Vicazio junto a sus hijos.
Vicazio junto a sus hijos.
EMPLEADO ESTATAL

Lorenzo Luján Vicazio: “El mayor logro de mi vida fue superar las adicciones”

Nativo del barrio Nueve de Julio, alternó diversas actividades laborales hasta alcanzar su devenir en la gestión pública. Allí integró distintos equipos de trabajo y formó parte de la elaboración de numerosos proyectos de ley. Sin embargo, su mayor desafío estuvo y está en su salud personal. “Con la droga es una lucha más franca, pero con el cáncer ya dependés de otros”, dijo en diálogo con Democracia.

Una historia de continua superación que nació y vive en el corazón del barrio Nueve de Julio. De hecho, cuando se encuentra sentado en la puerta de su casa, no pasa desapercibido para quienes transitan la zona y se hacen presentes con un saludo.

De la mano de eso, Lorenzo Vicazio pudo enfrentar situaciones adversas con resultados positivos. Y, sin dudas, su lucha contra las adicciones, primero, y su estado actual como paciente oncológico, representan situaciones sumamente complejas a las que tuvo que hacer frente y sobrellevar: tanto desde la salud como así también desde un estado anímico.

En diálogo con Democracia, Vicazio, recordó la infancia en el barrio junto a sus amigos y los fines de semana en Arenales en familia; relató los distintos trabajos que realizó hasta llegar a su devenir en la política; y compartió detalles de cómo es imponerse a las drogas y volver a vivir.

Infancia 

Acerca de lo que representó aquel momento en su vida narró: “El club 9 de Julio, la plaza y este barrio donde llevo 55 años. De hecho, esta casa donde vivo es la más antigua del barrio y es donde vivió mi abuelo”. 

“No había  asfalto y las calles eran a contra mano, es decir, con otra dirección. Jugábamos a la bolita, a las figuritas y vivíamos en el club para jugar al básquet e íbamos al parque para el fútbol. Recuerdo que hacíamos carreras de karting con cajones de verdulería y bolilleros”, siguió. 

Otro hecho que marcó la infancia de Vicazio fue cuando tenía 5 años. “Mis padres compraron un campo en Arenales al que íbamos los fines de semana. Mi mamá nos criaba a nosotros y mi papá tenía tambo. Ambos me inculcaron los valores de la honestidad, respeto, empatía, solidaridad”, recordó. 

En lo que hace a su devenir formativo, Vicazio realizó la primaria en la Escuela N°1 y continuó con la secundaria en el Nacional. Sin embargo, su vida laboral comenzó previo a finalizar los estudios. Al respecto, señaló: “Estaba en pareja con una chica cuyo padre tenía una mercería. Empecé allí de cadete y terminé de encargado”.

Además de pintar y realizar distintas actividades para sustentar  su vida diaria, comenzó a ligarse a la actividad política en la Unión Cívica Radical (UCR). Sobre aquel momento indicó: “Organizábamos jornadas juveniles, como charlas, en las que participaban todas las escuelas. Fui el segundo de la dirección y fue fantástica la participación juvenil”.

“Aprendía mucho de los pibes y ver el afán que tenían. No había diferencia entre colegios porque éramos todos iguales y participábamos con jurados independientes”, valoró y comparó: “Hoy se perdió eso. La tecnología nos atraviesa y la juventud no socializa como antes que había otras formas”. 

En tal sentido, se abocó a los espacios ligados a la actividad política. De tal forma, comentó que “en la Juventud Radical empecé como vocal suplente y llegué a ser presidente de la Cuarta Sección”. 

Trayectoria

Tras casarse, la primera experiencia que tuvo fue como encargado en una estación de servicio. Sin embargo, la precariedad laboral de ese trabajo como así también el impulso a formar parte de otro espacio lo llevó a migrar de escenario.

“Trabajé con Gustavo Ferrari en la Cámara de Diputados, donde estuve 11 años. Me volví y estuve tres años con Mario Meoni de jefe de talleres. Nuevamente me volví a ir cuatro años al Senado de la provincia de Buenos Aires y regresé a Junín como delegado de Laplacette”, reseñó sobre su paso por la gestión pública. 

En el presente, Vicazio, forma parte de la secretaría de Seguridad del municipio. Además de los lugares donde estuvo, también valoró el hecho de “trabajar en equipo”. “Es fundamental. La empatía con el empleado, ponerse en lugar del otro, entender que hay personas que pueden tener un mal día”, reflexionó. 

Y desmintió: “Es mentira que en el Estado son todos iguales. Es como en todos los aspectos de la vida donde hay gente laburadora, honesta y que hace bien las cosas. ¿Por qué eliminar eso? ¿Quién reemplaza al Estado?”.

Más allá de eso, lo que significó la mayor energía y lucha, no fue la política, sino la lucha contra las adicciones: un mal que vivió en primera persona y afecta a miles en el país.

Lucha contra las adicciones

Lo que es un tema tabú para muchos, para Vicazio es un hecho distintivo en su vida que lo abordó como una cosa más. “Ocurrió de grande, cuando tenía alrededor de 40 años.

Fue por curiosidad y el devenir de una noche. Después de eso no zafás más”, opinó. 

Acerca de los costos de caer en un laberinto que es difícil de salir contó: “Perdí familia, amigos, te empezás a relacionar con gente que nada tiene que ver con vos. Te aislás y dejás de ser vos. El sistema te lleva y te empuja a seguir en ese círculo vicioso. Si no tocás fondo, y no es con ayuda, no salís. Uno no se salva solo, eso lo garantizo”. 

Precisamente, el seis de enero, Vicazio, cumplió dos años de su internación coronándose con el regreso a casa tras el mal trago. Acerca de lo que significa el tratamiento definió: “Es un proceso de uno mismo y en el que tenés que enfocarte en vos”. 

“Te levantás a las 6.30; desayunás; te ponés dos charlas al día con dos compañeros; haces parque como trabajos de huerta y estar en contacto con animales hasta las 12. Luego, estás libre hasta las 13”, describió sobre la rutina de un día cualquiera en un tratamiento de internación. 

Y siguió: “A las 14 se limpia la habitación; a las 15 lavás la ropa; hay actividades secundarias; colación; a las 19 era el momento de una ducha; y tres veces por semana grupos. Ahí hay un coordinador y operadores por grupo que administran la palabra y uno habla sacando todo lo que tiene dentro”. 

En torno a ese aspecto, cuando se exponen sensaciones, vivencias y ocurre el intercambio se genera un ambiente único. “Después te dan la devolución los compañeros y, quizás, te dan con todo y la regla es no contestar. Te remueve cosas que uno no se acordaba de la infancia y de la adolescencia que son, supuestamente, las que te llevan a la adicción”. 

Retomando el itinerario del proceso, al llegar la noche, se llevaba adelante la cena y era el momento de volver a las camas correspondientes para dormir. “Todos los días que estás, en algún momento del día, te querés ir. No hay un día que no. Es una vivencia intransferible”. 

“Extrañás, se te cruzan tus hijos, amigos y la vida misma. Es símil a un sistema de encierro, el cual, es necesario pasar. Ojo que te podés ir cuando querés, pero es una ayuda que necesitás también”, aclaró. 

Por otro lado, en lo que hace a las visitas de protocolo, las mismas ocurrían los días sábado y domingo entre las 15 y las 18. “Cuando se iba la visita, se hacía el cierre de círculo donde cada uno contaba cómo le había ido en la semana y qué fue lo que sintió con la visita. Es como un resumen semanal”, expresó. 

Luego del tratamiento que enfrenta cada persona que vivenció ser adicta, llega otro momento complejo, y para el cual muchas veces no está preparada la sociedad como es la “reinserción”. En su caso, al ser consultado por ese momento, Vicazio respondió que “lo primero que hice fue decir que estuve internado por adicción. Fue tomarlo como una parte constitutiva de uno y brindar ayuda a quien lo necesitara”. 

En tal sentido, relató: “Acompañé a internar a tres jóvenes que recurrieron a mí por ayuda. El nivel de reincidencia es altísimo; debe andar en el 80%.  Ocurre porque hay gente que sale, se siente abandonada y vuelve a caer en los lugares comunes”. 

Mirada sobre procesos

Además de su desafío contras las adicciones, quizás el destino o el azar, llevaron a Vicazio a tener que enfrentarse a otro imponderable: ser paciente oncológico. Sin embargo, de las dos situaciones que vivió y vive, es la primera la que distinguió. Así lo expuso al decir que “para mí fue un logro imponerme y superar las adicciones. Sentí mucha satisfacción”.

“Para la gente, las adicciones son más tabú que el cáncer. Con la droga es una lucha más franca y con el cáncer ya dependés de otros”, evaluó y manifestó: “Ambos son procesos duros porque, uno, un día está de buen humor y al otro no”. 

Ligado a su paso por la gestión pública consideró: “Hay que tener lugares serios de atención a las adicciones. Salvo las comunidades privadas, el Estado no tiene centro de internaciones. Muchas veces es ir a un psiquiatra y salir con medicación”. 

“A nivel local no tenemos profesionales que se dediquen y desarrollen en tema adicciones para armar una comunidad. No tenemos nada entonces no se puede arrancar nunca”, criticó.

Cierre

Al hacer un repaso por su trayectoria de vida, afirmó: “Estoy conforme y dentro de todo me ha ido bien. No es de arrogancia ni petulancia, ya que, he tratado de ser honesto, humilde y solidario. Estoy rodeado de muchos afectos y amigos de la infancia”.

“Mis hijos son mi vida entera y me gusta acompañarlos.  Junín es mi lugar en el mundo y no lo cambio por nada. El barrio Nueve de Julio es único”, destacó.

Finalmente, concluyó: “Cuando consumía no disfrutaba y yo pensaba que sí. Hoy, disfrutar es compartir tiempo de calidad con mis hijos, tomar un café, mirar televisión e irme a caminar”.

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