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El pibe que vende drogas

El vínculo entre narcotráfico y vida cotidiana se está complicando cada vez más en Argentina. Si no hacemos algo ya, ahora, vamos camino a un nuevo modelo de organización social dominado por los que producen y venden, que son los que más plata ganan en el barrio y a los que les va mejor.
Cada vez se vende más droga en los barrios. Enfrente de cualquier escuela, en el quiosco cerca de la plaza o en las esquinas hay alguien que vende droga (paco u otra sustancia, depende del lugar) y todos saben cómo se accede. Es tan cierto que muchos jóvenes arrancan por el alcohol y luego llegan a las drogas como que cada vez hay más oferta. Lo sufren los docentes en las escuelas, muchas organizaciones sociales y muchos gobernantes que buscan enfrentarse y no le encuentran la vuelta.
Otro tema que está claro es que la venta de droga no es ya sólo un problema de adicción sino que se ha transformado en un modo de vida económico rentable y bastante generalizado. El pibe que engancha una changuita cuando vuelve al barrio gana menos que el que vende droga, y una familia que pone una cocina de paco tiene más ingreso que haciendo changas o teniendo un sueldo básico.
Esto está llevando a un desplazamiento de los tradicionales punteros políticos que hoy tienen menos herramientas e incidencia en su comunidad que el proveedor de droga que ahora empieza, también, a prestar asistencia social en el barrio.
En lo que hace al tratamiento y prevención de las adicciones estamos más complicados aún. Los centros de atención de adicciones están desbordados y con mucho retraso en el cobro de los escasos recursos por chico que les envía el Estado.
Cobran tarde y cuando pueden y, como les cuesta mucho sostenerse, muchas veces terminan dándole prioridad a los jóvenes con obra social o con prepaga y desplazando a los que menos tienen.

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