OPINION

Gobernadores y señoras

Al menos una vez, galán mato billetera... y poder.
No es frecuente que un gobernador con expectativas presidenciables, de los tantos que hay, deje a un lado un presente (y un futuro) prometedor para hacerle caso a una pasión que empezó como si nada y se fue abriendo camino hasta ponerse por encima de todo. El anuncio de que el ex gobernador de Carolina del Sur y ex marido, Mark Sanford, se comprometió la semana pasada con la argentina Belén Chapur, en Palermo, es un triunfo del amor, tan acorralado y tan menospreciado por una tropa gubernamental que suele escuchar más a sus operadores y a sus encuestadores que a las arengas del corazón.
Los gobernadores no sólo sueñan con la reelección. Por lo que se supo, Sanford y Belén se conocieron en playas uruguayas en el verano del 2001, cuando Belén no era la única argentina desesperada. El flechazo fue irresistible y compartido. Se separaron, pero el correo electrónico y el amor los mantuvo cerca. Sanford se convirtió en consejero de esta linda porteña que a larga distancia gestionaba su divorcio y sus pesares. Ella le contaba por e mail sus tristezas. Y una cosa lleva a la otra. Una tarde, el hombre armó su bolso, liquidó de apuro un par de audiencias y les dijo a sus secretarios lo mismo que le había dicho a su esposa: que se iba a la montaña a meditar. Y se subió a un avión y aterrizó en Ezeiza. Como no daba señales de vida, a los tres días empezaron a buscarlo.
Había desconectado hasta el reloj. Pero la historia salió a la luz y al regreso no le quedó otra que admitir todo y pedirle perdón a la familia, a sus gobernados y a su partido. En conferencia de prensa contó que estuvo despidiéndose de su querida Belén y que lloró durante esos cinco días de apasionados adioses. De la mano de su esposa, prometió recuperar su lugar en la interna republicana y en el lecho matrimonial. Y aseguró que el romance había terminado.
Pero gobernadores y reelección siempre van juntos. Mark quería a Belén como compañera de fórmula para toda la vida. Reasumió en su despacho y en el hogar, pero ya no fue el mismo. Pensaba más en Palermo que en Carolina del Sur. Un día armó otra vez el bolsito, dejó a un lado su carrera política, se olvidó de las promesas -político al fin- y se mandó otra vez para Buenos Aires con boleto de ida.
Hay gobernadores que sueñan con la coparticipación. Otros, que se la pasan forcejeando en el frente interno.
Y abundan los que aspiran a eternizarse en sus dominios. Pero están los otros, los que miran a la Casa Rosada igual que Sanford miraba al piso de Palermo: como el lugar del mundo más deseado. El ex de Carolina del Sur se animó: blanqueó sus ilusiones, rompió su matrimonio y se mandó por todo. ¿Hará escuela? ¿Cuántos otros gobernadores se animarán a romper con la señora y jugarse todo a su gran amor? 

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