Con su Salón Boulevard cerrado, Emmanuel Corna es contundente: “Estamos al límite, es insostenible”.
Con su Salón Boulevard cerrado, Emmanuel Corna es contundente: “Estamos al límite, es insostenible”.
EFECTOS ECONÓMICOS DE COVID

En 450 días de pandemia, hay rubros que solo trabajaron un par de meses

Salones de eventos, peloteros, jardines maternales, locales de diversión nocturna son algunas de las actividades más afectadas por el escenario de restricciones. Testimonios de juninenses que se endeudaron o que tuvieron que vender bienes, y otros a los que las circunstancias los están obligando a bajar las persianas y dejar sus proyectos después de años de trayectoria.

Hace 450 días que el presidente, Alberto Fernández, informó por primera vez que habría restricciones a las actividades no esenciales por la pandemia de Covid-19. Si bien el escenario cambió mucho desde entonces y hubo oscilaciones para los diferentes rubros, hay algunos que en estos quince meses solo pudieron estar abiertos apenas un par.
Salones de eventos, peloteros, jardines maternales y locales de diversión nocturna son algunos de los emprendimientos más afectadas por el escenario de restricciones. Democracia reunió testimonios de juninenses que se sienten sin un horizonte claro, que se endeudaron o que tuvieron que vender bienes, y otros a los que las circunstancias los están obligando a bajar las persianas y dejar sus proyectos después de años de trayectoria.

“Al límite”
Emmanuel Corna, propietario del Salón Boulevard, es contundente: “Estamos al límite. Al menos, para los que no somos dueños de los locales y tenemos que alquilar, es insostenible”.
Desde marzo del año pasado hasta hoy, en su salón pudo hacer solamente dos eventos. “Se hace muy difícil, nos estamos desprendiendo de ahorros, de activos para poder seguir adelante y sobrevivir”, agrega.
Con unos 60 mil pesos de gastos por mes y más de cuatro millones de pesos en equipamiento parados, sin poder usufructuar, Corna tuvo que vender un food truck que había comprado como inversión en 2019 y ve cómo está generando deudas por la imposibilidad de hacer frente a esta situación. “El rubro, en general, está lleno de deudas”, afirma, quien hoy vive de una pollería. Y agrega: “Tengo que ir sacando ahorros, tuve que achicarme y bajar la calidad de vida, también vendí un vehículo”.
Su objetivo actualmente es mantenerse a flote y no bajar la persiana definitivamente, para ver si, cuando vuelve alguna normalidad, puede recuperarse, “aunque eso lleve dos años o más”.
Según su mirada, fue muy importante la conformación de la Cámara de Eventos y Afines del Noroeste de la provincia de Buenos Aires, porque les permitió a los trabajadores de eventos posicionarse de otra manera.
“Nosotros entendemos los riesgos y el cuidado que hay que tener, pero estamos cerrados hace quince meses y recibimos muy poca ayuda -agrega Corna-, varios de mis colegas han cerrado definitivamente y otros tienen menos problemas, porque no tienen que pagar un alquiler, como yo”.
Con todo, las expectativas están puestas en que el ritmo de vacunación y la llegada de un clima más benévolo permita más aperturas o flexibilizaciones: “Estamos armando protocolos para los salones, aunque sea sin bailes, con alguna cena show o peña, y la esperanza es que se abra en los próximos meses, ojalá que pueda ser en agosto o septiembre”.

“No me quedó alternativa”
Después de quince años de trabajo en el pelotero Bichos y Bichitos, el 31 de mayo último Claudia Macchiavello decidió cerrarlo definitivamente. “Fue con un gran dolor, no me quedó otra alternativa” dice, todavía emocionada, ante Democracia.
Es que tuvo el salón cerrado por casi un año, pagando alquiler y haciendo frente a los enormes costos, hasta que les permitieron reabrir en marzo. “En ese momento la respuesta de la gente fue muy buena -explica-, respetamos los protocolos hasta que la Provincia nos volvió a cerrar. Y dije ‘hasta acá llegué’. Es durísimo, me duele en el alma porque el pelotero era mi vida y amo trabajar ahí. Pero es imposible seguir sosteniéndolo”.
Macchiavello hizo de todo para seguir adelante mientras estuvo cerrado: cumpleaños en casas, tablas de fiambres, cajas golosineras, y cerca del verano, cuando sospechó que podría volver a abrir, pintó el local y arregló el piso.
Cuando reabrió, le quisieron aumentar el alquiler un 100% y si bien llegó a un acuerdo, el incremento no fue poca cosa.
Por todo esto, con las últimas restricciones, el golpe se sintió aún más fuerte.
Es una realidad de todo el sector. De los quince peloteros que había en el grupo de WhatsApp que armaron el año pasado, hoy quedan siete, y muchos se reconvirtieron.
“Estoy muy agradecida de la gente por el acompañamiento de estos quince años, porque el pelotero me dio muchísimas satisfacciones”, concluye Claudia entre lágrimas.

“Muchos cerraron”
Los jardines maternales vivieron una situación similar. Cerrados desde el 13 de marzo de 2020, se les permitió reabrir el 1 de febrero de este año. Pero solo por cien días, porque la situación sanitaria obligó a un nuevo cierre.
El pago de los ATP fue un paliativo, pero los gastos se seguían acumulando. Y si bien algunos padres siguieron pagando las cuotas en la medida de sus posibilidades, con el paso del tiempo y el crecimiento de las dificultades económicas, lo fueron haciendo cada vez menos.
“Nosotros seguimos apostando a la salud, la educación maternal implica cuidados, asistir al otro, por lo tanto, no vamos a dejar de respetar las normas y mucho menos las indicaciones de Salud. Eso es prioritario”, afirma Adriana Lobianco, propietaria del jardín maternal Rayuela.
“En este segundo cierre, algunos padres están acompañando -continúa Lobianco- pero es difícil porque, tanto ellos como nosotros, estamos pagando deuda del año anterior. Nosotros recibimos un préstamo que ahora tenemos que devolver. Es muy duro”.
Lobianco, que es profesora de Educación Preescolar, de Enseñanza Primaria y especialista docente de Nivel Superior en Educación Maternal, remarca que “la educación maternal significa acompañar a la familia en la crianza, implica el poder darles a los niños el mundo de cultura al cual tienen derecho desde el momento en que nacen, y esto se hace cuerpo a cuerpo, es presencial, es imposible la educación maternal a distancia”.
Por eso, manifiesta su preocupación por los efectos que el encierro está generando en los niños: “Algunos papás nos decían que los nenes extrañaban mucho a sus compañeros, que los querían ver. Aunque antes no hacíamos encuentros virtuales, luego de esto que nos dijeron los padres, los hicimos. ¡Los chicos no reconocían a sus señoritas sin barbijo! La pandemia es muy negativa para los más chicos. En la primera infancia es imprescindible el juego con otros chicos, es la única forma para que se desarrollen armoniosamente”.
Finalmente, en referencia a la situación de todo el sector, Lobianco señala que “muchos cerraron y otros se reconvirtieron en otro tipo de emprendimiento, como talleres culturales, pero eso es otra cosa”.

“A punto de desaparecer”
Norberto Gaute, propietario del boliche Madoc’s y referente de la Cámara de Diversión Nocturna (CDN), recuerda que de marzo del año pasado a hoy solamente pudieron trabajar con cierta normalidad “dos o tres meses a fin de año, nada más”. Según dice, quedan muy pocos sosteniendo los lugares en estas circunstancias y la mayoría de sus colegas tuvo que entregar sus locales por no poder mantener los costos.
“Por suerte, yo pude llegar a un arreglo con el dueño y, por ahora, lo puedo seguir bancando. El optimismo a uno lo hace seguir mes a mes, y uno más, y uno más, esperando que se permita abrir alguna vez”, explica.
Según dice, “un alquiler de 50 mil pesos, con el boliche abierto se puede pagar. Pero si está cerrado es imposible”. Con la Tasa de Seguridad e Higiene subsidiada, los costos de la renta más la energía eléctrica, el servicio de agua, el CVP, no baja de los 70 mil pesos mensuales, según su cálculo. “Entonces te fundís, ¿cómo se puede hacer frente a eso sin abrir?”, se pregunta Gaute.
En la CDN calculan que unas 300 familias viven de la diversión nocturna en Junín.
“De una u otra forma la estamos peleando -continúa Gaute-, en algún momento estuvimos trabajando como bar, con la gente sentada y escuchando música, pero igualmente no cierran los números. La situación de los que estamos en la CDN es muy complicada, a punto de desaparecer”.
Es que a los boliches no solo los perjudica la limitación del aforo, sino también la restricción horaria. “Si se pudiera, aunque sea, hasta las dos de la mañana, podríamos hacer algo. Con todas estas disposiciones no da para más”, sostiene Gaute.
No obstante, mantienen una luz de esperanza de cara al futuro: “Aspiramos a que haya una luz en septiembre, como vemos que sucede en Europa o en Estados Unidos. Tal vez si se acelera un poco la vacunación y con el cambio de clima, podría haber un alivio. Toda esta situación genera mucho estrés, es una situación muy triste porque uno ve lo que pasa alrededor. No queda otra más que esperar”.

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