de euros y a guisa de las dificultades para inscribirlo de forma inmediata lo cedió a Atlético Mineiro.

A pocos días del comienzo del Mundial de Rusia, El Mohicano, o El General, tal lo llaman en Europa, no deja de soñar con llegar a las cumbres de rendimiento de su ídolo, Roberto Ayala, aunque por qué no imaginarlo en imponente clave de Mariscal, como lo fue el célebre Roberto Perfumo en el Mundial de Inglaterra 66.

Pero ese año calendario, 2014, estuvo poblado de rarezas y sinsabores, por cuanto en Brasil jugó apenas una docena de encuentros y Alejandro Sabella no lo incluyó en el plantel que jugó el Mundial.
Sereno en su confianza, diría el poeta, alimentado por el sinsabor mismo y por el corazón caliente que traía desde la cuna, Otamendi se propuso triunfar en Valencia y a los pocos meses era pieza indispensable, líder y fuente de adoración de una hinchada que lo hizo propio y cayó en el desconsuelo cuando una temporada después, en agosto de 2015, marchó al Manchester City previo pago de 48 millones de euros.
En el Ciudad de Manchester o Etihad Stadium, como se prefiera, honró con creces la confianza dispensada primero por el ingeniero Manuel Pellegrini y luego por Pep Guardiola, a cuyo mando ha rozado un techo que en alguna medida lo coloca en el rango de los defensores en la lista de espera del gran Mundial de sus vidas.
Desde luego que si de la Selección Argentina hablamos tampoco ha dejado de recibir las esquirlas de la doble frustración en sendas finales con Chile por la Copa América, pero en ambas competencias destacó, en ambas estuvo en el once ideal y hasta podría decirse que incluso en los peores momentos de las tortuosas Eliminatorias jamás dejó de gozar del respeto de la afición argentina.
Nacido el 14 de febrero de 1988 en El Talar de Pacheco, Nicolás Hernán Gonzalo Otamendi dejó ver tempranas aptitudes para la práctica de los deportes, y variadas, por cierto, desde el momento que le llevó tiempo decidirse por el fútbol y abandonar la práctica del boxeo.
De mirada severa, símil torva como la de todo defensor central de ley, Otamendi guarda para la intimidad una vertiente romántica que consta en el registro civil: su señora esposa es, en rigor, su gran amor de la infancia.
A pocos días del comienzo del Mundial de Rusia, El Mohicano, o El General, tal lo llaman en Europa, no deja de soñar con llegar a las cumbres de rendimiento de su ídolo, Roberto Ayala, aunque por qué no imaginarlo en imponente clave de Mariscal, como lo fue el célebre Roberto Perfumo en el Mundial de Inglaterra 66.
Demos a Lionel Messi por descontado, pero tengamos presente que una buena parte del destino de la Selección en Rusia está ligada al rendimiento de su mejor defensor, Nico Otamendi.

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