SECUNDARIA DOMINGO F. SARMIENTO

Las claves educativas de la Escuela de la Unnoba reconocida a nivel mundial por su acción ambiental

"Los chicos festejaron como si fuera un mundial de fútbol", afirmó el coordinador académico, Fernando Balbi, quien agregó orgulloso: "Pero en realidad lo que festejaban era que fueron reconocidos por los aprendizajes que construyeron".

Proyectos colectivos y articulaciones con la comunidad encabezan las claves educativas de la escuela secundaria pública de Junín, partido ubicado en el noreste bonaerense, que fue elegida esta semana entre las 10 finalistas en la categoría "acción ambiental" del premio World's Best School Prize 2023, el cual reconoce con US$ 50.000 a las mejores instituciones educativas del mundo.

Los estudiantes se enteraron de la selección en un acto escolar realizado el jueves pasado. "Cuando dijeron 'las mejores escuelas son…' y apareció nuestro nombre, empezamos todos gritar de emoción", contó en el laboratorio de la escuela Domingo F. Sarmiento la alumna de sexto año, Martina Andriola (17), en una recorrida con Télam por la institución juninense.

"Los chicos festejaron como si fuera un mundial de fútbol", completó el coordinador académico, Fernando Balbi, quien agregó orgulloso: "Pero en realidad lo que festejaban era que fueron reconocidos por los aprendizajes que construyeron".

La escuela comenzó a funcionar en 2018, depende de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Unnoba), y ocupa una manzana con ingreso en la intersección de las calles Jorge Newbery y Pringles.

Allí, estudian 360 alumnos y alumnas que componen una matrícula "heterogénea", con trayectorias escolares "diversas", garantizada por un sistema de ingreso por sorteo, contó la secretaria académica de la Unnoba, Pilar Traverso.

Este año egresará la primera camada de estudiantes, luego de haber cursado por seis años, pandemia mediante.

La institución, orientada a Ciencias Naturales, es doble jornada y cuenta con tres pisos: en la planta baja se ubican los laboratorios, el polideportivo, el comedor, la biblioteca, un teatro y un patio central; y en las dos superiores están las aulas.

Desde las ventanas que dan a la calle Newbery, se pueden observar las vías del ferrocarril línea San Martín donde pasan trenes con pasajeros y de carga que llegan desde Ciudad de Buenos Aires o Mendoza.

La escuela es colorida y luminosa, tiene espacios amplios y en los pasillos, por los que transitan pacíficos las y los adolescentes y docentes en los recreos, se ven contenedores diferenciados para la basura y los reciclables.

Esta es la segunda vez que participan para conseguir el reconocimiento, pero la primera en quedar seleccionados.

"No se trata de una acción de un grupo, sino de una acción colectiva de toda la institución -agregó Balbi-. No es un proyecto mesiánico, son un montón de acciones pequeñas, pero posibles de hacer en una escuela, y en las que se involucran muchos chicos y sus familias".

El sistema de gestión ambiental de la universidad trabaja con la escuela para bajar los indicadores de consumo de agua y luz del edificio certificado por normas ambientales IRAM.

A la vez, los estudiantes hacen tareas de reciclaje y compostaje con desechos de yerba y paulatinamente con los desechos de comedor, lo que "significó ahorrarle al relleno sanitario de la ciudad 3 toneladas desechos desde 2021 hasta la actualidad", destacó Traverso.

Para el estudiante de cuarto año, Milo Luján (15), la escuela "es un espacio de pertenencia" que les "abre un montón de puertas". También lo es para su compañera de curso María Pía Rojo (15) que la considera "una gran familia" y "una segunda casa".

"Siempre se ve el cuidado del medioambiente como algo lejano. Hasta hace poco la idea de que el mundo empezara a 'morir' se veía como algo lejano también, pero ahora se empieza a aproximar", explicó Rojo, y, a su compañero agregó que buscan "llegar con el conocimiento de cómo cuidar el medioambiente a personas de todas las edades".

Bajo el proyecto interinstitucional "Eco Ideas", las y los estudiantes, junto a docentes y a la asociación ambiental Ambientarg y, de cuidado animal, Asociación Juninense de Protección Animal (Ajpa), desarrollaron cestos de colillas de cigarrillos con materiales reciclados y los repartieron en dependencias públicas de Junín; y emplearon ladrillos ecológicos y desechos plásticos para armar "ecocuchas".

Para esa última producción realizaron un estudio de campo con una abogada de la cátedra de Derecho animal de la Unnoba y contaron con la guía de un ingeniero industrial para la construcción manual, contaron los alumnos.

"Una colilla contamina 50 litros de agua", dice el cartel que sostiene entre sus manos la estudiante de quinto año Ariana Valenzuela (16) y que fue desarrollado por los alumnos para interpelar a la comunidad.

"Ambientarg nos fue dando información sobre contaminantes de nuestra ciudad, como las colillas, que son muy pequeñas, pero tienen mucho impacto", dijo la joven en el laboratorio.

En el cartel está enganchado el "cesto" que consta de una botella plástica para tirar las colillas apagadas y dispone de un QR con indicadores.

"Gran parte de estos proyectos no fueron impuestos, sino de generación mutua entre alumnos y docentes y se trabajan desde distintas materias a la vez", destacó Balbi.

Asimismo, el profesor de Filosofía de sexto año y además tutor del espacio curricular "Construcción de Juventudes y Escuelas", Cristian Alonso, destacó la importancia de la articulación de la escuela con asociaciones comunitarias que abordan diferentes problemáticas que dan a conocer a las y los alumnos; y resaltó que "es necesario repensar la escuela", porque ésta "es una institución pensada en el siglo XIX con la mayoría de los docentes del siglo XX y estudiantes del siglo XXI" y "hay un desfasaje".

"Hoy, no tiene sentido pensar la escuela en términos de contenido, sino que es necesario pensar en que la experiencia en la escuela sea significativa, que movilice algo y a partir de eso trabajar 'competencias' transversales", definió.

Otro de los proyectos que están desarrollando es el de la investigación en fitorremediación, con el propósito de evaluar los niveles de contaminación por metales pesados en las lagunas de la zona, así como la capacidad de ciertas plantas de absorber esos metales para mejorar la calidad del agua.

Este proyecto surgió en una materia de articulación conformada por Física, Química y Biología de los chicos de cuarto año, quienes empezaron a ver las problemáticas ambientales que tienen en la zona con el agua, que "está contaminada", explicó la alumna Andriola.

"Decidimos trabajar con sulfato de cobre, un contaminante que hoy se usa en las áreas rurales y el campo -como Junín- y es parte de lo que son los pesticidas", agregó la adolescente.

Con la investigación que iniciaron comprobaron que las plantas acuáticas "el librito" y "la lenteja" son "muy efectivas" para realizar la fitorremediación, porque se reproducen rápido y se consiguen en cantidad, por ende son "una alternativa sostenible y económica a los métodos tradicionales de limpieza", concluyeron, mientras mostraban en grupo las nueve muestras que continuarán estudiando.

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