UN HISTÓRICO EN EL DEPORTE LOCAL

Marino Castellani: Una vida sobre dos ruedas

Se coronó como campeón argentino de ciclismo con solo 19 años y fue un referente en la actividad para Junín y la Región. Además, se desempeñó como bicicletero durante más de 50 años en el Barrio Belgrano.

El próximo fin de semana Marino Castellani cumplirá 90 años. Poco más de una década atrás, los sábados y domingos todavía se iba en bicicleta hasta Rafael Obligado o hasta Laplacette, “depende para dónde fuera el viento”. Y también mantuvo su oficio de bicicletero hasta unos cinco años atrás.
Es que la suya fue una vida sobre dos ruedas. Como ciclista, estuvo en competencia algunos años, que le alcanzaron para consagrarse como campeón argentino en 1948 y ser un referente en la ciudad y la Región. Después siguió pedaleando, aunque ya sin participar en torneos. Además, fue un histórico bicicletero de Villa Belgrano.
La suya fue, en definitiva, una pasión que mantuvo inalterable durante más de 70 años.

“Las bicicletas tenían tres coronas, hoy tienen hasta 30 velocidades”.

Bicicletero
Tenía nueve años cuando empezó a trabajar en la bicicletería de Ferrari, donde permaneció hasta que –con 14 años– se fue a trabajar con Salvador Campos, un histórico bicicletero de nuestra ciudad.
Después pasó por el taller mecánico de su hermano y en 1950 abrió su propia bicicletería, en Jean Jaures y Borges, enfrente de la salida del ferrocarril. “Era un lugar bárbaro”, señala hoy. Es que eran épocas de esplendor en los Talleres y la gran mayoría de los ferroviarios se manejaba en bicicleta.
“Ha cambiado mucho el rubro –comenta Castellani–, en las de carrera antes se usaba el cambio ‘superchampion’ con tres coronas nomás, y ahora tienen hasta 30 velocidades. Se corría con ruedas de madera, y los cuadros son mucho más livianos, porque antes una bicicleta liviana de pista pesaba once kilos, y hoy no llegan a cinco”.
En aquellos años, además de Marino, estaban en el mismo rubro los hermanos Gentilucci, Franco, Carballeira, y no muchos más.
Estuvo 24 años en el mismo lugar, hasta que se mudó a otro local, también en Villa Belgrano.

“No me gustaba ir despacio, por eso siempre andaba tirando”.

Ciclista
Tenía doce años cuando participó en su primera carrera, en la plaza de Villa, con una bicicleta prestada, en la que salió cuarto.
Después salió segundo en dos campeonatos del Club Ciclista Juninense y dejó de competir un tiempo. Con 17 años, cuando Emilio Di Stéfano lo invitó a entrenar, se decidió a anotarse en la carrera de Junín a La Oriental. Y así retomó.
Al domingo siguiente hizo una Doble Carabelas: ese día se levantó a las cuatro de la mañana, se fue en bicicleta hasta Rojas y luego participó de la competición de 80 kilómetros. No pudo inscribirse como principiante así que debió anotarse en la segunda categoría, teniendo muy poca experiencia en competiciones. Y la ganó sacándole nueve minutos al segundo.
Ahí empezó a participar en carreras, con asiduidad: Rojas, Alem, Alberdi, Vedia, Rufino, Laboulaye, fueron algunas ciudades en las que compitió.

Campeón nacional
En mayo de 1948 participó del Campeonato Nacional que se disputó en Buenos Aires. Era una prueba contrarreloj donde había que hacer dos vueltas por la avenida General Paz, desde Cabildo hasta el puente La Noria. Participaron 155 corredores de todo el país.
“Ese día había una niebla terrible y hacía un frío bárbaro –recuerda–, había dormido mal y tenía el cuello duro por la tortícolis. No podía mirar para atrás ni nada. Yo no conocía Buenos Aires. Vi un cartel de Cinzano en un puente que estaba a los pocos minutos de la largada, lo tomé como referencia y pensé que cuando lo viese nuevamente podía apurar el final, y cuando lo volví a ver largué todo lo que tenía, hasta que vi otro idéntico: ¡todos los puentes tenían un cartel igual!”
De todas formas, siguió adelante e hizo un tiempo de 2 horas, 37 minutos, 34 segundos, que le permitió salir primero y sacarle un minuto y medio al segundo.
El premio para Marino fue una plaqueta y una bicicleta de media carrera.

“Yo se lo dije al doctor: cuando andaba en bicicleta andaba muy bien, física y mentalmente. Es algo que me dio muchas satisfacciones”.

Competiciones
La trayectoria de Castellani en el ciclismo llegó solamente hasta 1950. Luego hizo el servicio militar y más tarde se dedicó a reparar bicicletas.
En poco tiempo participó de numerosos torneos. Y cada uno de ellos está grabado en su retina y en su memoria.
Como la Doble Vedia en la que, siendo principiante, le ganó al gran Justo Pieters por siete minutos. O la que unía Lincoln con Chacabuco, por calles de tierra y caminos rurales, en la que terminó cuarto. O las Mil Millas argentinas, de la que participaron los 86 mejores pedalistas del mundo. Y la última, de Buenos Aires a Junín, donde fue puntero hasta Cucha Cucha, pero un inconveniente le hizo perder tiempo y terminó noveno.
Después del retiro, siguió andando en bicicleta. Así fue toda su vida. Aunque ya no compitiera más, ésta siguió siendo su pasión inalterable.

Balance
Según dice, todavía hoy extraña andar en bicicleta. “Yo se lo dije al doctor: cuando andaba en bicicleta andaba muy bien, física y mentalmente. Es algo que me dio muchas satisfacciones”, afirma.
Hoy, de vez en cuando, se sube a su bicicleta fija. Y aunque no siente el viento en la cara como antes, cierra los ojos y recuerda los años de gloria que supo cosechar.

COMENTARIOS