SEMANA DE LA MEMORIA, LA VERDAD Y LA JUSTICIA

Reyna Diez, madre de Plaza de Mayo y pionera de los DDHH vinculada a Junín

Vivió en Junín, fundó la primera escuela socialista en Los Toldos y fue la primera decana mujer de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. Además, impulsó las primeras denuncias sobre los desaparecidos. El libro de Florencia Baez Damiano, publicado por Edulp, rescata su historia.

Hace 45 años, en 1977, un grupo de mujeres se reunieron para reclamar la aparición con vida de sus hijos torturados, secuestrados y desaparecidos por la última dictadura cívico militar (1976-1983). Entre esas mujeres se encontraba Reyna Diez, quien reclamaba la aparición con vida de su hija de 18 años, Diana Diez, y dos de sus yernos Luis Alberto Rentani y Jorge Moura (hermano de Federico Moura, líder del grupo Virus), desaparecidos en La Plata el 8 de marzo de 1977. En uno de sus escritos contó: “Después de más de cinco años de tu ausencia hoy siento como si fuera posible la comunicación unilateral, como si pudiera escribir esta carta, que no vas a leer, salvar la distancia y el tiempo ¿Sabés? Yo casi no te nombro, ni he escrito tu nombre en el pañuelo blanco, ni me arrimo a mirar la pequeña fotografía que me quedó, después de que, por tres veces, en distinto domicilio, me despojaran de papeles y fotografías personales”.
Reyna se llamaba Carmen Josefina Luisa Suárez Wilson, nació el 16 de mayo de 1914, en Pergamino, de manera circunstancial, porque su familia vivía en Junín. Por ello, a los pocos meses regresaron a Junín. Su padre, José Suárez, creó en 1897 y dirigió El Mentor, uno de los diarios más antiguos y de mayor circulación de la provincia de Buenos Aires. Allí, Reyna comenzó su acercamiento a las letras.
Reyna realizó sus estudios en la Escuela Normal “Elisa Cazeneuve de Schultz”, en Junín. En 1932, se instaló en La Plata para comenzar sus estudios universitarios en Letras. La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se había creado apenas doce años antes. Cuando Reyna se fue a estudiar, a comienzos de la década del 30, las mujeres que tenían acceso a una carrera universitaria todavía debían enfrentarse a prejuicios vinculados a la capacidad para el conocimiento y luchar por la igualdad de derechos. A fines del siglo XIX y comienzos del XX las mujeres que estudiaban en la Argentina una carrera universitaria eran consideradas precursoras. El acceso de las mujeres a la universidad ocurrió de manera paulatina y recién se registró un incremento marcado de inscripciones en la década del 60.
Reyna continúo su vínculo con Junín. Viajaba frecuentemente y también publicó su primer libro de poesía, Las voces del silencio (1934). El anuncio de la publicación fue comentado en distintos medios locales. El Amigo del Pueblo publicó el 10 de noviembre de 1934: “Las voces del silencio es un título del libro de versos que está en venta, del cual es autora la señorita Reyna Suárez Wilson; otra hija de nuestra ciudad, que viene destacándose en las letras. No conocemos aún su libro, pero conocemos las condiciones que reúne la autora como escritora, lo que nos hace suponer que su libro será toda una pieza literaria de acuerdo a sus antecedentes”.
Cuando regresaron a Junín, Reyna y su marido comenzaron a trabajar en el diario Democracia. Reyna fue una de las primeras mujeres en publicar sus escritos en este diario, que fue fundado el 17 de octubre de 1931. Años más tarde recordaría: “Democracia era un órgano radical, pero el director, Moisés Lebensohn, era una persona de una enorme ecuanimidad y después tuvo mucha influencia y se destacó muchísimo en la política. Tengo una fotografía de él que está averiada por el tiempo, pero no desmiente lo que él era, la inteligencia, la dureza, el rostro. Él era una persona de ascendencia judía, pero ni siquiera se acordaba de eso, se casó con una muchacha de Junín. Quiero decir que tenía un espíritu amplio y amplio para todo. Nos quería mucho porque éramos muy jóvenes”. En Democracia empezó a escribir la sección de Sociales, que abarcaba una página e incluía información de los habitantes de la ciudad, que se enmarcaban en recuadros. Enrique hacía la página de noticias extranjeras e informes especiales y luego corregía las pruebas. 

Escuela en Los Toldos
Reyna creó, en 1941, en Los Toldos, el Instituto Esteban Echeverría, bajo los preceptos socialistas. Ese año el curso se abrió con ocho alumnos y se dictaban las clases en la casa familiar, ubicada en la calle Dorrego. Reyna fundó el instituto bajo el precepto de la igualdad y la libertad. Incentivaba a que los habitantes del pueblo enviaran a sus hijos, sin importar el género y el nivel económico. También incluyó a los integrantes de las comunidades indígenas, quienes eran expulsados de la educación por no compartir las ideas religiosas. Reyna no se dejaba guiar por privilegios políticos y económicos. Los estudiantes pagaban la cuota de acuerdo a lo que podían, ya sea dinero, verduras o comida. Esto despertó la curiosidad de las clases más acomodadas, quienes se acercaban al instituto a cuestionar el pago diferencial. Posteriormente, la municipalidad comenzó a darles becas a los estudiantes que lo necesitaban. Años más tarde, Reyna recordaría sus vivencias en Los Toldos: “Yo agradezco al destino que me ha dado los medios de incorporarme siempre a cosas que yo valoro y nunca por la plata. En General Viamonte no había plata, pero la pasé bien. Años muy lindos en la escuela. El que no podía, no pagaba. El verdulero pagaba con un repollo. Nada que ver a cuando trabajé en el Colegio Nacional de La Plata. Era un ida y vuelta, porque el trabajo vale. Cada uno aportaba lo que podía aportar”.
En 1955, la familia Diez tuvo su primer exilio. En septiembre de ese año la Argentina era sacudida por un golpe de Estado que se dio a partir de la sublevación cívico-militar que derrocó al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón. Se instauró una dictadura encabezada por el general Eduardo Lonardi, que se autodenominó Revolución Libertadora, y que recibió por parte de la oposición el nombre de Revolución Fusiladora. Para lograr la pretendida desperonización era necesario comenzar por la escuela y lograr la “purificación”. Una de las acciones que se llevaron a cabo fue dejar cesante a los docentes que habían tenido alguna participación política ligada al peronismo. Con el derrocamiento de Perón muchas escuelas fueron intervenidas. Reyna decide, finalmente, regresar a La Plata con sus cinco hijos.

Libertad a los presos políticos
En la década del 70, retomó la lucha por la libertad de los presos políticos. El 28 de junio de 1966 se produjo el golpe de Estado que derrocó al presidente Arturo Illia, y le sucedieron los tres dictadores militares: Juan Carlos Onganía (1966-1970), Roberto Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). A partir del gobierno de facto de Onganía la captura de personas, militantes, punteros de fábricas, adherentes a partidos políticos e incluso escritores era cotidiana. La persecución, en un clima de ascendente conflictividad política y social, desencadenó en una gran cantidad de detenidos por causas políticas. El arresto implicaba un trato denigrante y la tortura, que comenzó a aplicarse a todos los presos. Uno de los detenidos fue Rolando, el hijo de Reyna, que el 19 de noviembre de 1971 fue encarcelado.
Reyna llevó a cabo distintas acciones, entre ellas, lideró una huelga de hambre a fines del 72, en la Iglesia Luterana (situada en calle 10 y 60). La huelga era de mujeres, se preparan informes, cartas que se enviaban al extranjero para dejar registro de lo que se estaba viviendo en la Argentina. Reyna contó: “Los primeros días pasó inadvertido, pero después la comisaría empezó a vigilar. Una vez entró un comisario muy prepotente, pateando el suelo fuerte y diciendo “aquí dónde está el macho”, en una depreciación de la mujer. Pensaba que no podía ser que la mujer haya tomado esa determinación, que ahí había un tipo que las tenía a raya. No querían entender. Dirigía la mirada de derecha a izquierda y no había el mínimo rastro de varón. Cuando la huelga ya estaba casi concluida llegaron dos diputados para decirnos que iban a viajar al sur y que llevaban un mandato de gestionar la libertad inmediata de los presos políticos. Entonces ahí es cuando se levanta la huelga”. 
El compromiso de Reyna por la libertad de los presos políticos la llevó a liderar el grupo, que estaba constituido en su mayoría por jóvenes. Reyna tenía una larga trayectoria en la defensa y la solidaridad con los detenidos políticos, experiencia que había adquirido en la lucha por los presos de Bragado. Rápidamente se convirtió en una referente de las organizaciones antirrepresivas, como la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (COFAPPEG) y la Comisión de Familiares de Detenidos (COFADE).
Además, Reyna fue la primera mujer en ocupar el cargo de decana en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), desde donde alentó un enfoque latinoamericanista y democrático. 

El terror en las calles
En 1976, el terror y la violencia represiva estaban en las calles. Se podían oír los gritos desgarradores, el sonido de los autos sin patente, que llevaban en los baúles a las nuevas víctimas y las historias de cuerpos torturados. La dictadura militar intervino la CGT, suprimió el derecho a huelga de los trabajadores, congeló los fondos de los sindicatos, encarceló, secuestró y condenó al exilio político. Los trabajadores también se convirtieron en víctimas de la represión. El 24 de marzo de 1976, Infantería de Marina ocupó la planta de la Propulsora siderúrgica. Comenzaron a pedir documentos en la entrada y salida, abrieron armarios de los operarios en busca de archivos con datos de personal, para luego aplicar la represión y desaparición en las casas familiares. Esta misma modalidad se llevó a cabo en distintos lugares de La Plata, Berisso y Ensenada, como en YPF, en el frigorífico Swift, en los astilleros. 
Jorge Moura, Diana y su marido militaban porque creían en un mundo mejor, libre, justo y solidario, y estaban dispuestos a luchar, aunque tuvieran que entregar su vida. El 8 de marzo de 1977 secuestraron a los tres familiares de Reyna. Ese mismo día, a las tres de la madruga, se presentaron fuerzas conjuntas, vestidos de civil, en la casa de los suegros de Diana, ubicada en 530, entre 17 y 18, en el barrio de Tolosa. Allí vivían los padres de Alberto, la hermana y el hermano. Unos días antes, Diana, Alberto y su hijo habían decidido esconderse en la casa de los suegros. Los asesinatos, las detenciones y los secuestros se habían profundizado y sabían que corrían riesgos. En aquel tiempo las calles eran de tierra y la casa estaba rodeada de lotes baldíos. Esa noche no había parado de llover. El barro les había impedido a los hombres llegar con autos o móviles, por eso estacionaron a dos cuadras y llegaron al lugar caminando. Los gritos irrumpieron en el silencio de la noche y retumbaron en toda la casa. Con las manos en alto, los hicieron salir al patio y los ubicaron contra la pared para evitar que los vieran. Después los hicieron entrar a la casa y revolvieron cada uno de los rincones, sin encontrar nada. Los ataques que sufrían Diana y Alberto eran cada vez más intensos y con cada golpe que recibían su padre se descomponía hasta desvanecerse. Alberto cayó contra la pared y se lastimó la cara. La madre de Alberto y la hermana estaban encapuchadas y solo podían oír lo que estaba ocurriendo, y el hermano estaba trabajando.  
El padre lograba por momentos recomponerse y vio cómo, esa noche, en el operativo ilegal, se los llevaban a Diana y a Alberto. Antes de retirarse habían amenazado a la familia diciendo que no podían salir hasta que pasaran quince minutos o todos iban presos o los mataban ahí mismo. Nunca más pudieron obtener datos ni identificación del lugar al que se los habían llevado y hoy continúan desaparecidos. Diana tenía 18 años y Alberto, 21. A partir de ese momento, el hijo de la pareja, de tan solo tres meses, quedó al cuidado de los abuelos paternos.

Las primeras denuncias
Motivada por la necesidad de justicia y en defensa de sus hijos y de todos los familiares que fueron víctimas de la dictadura, fundó en 1979 Familiares de Detenidos Desaparecidos y Presos por Razones Políticas de La Plata, un organismo donde se realizaron las primeras denuncias de desapariciones, todavía bajo el régimen de la última dictadura cívico militar. También, Reyna escribió y estuvo a cargo de la primera impresión del libro No habrá manto de olvido (1982), escrito con la máquina Remington, el cual contiene los primeros registros y testimonios de desapariciones y asesinatos llevados a cabo por la última dictadura cívico militar. Este libro surgió de unas fichas con datos que Reyna iba anotando con letra manuscrita y de un trabajo de búsqueda de datos e información que realizaron los integrantes de Familiares. 
También formó parte de la comisión directiva de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM). Reyna fue miembro y representante de la Argentina. En 1981, se incorporó a esta organización no gubernamental apolítica integrada por asociaciones de distintos países de América Latina y el Caribe, que nuclea a víctimas de la desaparición forzada y la detención. Fue construida a partir del Primer Encuentro Regional de Detenidos Desaparecidos que se realizó en San José de Costa Rica en enero de 1981 e institucionalizada por el II Congreso realizado en la ciudad de Caracas (Venezuela) en noviembre del mismo año. Desde el primer momento buscaron coordinar de manera regional las organizaciones de familiares y generar acciones para luchar contra la desaparición forzada. Por ello, Reyna salió del país para asistir a diversas reuniones en los lugares que conforman FEDEFAM: Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay.

Ciudadana de Honor
El 27 de agosto de 1992, el Concejo Deliberante de General Viamonte la declaró como ciudadana de honor por ser fundadora del Instituto Esteban Echeverría en 1941. En 1999, Reyna fue nombrada Mujer Referente de la provincia de Buenos Aires por la Cámara de Diputados. El 25 de marzo de ese mismo año fue nominada Ciudadana Ilustre de la ciudad de La Plata por el Concejo Deliberante. Y, el 6 de agosto de 2019, el Concejo Deliberante de Junín la reconoció como Ciudadana Ilustre Post Mortem. “El libro Memorias de una vida rebelde. Retrato de Reyna Diez”, escrito por la docente e investigadora Florencia Baez Damiano reconstruye su vida y obra. 
Reyna murió el 21 de mayo de 2001, a los 87 años. El velatorio se realizó en la Casa del Pueblo, el local del Partido Socialista. El amplio salón se hacía cada vez más reducido a medida que iba llegando la gente para despedir a Reyna. Se abrazaban y saludaban entre banderas rojas con diversas consignas, entre la entonación de algunas canciones. Ese día estuvieron presentes madres de Plaza de Mayo, abuelas, familiares y representantes de derechos humanos. 
Un grupo de jóvenes estaba conversando a un costado y uno de ellos dijo: “Estoy contento, es una vida ganada”. Y esa era la sensación que se vivía, no era una sensación de pesadumbre.

COMENTARIOS