Daniel Eduardo Sarobe: “El arte permite un lenguaje que es imposible expresarlo de otra forma”
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Daniel Eduardo Sarobe: “El arte permite un lenguaje que es imposible expresarlo de otra forma”

Estudió el Profesorado de Educación Física en Lincoln, pero un llamado de su padre lo llevó a desenvolverse en la venta de maquinaria agrícola. Luego de 20 años, cambió radicalmente su faceta laboral al incursionar en apicultura hasta, finalmente, encontrar su vocación en el arte. “En 2005, a través de un trabajo de posgrado de mi pareja, descubrí que dentro mío había un constructor adormecido y latente”, dijo.

Una vida de reinvención permanente que ha oscilado por distintos rubros hasta el presente. La creatividad dispuesta para entretenerse de niño, el gusto por la actividad física, la venta de maquinaria agropecuaria, la afinidad con carpintería, el desarrollo en apicultura y, finalmente, el contacto y profesionalización con el mundo del arte. Todos esos son los oficios en los que se ha sabido desenvolver y dejar su huella Daniel Sarobe a lo largo de sus más de seis décadas.

En diálogo con Democracia, recordó su infancia por distintos barrios de nuestra ciudad, comentó su paso por el Profesorado de Educación Física en Lincoln y narró cómo fue su inicio laboral junto a su padre. También, Sarobe, hizo referencia a su incursión por la apicultura, valoró el lugar ocupado por su pareja y compartió su devenir en el mundo del arte, el cual se produjo paulatinamente durante toda su vida. 

Punto de partida

“Nací en una familia humilde, donde soy el primero de cuatro hermanos. Mi padre tenía una buena formación porque venía de una familia de trabajadores y terminó el colegio Comercial”, introdujo. 

Dándole continuidad al relato sobre su infancia, contó: “Teníamos una casita en el Barrio Obrero, por la cancha de Moreno. Los años fueron buenos para mi papá laboralmente porque vendía cosechadoras. Luego nos mudamos a Villegas y Urquiza, a dos cuadras de la plaza 9 de Julio. Era casi el final de Junín porque aún no estaba la Circunvalación”. 

“No había tantas propuestas lúdicas como hay ahora, entonces, muchos de los jueguitos dependían de nuestra imaginación y lo que se nos ocurría. Por eso, hacíamos carritos y chozas. De ahí nace ese primer constructor que se pudo canalizar en esta actividad escultórica que hago”, dijo. 

De tal forma, y para tener una base educativa que sería fundamental en su devenir profesional, Sarobe realizó la primaria en la Escuela N°24 y la secundaria en el Colegio Nacional.

“A los 14, por esas cosas fortuitas, me senté con Mario Rodríguez, que fue médico de Sarmiento, y me dijo: ‘Voy a ir a correr porque me estoy entrenando para una carrera en el club Independiente’. Y a mí me gustaba hacer actividad física. De hecho, me mandaban a hacer un mandado y lo hacía corriendo”, recordó. Y expresó: “Ese hecho fortuito se canalizó en la pasión por la carrera y cambié mi rumbo para ser profesor de Educación Física. Nunca ejercí, pero la he tenido como una actividad a la que amo y marcó mi vida”. 

Devenir laboral

A lo largo de su vida, el trabajo funcionó como un aspecto de desarrollo profesional, pero no su pasión, como sí lo fue el arte. Por eso, pese a haber estudiado el Profesorado en Educación Física en la localidad de Lincoln, Sarobe se introdujo en el rubro agropecuario y acompañó en la venta de maquinarias a su padre por dos motivos: por ser el hermano mayor y por una necesidad manifiesta de su padre.

“Inicié en el 80 y trabajé con él hasta el 2000. Nos pudimos desarrollar en la concesionaria, conocer y hacer gente amiga en el campo. Luego se jubiló mi padre y la actividad comercial no me tenía contento”, describió. 

“No era la pasión de mi vida, pero sí me posibilitó desarrollarme. Me sirvió porque me dio una estabilidad y tener cierta tranquilidad. No reniego de esa época”, comentó y analizó:

“La vida, en general, está llena de hechos particulares. Si mi padre no tenía esas descompensaciones, mi vida, quizás, iba por otro lado. No fue una frustración para mí el tener que cambiar de rumbo”.

“Mi papá me supo guiar e inculcar el valor del servicio. Por ejemplo, y me ha pasado, en Navidad te llamaban porque a un cliente se le rompió la cosechadora en plena cosecha del trigo y había que responder. Así fue que aprendí un método de trabajo y un modo de hacer las cosas con perseverancia, constancia, y mucho sobre las relaciones humanas”.

Como una concatenación de sucesos, previo a cerrar su vínculo con el cocesionario, Sarobe comenzó a adentrarse en lo que es la apicultura. Así comenzó un nuevo rubro durante 12 años. Precisamente, un aspecto clave en ese campo fue la asociación junto a un amigo con quien ha sabido tener varias colmenas.

Arte como comunicación

Tal como comentó en un inicio, la infancia de Sarobe se vio atravesada por el impulso a la creatividad, dado que no existía la tecnología que existe hoy, y un hecho no menor fue su crecimiento al calor del arduo trabajo de su padre en el concesionario.

Asimismo, las herramientas obtenidas en el profesorado realizado le brindaron herramientas pedagógicas y, junto a la experiencia laboral capitalizada en la venta de maquinarias, combinó todo ello en su devenir en el mundo del arte en un resultado único que marca su impronta.

En ese sentido, y como punto de partida, al ser consultado sobre el significado del arte, respondió: “Se lo han preguntado y se lo siguen preguntando muchas personas. Es una cosa extraña de definir. Se han escrito libros al respecto. Creo que es algo muy importante en la vida del ser humano y algo que posibilita manejar lenguajes imposibles de ser expresados de otra manera que a través de cierta ficción”.

“Nos sirve para soportar momentos difíciles. Despierta un pensamiento que logra decir muchísimo en un instante y es capaz de transformar a quien lo hace como a quien lo recibe.

El receptor completa la obra, termina de formar, de decir lo que el artista empezó diciendo. Termina resignificando lo que propone el artista”, continuó.

Sin embargo, la posibilidad de tal definición proviene de una vasta trayectoria en el rubro. Acerca de la génesis de este acontecimiento, remarcó: “No me levanté una mañana y dije ´voy a ser escultor o artista plástico´. Sin saberlo, me fui formando y despertando determinadas inquietudes”. 

“A fines de los 80 me puse de novio con mi actual mujer. Ella estudió Bellas Artes y luego fue profesora de Artes Visuales. Con ella compartimos la vida y, de algún modo, el acompañarla y estar con ella, junto a ser un curioso, me llevaron a vincularme. De hecho, vivencié su actividad artística en primera persona”, contextualizó. 

“En el 2005 comienzo con la actividad escultórica. Mi mujer estaba haciendo un posgrado y no podía llevar a cabo una idea, y me entusiasmé muchísimo. Ahí me remito a esto de hacer y trabajar. Entonces, había un constructor adormecido, pero latente. Hice algunas esculturas y obras que tempranamente empiezan a tener algún recorrido”, manifestó. 

En torno a lo que representa una escultura, explicó que “es una de las ramas de las artes visuales. Llevándolo a un plano general, podés hacer dibujo, cerámica, entre otras aristas. Hoy las fronteras son muy flexibles y todas las actividades dialogan de algún modo e intercambian materiales y acciones. Ya no son espacios cerrados cada disciplina”.

Siguiendo con su explicación, abordó su relación con la carpintería y señaló: “Inicialmente, lo mío fue la escultura en madera, que se caracteriza del salvataje de pequeñas maderas que se rescatan en el taller y se hermanan en una obra. Maderas olvidadas que tienen un destino de fuego o desperdicio se hermanan y compongo formas más grandes”. 

Y remató: “Todo ese proceso es una metáfora de la vida misma: lograr el salvataje de los olvidados. Por eso, abordé esa experiencia y la convertí en una obra que me ha caracterizado como escultor”. 

Relacionado a esto, su experiencia en el mundo de las artes no se agota allí. Además de la relación con la madera, también abordó su práctica con el arte textil. “La misma deriva de los trabajos. Uno va llevando a otros y se va trabajando en lenguajes que tienen que ver con instalaciones y lenguajes distintos”. 

“En eso estamos trabajando con Silvina, mi pareja. Me preocupan mucho la suerte de los bosques, de los árboles, el desmonte, el descuido gubernamental y el fuego que arrasa en distintas provincias y hace un gran daño”, comentó.

Cierre

Con una trayectoria que incluye más de dos décadas de trabajo ininterrumpido como escultor, Sarobe ha logrado hacerse de un lugar de referencia a nivel local y nacional. Esto lo ve plasmado en el reconocimiento de las personas como así también a través de distintas instituciones.

“Pude estar en el Salón Nacional de Artes Visuales de Junín y fui el ganador del primer premio del año pasado en lo que significa algo muy destacado. Recibí algunos alientos y fui construyendo mi carrera”, comentó y resaltó: “Tuve varias menciones en el Salón Nacional. Fui seleccionado en Córdoba y Tandil”. 

El Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori es un museo de arte argentino de la Ciudad de Buenos Aires. Posee un patrimonio de cuatro mil piezas de arte de las más importantes que se han promovido a nivel nacional. Precisamente allí ha sabido dejar su firma Sarobe también. 

Finalmente, al mirar en retrospectiva y hacer un repaso de su vida, tras pensarlo, concluyó: “Una trayectoria humilde, pero trayectoria al fin”.

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