Marisa ya tiene hijos grandes (muy) y me permito iniciar el párrafo con este comentario para ponerlos en contexto. Porque para ella aún somos sus niños, los cuatro, y siempre lo seremos. Madres, la mía o la tuya, nos observan toda la vida como seres indefensos que llegaron a un mundo hostil y, por eso, quieren protegernos. De esto se trata la columna de hoy, del enfoque materno aplicado a los negocios.
Ya pasaron más de diez años desde mi primera columna en este diario. Disculpen la cuestión autorreferencial, pero es un ejemplo de cómo muchas veces nos refugiamos en la complejidad discursiva para demostrar conocimiento. Básicamente se trata de inseguridad, no mucho más. Con el paso del tiempo, la releo y es extremadamente aburrida, llena de tecnicismos. Fue en aquel momento en el que me di cuenta de que debemos trabajar los negocios siguiendo la perspectiva maternal, actuando como niños, con total formalidad, seriedad y profesionalismo, pero como niños.
¿No te pasa que a veces escuchás a una persona y no entendés nada porque está más interesado en demostrar su conocimiento que en que vos entiendas la cuestión? Médicos, periodistas, mecánicos o ferreteros. Publicistas, ingenieros y todo aquel que tenga que transmitirle algo a otra persona: debemos usar el mismo código de comunicación para no aburrir, para no espantar con enunciados largos, pero por sobre todas las cosas para lograr una conexión real. Simples, claros y directos.
El punto es que a la gente no le importa cuán inteligente sos o todo lo que estudiaste, sino la traducción lisa y llana, es decir, la solución o beneficio de tu producto o servicio.
Se trata de usar el enfoque de mamá, que en su día nos dejan esta enseñanza, porque siempre tenemos que cuidar el niño que tenemos dentro.
Porque en un momento donde lo que abunda es el ruido comunicacional y todos hablan, lo más importante no solo es ser escuchados, sino que el mensaje llegue, breve, conciso y, si se puede, divertido. Entender que no todo lo que tenemos para decir es interesante para el otro, que hay cosas que la gente da por hecho. ¡Claro! Si voy a un médico, imagino que sabe; y si un mecánico abre el motor de mi auto es porque confío que conoce en detalle cada pieza y su particularidad.
Sigamos la perspectiva maternal, cuidemos al niño interior porque, si lo hacemos, seguramente nos irá mejor en los negocios. Sin temor a la explicación cortita, traducida a lo que el otro necesita de nosotros. Seamos niños en los negocios y para mamá, sobre todo hoy, porque es lo que ellas quieren en su día.
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