Ana cuando se aplicó la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19.
Ana cuando se aplicó la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19.
LA BIOQUÍMICA QUE LLEGÓ A ROJAS PARA ESTUDIAR EL MAL DE LOS RASTROJOS.

Ana Kienzelmann: “En aquella época, era todo mucho más complicado”

En pleno auge de la epidemia, dejó todo en La Plata para unirse a un equipo de destacados médicos que estudiaban cómo tratar la Fiebre Hemorrágica Argentina. Con similitudes y diferencias, la profesional volvió a revivir su historia a partir del Covid-19.

En el año 1961, en pleno auge de la Fiebre Hemorrágica Argentina, la bioquímica Ana Kienzelmann, llegó a la ciudad de Rojas junto con su esposo, el químico Guy David Anderson, para unirse a un equipo de destacados médicos que estudiaban cómo tratar al denominado “Mal de los Rastrojos”, un virus proveniente de las ratas, que afectó la parte norte y este de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y de Santa Fe. 

La epidemia, también conocida como el “Mal de O´Higgins”, tuvo su epicentro en las ciudades de Alberti, Chacabuco, Junín, O´Higgins y Rafael Obligado. Luego, se fue deslizando hacia el norte, donde llegaron a aparecer algunos casos por el sur de Córdoba y San Nicolás. “Vivía en La Plata y estaba recién recibida cuando un médico infectólogo, profesor del Hospital San Juan de Dios de La Plata, formó la Comisión de Estudios para la Fiebre Hemorrágica. Él reunió a médicos conocidos, gente con el que él trabajaba y a alumnos. Interesó a todo el mundo porque era una enfermedad nueva y a todos nos venía bien aprender”, relató Ana sobre su traslado a la ciudad de Rojas. Y agregó, “en ese momento había todo por conocer, entonces tenían que mandar un equipo a la zona para que viera de qué se trataba y en ese equipo estuvimos nosotros”.

Cuando la convocaron, Ana trabajaba, junto a su esposo, en el banco de sangre del Hospital de Niños de La Plata y ninguno de los dos dudó en emigrar cuando el profesor los solicitó para que integren la Comisión de estudio. “Pedimos una licencia en el hospital y nos fuimos, queríamos ver qué se podía hacer. Pensamos que iba a ser poco tiempo, pero pasaron 60 años y acá sigo en Rojas”, contó la bioquímica y aclaró “nos llamaron porque mi esposo estaba muy en tema con el asunto de la hematología y como la virosis hemorrágica era una anemia y una leucotemia le interesó. Se necesitaba del laboratorio para llegar a un diagnóstico”.

Cuando Ana llegó, se radicó directamente en la ciudad de Junín y desarrolló su trabajo en Hospital Regional donde se centralizaban a todos los pacientes, pero al detectar que la mayoría de los enfermos eran de la zona de Rafael Obligado y Rojas pidieron trasladar el centro de estudios a esa ciudad. “En el año 61 dejamos Junín, vinimos acá y vivimos en el hospital tres años. Durante la época epidémica llegaban pacientes a toda hora”, recordó la bioquímica y aseguró que “tuvimos una gran suerte que, a pesar de ser una enfermedad mortal, no se transmitía entre las personas; eso hubiera sido mucho peor”.

Similitudes y diferencias con el Coronavirus
En el 2019, a raíz del surgimiento del Covid, Ana no pudo evitar revivir aquellos años de incertidumbre y aprendizaje que la formó como profesional y la llevó a participar de un Congreso Internacional en Río de Janeiro. “Con el equipo de científicos del mal de los rastrojos participamos, en el año 1963, del Congreso de Medicina Tropical y Malaria, que se realizó en Brasil. Allí nos pudimos contactar con científicos rusos que habían atravesado una virosis parecida a la nuestra”.

En relación al coronavirus, Kienzelmann relató que la diferencia principal radica en que la enfermedad no se transmitía entre las personas, sino que se daba por estar en contacto con roedores. Por eso, afectaba a la población que vivía en zonas rurales y su pico máximo se daba durante la época de la cosecha. “Para contraer la enfermedad, había que estar en las condiciones en las que vivían las personas que se enfermaban. Es decir, en las condiciones del campo, con frío e infestados de roedores. Cuando la cosecha se recogía a mano, el polvillo contenía las defecciones de los roedores que estaban contaminados. Así que era algo íntimamente relacionado con el campo”, explicó. 

Por otro lado, Ana encuentra muchas similitudes con la pandemia que el mundo padece desde el 2019. “También era algo desconocido. La gente se moría, la pasaba mal y no sabíamos por qué. Tratábamos de atender a los enfermos, pero no sabíamos la manera. Lo importante era hacer el diagnóstico y tratar de saber qué producía la enfermedad”, comentó y afirmó que “por eso se organizó la Comisión y comenzó toda la investigación. El enfoque de nuestro equipo era la atención del enfermo, porque era tan alta la mortalidad que lo importante era ver cómo se solucionaba eso”. 

La bioquímica relató que los síntomas “eran los de un ´gripón´, fiebre muy alta y seca. No había catarro en las vías respiratorias y los enfermos llegaban totalmente deshidratados”. Fue entonces que, luego de varias pruebas de laboratorios, detectaron que a los pacientes le faltaban glóbulos blancos. “Estaban anémicos y eso les traía trastornos en el riñón. Además, la orina tenía alguna anuria que es una cuestión que es tóxica. Todo se iba dando para ir formando un diagnóstico”, manifestó la profesional y confesó que, al igual que con el Covid, “comenzamos a utilizar la transfusión con plasma de convalecientes para generar anticuerpos en los enfermos, pero, a diferencia de hoy, en aquella época no existía el material descartable y destilábamos el agua para poder esterilizar los recipientes. Todo era mucho más complicado”.

El fin de la epidemia
A pesar de que la epidemia había comenzado mucho tiempo antes, para Ana fueron casi 10 años de trabajo continuo, ya que a principios de los ´70 los casos comenzon a disminuir. “Cuando volvimos del Congreso en Río de Janeiro, se empezó a desratizar la zona, pedíamos desmalezar los campos y mantener las zonas limpias. Y con el tiempo eso fue resultando. Había muerto mucha gente, pero ya se los sabía tratar mejor. Eso se logró con el pasar de los años. Así, disminuyeron los casos y su gravedad, ya no se morían tanto”, culminó Ana.

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