Ezequiel y Sebastián, siendo niños, jugando a ser bomberos.
Ezequiel y Sebastián, siendo niños, jugando a ser bomberos.
INSPIRACIÓN Y EJEMPLO

Cuando la profesión se hereda: padres e hijos con vocación de servicio

En el Día del Padre, dialogamos con Eduardo Naya y Mario Domench, exbomberos del cuartel de Junín, quienes comparten con sus hijos la pasión por el mismo oficio. Más allá de la libertad de elección, resaltan el orgullo que hayan seguido sus pasos.

Hubo un tiempo en que los mandatos familiares indicaban que los hijos -sobre todo los varones- debían continuar la profesión de sus padres. Hoy, aún en los casos en que esto ocurre, las decisiones son más libres.

El interés por una carrera surge por una vocación latente y por ciertas aptitudes que la persona pueda presentar. Pero, en otras oportunidades, también nace por el cariño que dicho oficio generó en uno la actividad que realizaban los padres.

Y si de ejemplo, responsabilidad y empatía se trata, inmediatamente aparece la figura del bombero. En Junín, Eduardo Naya y Mario Domench son personas con larga trayectoria en dicha institución y que sirvieron de inspiración para sus propios hijos, quienes han decidido seguir sus pasos en esta carrera que es, a su vez, una vocación de servicio. 

“Luego de cursar la Escuela de Policía, salí como oficial ayudante y, cuando voy a buscar el destino, me habían enviado a Bomberos. Ni sabía que Policía tenía Bomberos. Y medio que renegué, ‘pucha, no me va a salir ni una bien’. Quiero entrar a Policía y me meten en Bomberos”, relató Naya, quien en una primera instancia había insistido para estudiar ingeniería hidráulica, en La Plata, de donde es oriundo.  

La época del país, en 1976, “con los militares en el gobierno y viviendo acuartelados, hizo que fuera muy difícil ponerse a estudiar”, agregó. “Además, estaba trabajando al mismo tiempo; luego fallecieron mis padres y, ya después, prácticamente perdí la ilusión”, sostuvo. 

Pero la vida lo estaba esperando con una revancha, y pudo combinar ambas actividades: “Al año me di cuenta que ese interés que tenía por la hidráulica se desarrollaba perfectamente bien en Bomberos. Después hice una licenciatura en la facultad de Sistema de Protección contra Siniestros. La verdad que soy un agradecido a Policía y a Bomberos, porque me dio lo que me gustaba”. 

Años más tarde, llegaron Sebastián y Ezequiel, quienes también nacieron en la capital provincial. “Al poco tiempo, ya con los dos nenes chiquitos, me ofrecieron el traslado a Junín, como jefe de cuartel, que es una de nuestras grandes ambiciones en Bomberos”, explicó Naya. 

El interés por la profesión de su padre se forjó desde aquel entonces cuando empezaron a vivir “en una de las casas-habitación que tiene el cuartel en nuestra ciudad”, detalló. 

“Alquilé mi casa en La Plata, y me vine a vivir a la casa del cuartel, donde estuvimos un montón de años, hasta que ya decidimos que no nos íbamos a ir más de acá. Fue ahí que compramos nuestro propio lugar en Junín”, indicó.  

Naya destacó el gran “contacto social” que le brindó Bomberos desde el primer día, y el estar “verdaderamente al servicio de la sociedad, en todos los aspectos que se pueda”. 

Siguiendo con el relato, Naya contó que luego nació Victoria en nuestra ciudad, la más pequeña de la familia, quien actualmente es instrumentadora quirúrgica y maestra jardinera.

“A los varones nunca los quise forzar a que estudien otra cosa, siempre los dejé con total libertad. Ellos quisieron seguir la profesión del padre y están contentos con eso”, afirmó. 

Pasaron los años de trabajo y Naya fue nombrado al frente de la Superintendencia de Seguridad Siniestral de la Policía de la provincia de Buenos Aires, “de la cual dependía Bomberos, Explosivos, Ecológica”, explicó. Fue justo ese año, que Sebastián y Ezequiel decidieron estudiar en la Escuela Juan Vucetich y finalmente, se recibieron.  

“A uno de ellos le entregué personalmente el diploma. Y después los tuve un tiempito trabajando conmigo en La Plata, para que estudiaran, para que se capacitaran, y después ya vinieron acá a Junín”, relató. 

“Con que podamos disfrutar de la vida, yo ya estoy satisfecho, y la verdad, tengo la suerte de que he disfrutado de la vida en todos sus aspectos. Laboral y familiar”, apuntó. 

El respeto por la profesión 

Naya aseguró que uno de los principales consejos que les dio a sus hijos bomberos ha sido “que fueran muy trabajadores, y que respetaran su trabajo. Y lo fundamental, también, es que lo disfrutaran, como lo hice yo”.

“Esta actividad fue lo que nos forjó la vida. Económicamente, nos dio la posibilidad de que ellos tuvieran todo lo necesario en su niñez y en su juventud. No nos sobraba nada, pero tenían lo que tenían que tener”, explicó. 

Considera que a los hijos “no hay que darles cosas por demás, sino brindarles lo que verdaderamente necesitan, que es amor” y aseguró que en eso han sabido ser buenos ejemplos: “Ese aspecto en mi familia lo tenemos, porque con mi señora hemos formado una pareja magistral. Muy pocas discusiones, nada fuera de tono y siempre con tranquilidad. Y ellos lo vivieron durante toda su infancia”.  

Además, hizo hincapié en el deseo de superación dentro del ámbito laboral, sin que éste genere sentimientos de frustración: “Yo tuve un poco de suerte. A veces no se llega hasta el grado que llegué yo, que es el grado máximo. Yo estaba preparado a que por ahí llegaba, pero por ahí no”.

En ese sentido, recordó haberles aconsejado profesionalizarse en otra rama distinta, y de forma paralela: “Uno de mis hijos estudió en la parte de seguridad e higiene industrial. Y el otro en análisis de sistemas. Los dos tienen con que, si quisieran, rebuscársela un poco al margen de la actividad. Hasta ahora les lleva mucho tiempo y no lo pueden hacer”, agregó. 

Un oficio de generaciones 

Por su parte, a Mario Domench se le presentó la oportunidad de sumarse a Bomberos, en 1987, y luego de haber estado cuatro años jugando al fútbol en Lincoln: “Venía de toda una familia de bomberos. Mi padre, mi tío, mi hermano y varios de mis primos habían estado trabajando ahí antes que yo”, relató. 

Si bien la vocación todavía no existía, sí sabía cómo eran los movimientos y las actividades dentro de un cuartel: “Mi padre había trabajado ahí treinta y pico de años y yo había compartido muchos momentos con él dentro de esas instalaciones. Siempre me gustó ir a visitarlo”. 

Luego, cuando nacieron sus dos hijos, la situación se invirtió y fue él quien tuvo que rebuscársela para combinar los tiempos en familia y, además, continuar trabajando: “En Bomberos tenés que estar en actividad 24 horas y 48 horas tenés franco, así que había ciertos momentos que te perdías el cumpleaños de tus hijos y las Fiestas. Es cuestión de acostumbrarse”, reveló. 

Las visitas al cuartel comenzaron a ser más seguidas, por parte de sus dos hijos varones: “Compartíamos muchos momentos ahí adentro. Mis hijos iban, se subían a los camiones, se tiraban por el caño. Hasta se quedaban a dormir”, contó Domench. 

Cuando Jonatan, quien actualmente tiene 32 años, terminó la secundaria, no dudó y, ante la pregunta de su papá, confirmó que quería ingresar a Bomberos: “Hablamos con el jefe del cuartel. Le planteé que mi hijo quería entrar y desde ahí empezamos a hacer todos los papeles para el ingreso a la Policía. Se mandaron a La Plata y a los 20 días recibimos el alta”, explicó.  

Trabajar con papá 

Finalmente, llegó el día donde el ingreso a Bomberos se concretó y comenzaron a trabajar juntos, “durante tres o cuatro años”. “Siempre recordándole las precauciones y los riesgos que tiene esto. No es fácil trabajar ahí y más siendo nuevo, que por ahí no tienen el conocimiento que brinda la experiencia”, aclaró Domench. 

Entre los principales consejos que le dio a Jonatan estuvo “el cuidado que hay que tener, y el tratar de no ser arrebatado”. “Hay cosas que con el tiempo vas aprendiendo, cómo la forma de cuidarte para no arriesgar tu vida tampoco. Es un oficio muy peligroso”, sostuvo.  

Entre algunos de los momentos compartidos, recuerda los operativos en la Costa, durante el verano o las vacaciones de invierno. “Yo en él confío en un cien por ciento. Pero siempre le dije que todo lo que se hace en Bomberos se hace con cuidado. Hay lugares donde primero tenés que ir a observar y tratar de solucionar el problema sin ponerte en riesgo”, agregó.  

Domench sostuvo que la familia del cuartel es tu segunda familia: “Con ellos compartís muchas cosas lindas como también muchas cosas feas”. 

Si bien ya se encuentra alejado de la actividad, el sentimiento perdura: “Siempre se extraña. Se extraña el compañerismo, que es un grupo muy humano y muy familiar. Pero yo siempre voy, una o dos veces por semana paso por el cuartel”.

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