ENTREVISTA HISTORICA A CARLOS MONZON

“Lo mío no fue un asesinato, fue un accidente”

Desde la cárcel de Junín, donde estuvo detenido cuatro años, el ídolo deportivo detalla su vida en prisión y su deseo de reencontrarse con su hijo Maximiliano, en un reportaje concedido a un medio de Los Toldos en diciembre de 1989 que DEMOCRACIA rescata del olvido y ofrece a sus lectores.

En sus 31 años de vida, la Unidad Penitenciaria Nº 13 de Junín albergó a diferentes presos, pero sin dudas el más famoso es el múltiple campeón mundial de boxeo en peso mediano Carlos Monzón.
El ídolo deportivo se retiró del cuadrilátero en 1977. Con los años conoció a Alba Alicia Muñiz, una modelo uruguaya con la cual se casó y tuvieron un hijo. Pero los problemas en la pareja terminaron con la separación.
En aquellos tiempos las malas compañías y el alcohol eran una constante en la vida de Monzón.
Cuando intentaban reconciliarse ocurrió lo peor: el 14 de febrero de 1988, luego de una cena, ambos regresaban a la casa que el amigo del boxeador Adrián Martel (Facha) había alquilado en Mar del Plata. Allí tuvieron una discusión y Alicia Muñiz murió al caer del balcón de la propiedad.
El tribunal lo condenó a 11 años de prisión por homicidio simple. Comenzó su reclusión en Batán y luego fue trasladado a nuestra ciudad, donde permaneció cuatro años. En ese lapso, las visitas de familiares, amigos y celebridades eran frecuentes en la prisión.
En diciembre de 1989 el periodista de Cablevisión Los Toldos Ricardo Artigas  entrevistó a Monzón en su celda de Junín, donde el púgil -que supo conseguir 14 defensas- relata cómo eran sus días de encierro.
-¿Cómo llegó a estar preso?
-Es un destino. Le puede pasar a cualquier persona. Lo mío fue un accidente, como siempre digo. En mi caso está la Suprema Corte donde tengo entendido por mi apoderado que las cosas están bien, adelantadas y que posiblemente el año que viene tengamos alguna novedad favorable.
-¿Qué hace para pasar el tiempo?
-En Batán estaba en un pabellón llamado Fase de Confianza como estoy acá, pero tenía mucha libertad. Yo trabajaba en la biblioteca. En cambio acá no estoy en una celda, se le llama Pabellón Colectivo como en los regimientos. Tenemos cuchetas, somos 11 personas y trabajo en la radio donde pongo música.
-¿Cómo se siente en el penal juninense?
-Estoy más contento, tengo más contacto con mis hijos y mi gente. Desde que caí detenido mi hija –Silvia- no faltó ningún día, al igual que mi yerno, mis amigos y los muchachos del boliche La Cuyanita. El sábado vienen a jugar al fútbol contra los internos de acá, viene Ubaldo Fillol (Pato), Hugo Tocalli y Ricardo Gareca, entre otros.
-¿Qué es lo que hacían en La Cuyanita?
-Ahí jugábamos al truco, al tute y al chinchón. Es una familia, no es un bar de primera, es un bodegón del barrio de Martínez pero me siento muy cómodo.
-¿Tiene siempre de cabecera el libro “Los cinco minutos de Dios”, de Alfonso Milagro?
-Sí, me lo dio Tita Merello, y también leo la Biblia. No me refugio mucho en ella, no estoy todo el día con el testamento. Leo a la mañana cuando me levanto y un rato a la noche antes de acostarme.
-¿Es verdad que en lugares como estos uno se encuentra más con Dios?
-Acá estás solo, buscás refugio y en algo hay que creer. Siempre creí en Dios. Cuando peleaba, dentro del pantalón tenía pegada a la Virgen de Guadalupe de Santa Fe y a Ceferino Namuncurá, esa era mi cábala. No estoy continuamente leyendo la Biblia, pero sí le pido que pronto pueda recuperar la libertad y ver a mi hijo –Maximiliano- que hace dos años que no lo veo.
-¿Cómo hace para seguir adelante sin ver a su hijo?    
-Recibo cartas de madres de chicos que van al colegio con Maxi y dicen que está alto, grande, que me defiende mucho cuando le hablan de mí. Pero me pongo en los dos lugares, sé lo que habrá sufrido la familia Muñiz. Lo mío no fue un asesinato como dicen todos, así me juzgó el periodismo, fue un accidente y en la Corte me tengo mucha fe.
-¿Siente que hay periodistas que no se portaron bien con usted?  
-Estoy enojado. En Batán les di notas a todas las revistas y me trataron más o menos bien hasta antes del juicio, después empezaron a “darme leña” en algunos canales de televisión y eso me dolió.
-¿Cuáles hubieran sido sus planes para estos años fuera de la prisión?
-No tenía nada planeado. Había algunos viajes al exterior donde hubiera cobrado buen dinero y acá llevo perdida mucha plata.
-¿Cuál es su gran objetivo?
-Recuperar a mi hijo Maximiliano. Posiblemente mis otros hijos el año que viene van a poder verlo junto a la psicóloga que puso el juez de menores, así que las noticias son buenas.
-¿Es verdad que cuándo alguien está preso se fortalece espiritualmente?

-Los primeros cinco meses estuve muy mal, pero ahora me ha dado más fortaleza porque lo encontré a Jesús acá adentro. A lo mejor estaba un poco abandonado de él y por eso me pasó esto. Ahora tengo ganas de vivir, de ver a mi hijo y a mis cuatro nietas.
-¿Con quién va a pasar la Navidad?
-No va a ser tan linda como la tuya… (Risas). La voy a pasar rodeado de mis hijos a la mañana que vienen acá y después se van a Santa Fe.
El 8 de enero de 1995 Monzón regresaba de su salida transitoria de la cárcel de Las Flores, en Santa Fe. Alcoholizado, perdió el control de su auto y murió. Tenía 52 años.

COMENTARIOS