SACERDOTE DE UNO DE LOS BARRIOS PORTEÑOS MÁS VULNERABLES

Andrés Tocalini: “Hoy siento que la villa es mi lugar en el mundo”

Después de consagrarse sacerdote, se hizo cargo de la obra de los Marianistas en uno de los barrios más desfavorecidos de Villa Soldati, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Asegura que la cercanía con los pobres es su forma de vivir su fe.

Ya desde chico Andrés Tocalini tenía una fuerte inclinación a ayudar a los demás. Con sus compañeros del Colegio Marianista colaboraba en al Campo La Cruz, también ayudaba en el hospital, hacía obras de teatro para asilos de ancianos, juntaba libros para la cárcel y participaba de cuanta acción solidaria por los desfavorecidos había.
Ese camino lo llevó a querer ser Marianista, primero, sacerdote después, y finalmente a consolidar su destino pastoral como cura villero en uno de los barrios más vulnerables de Villa Soldati, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde lleva adelante una enorme obra educativa, religiosa y, sobre todo, social y humanitaria.

“Es algo muy importante compartir la vida con los pobres”.

Marianista
Tocalini intuyó su deseo de ser Marianista a los doce años y lo ratificó cuando estaba terminando el secundario. Era un niño adolescente con gustos e inclinaciones diversas, pero la vocación pastoral fue la que se impuso.
“Al inicio pensaba que iba a ser hermano, sobre todo, porque me gustaba mucho dar clases. Lo del sacerdocio fue surgiendo después”, recuerda.
Hizo el prenoviciado en la Congregación Marianista un año en Buenos Aires y siguió con el noviciado en Chile. Además de la formación religiosa, los marianistas siguen una carrera que les permita trabajar, entonces Andrés estudió Psicología. Mientras tanto, daba clases en el Colegio Marianista de Caballito y en la escuela de Fátima, de Villa Soldati.
Luego vivió cinco años en General Roca, donde trabajó con chicos de la calle. “Fue algo que marcó mucho mi vida y mi comprensión de la vida, de lo social y de la pastoral”, afirma.
En esa época hizo sus votos perpetuos donde fue ordenado sacerdote.
Cuando terminó esa etapa, se fue tres años a estudiar a Roma, por decisión de la congregación: “Fue una experiencia hermosa y muy rica la de poder seguir mi formación con hermanos de distintas partes del mundo”. La acción social no podía estar ausente en Roma, por lo que se desempeñó en una escuela para inmigrantes.
A su regreso, la congregación Marianista estaba en un momento de reorganización. “Nosotros tuvimos un colegio, un profesorado y una parroquia en Monte Quemado (Santiago del Estero) que cerró en 2004 –explica Tocalini–, entonces se pensó en volver a tener una escuela para los más pobres. Empezamos a trabajar en eso y fue Jorge Bergoglio quien nos dijo: ‘La escuela de Fátima de Soldati, que ustedes conocen tanto, está con algunos problemas, la congregación está por irse, y está la posibilidad de hacerse cargo de esa obra’. Y así fue cómo nos embarcamos en eso”.
Desde el año 2012 Andrés está a cargo de esa obra de Fátima, ubicada entre Los Piletones, la Villa 3 y el barrio Ramón Carrillo, donde viven las familias que hace treinta años fueron trasladadas del exalberque Warnes. Allí conduce una parroquia y un centro educativo que tiene 2800 alumnos, desde jardín hasta el terciario.

Cura villero
Tocalini es un cura villero, tanto por el lugar donde se desempeña como por su pertenencia al grupo de sacerdotes que trabajan en barrios vulnerables.
“Para mí es algo muy natural”, dice sobre su trabajo en la villa, y agrega: “Aquí vengo desde muy joven y ahora que soy párroco y trabajo en la escuela, hay mamás que me conocen desde hace muchos años, entonces uno siente que es su casa. Yo estuve en varios lugares y hoy, en este momento de mi vida, siento que la villa es mi lugar en el mundo. No sé mañana o más adelante, pero hoy lo es. Es algo muy importante compartir la vida con los pobres”.
De acuerdo a su experiencia, hay muchos prejuicios con los habitantes de las villas. “Es cierto que hay zonas en los que el narcotráfico es un tema complicado, pero hay muchísima gente que trabaja, la mayor parte de los que viven acá son laburantes, relata Tocalini. y advierte: “Está esa cosa de que son todos ‘planeros’ y que viven de los subsidios, y la mayor parte vive de su trabajo”.
Con todo, no desconoce que “hay un sector de la villa muy desfavorecido y vulnerable, con el que se trabaja mucho”.

“La mayor parte de los que viven en la villa son laburantes”.

La fe
Para el sacerdote juninense, trabajar en ese contexto, lejos de hacerle dudar de su fe, le hace ratificar sus convicciones: “Compartir con los más pobres es lo que más me ayuda a vivir mi fidelidad y mi vocación, y a descubrirla como mi camino de vida. Yo he tenido momentos difíciles y ahí lo que más me ha ayudado a sostener mi vocación religiosa sacerdotal marianista fue la presencia y la vida entre los más pobres en Villa Soldati”.
Es que su concepción de lo religioso y pastoral está íntimamente ligada a la opción por los pobres. “En estas situaciones yo soy discípulo, yo aprendo a vivir la fe de la gente que está en momentos más difíciles –afirma–, mi mamá, que falleció hace 25 años, en sus últimos años de vida fue perdiendo el movimiento, los sentidos, y vivió eso con mucha fe. Me acuerdo que un día discutimos con mi papá y mi hermano al lado de ella, que ya casi no hablaba, sobre si teníamos fe, y en un momento, ella dijo ‘sí, yo tengo fe’. Esa frase a mí me ayuda y descubro ese ‘sí, yo tengo fe’ en tanta gente sencilla que ha pasado situaciones difíciles, y que vive la fe, a pesar de las dificultades, no como un escape sino muy encarnadamente y con una alegría y una esperanza muy grandes”.

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