Una agenda para salir de la trampa llamada decadencia
PUNTO DE VISTA

Una agenda para salir de la trampa llamada decadencia

Una piedra muy pesada cargamos los argentinos sobre nuestras espaldas. Se llama decadencia y cada año nos cuesta más poder sostenerla. ¿Cuántas veces escuchamos o decimos, que hay que terminar con la decadencia en la que estamos sumergidos como país? ¿Cuánto tiempo más debemos debatir sobre sus causas o responsabilidades mientras el curso de las cosas se mantiene? La pregunta clave hoy con más del 40% de pobres y una parte cada vez mayor de la clase media al borde de caerse, sería: ¿Cuáles deberían ser los temas en una agenda política para frenar y revertir esa decadencia? Es decir, plantearnos soltar los debates circulares que involucran al pasado para centrarnos en el futuro.

Quiero –seguramente como muchos- salir de la trampa de la decadencia y compartir algunos temas en los que deberíamos concentrarnos. Son algunos de los temas que deberían estar en la raíz de cualquier estrategia de futuro con un mínimo de acuerdos políticos que garanticen continuidad al margen de toda alternancia partidaria o proceso electoral.

Largo plazo y Desarrollo Humano: hemos vivido concentrados en el presente bajo la excusa de la “urgencia” de muchos temas. Pero llevamos décadas atrapados en esa lógica y cada vez estamos peor. Ningún país en la historia prosperó concentrándose en el corto plazo. Hay que acordar políticas y propuestas de largo plazo. Esas que comenzamos hoy para que los frutos se aprecien mañana. Vivienda, salud, educación, ingreso universal, deben ser los temas que, como políticas de Desarrollo Humano, se sostengan en el tiempo y no sean alteradas por los calendarios electorales. Mismo criterio debe aplicarse con el sistema institucional, comprendiendo desde ya a la Justicia para garantizar seguridad jurídica.

El trabajo como cultura y dignidad: son muchas las generaciones de niños que no vieron trabajar a sus padres. Vemos además en marchas de movimientos sociales a madres con pequeños que son arrastrados bajo extorsión por los que lucran con la miseria. No solo no hay trabajo, sino que se ha destruido la cultura que en toda sociedad se forma en el núcleo familiar que se esfuerza por lograr el sustento. El trabajo, como rito sagrado por el que se lleva el pan a los hijos nutria de dignidad al ser humano. Necesitamos volver a una sociedad de trabajo acordando correr del calendario electoral este tema. Hay reformas imprescindibles que consensuar para que el trabajo sea la regla y no la excepción; para hablar de trabajo real en lugar de “derechos de trabajadores” en una economía bajo una legislación que obstaculiza la creación de empleo. El primer derecho que no existe es el de tener un trabajo porque no hay forma de crearlo bajo el sistema actual. No hablamos de grandes empresas sino de la posibilidad que un comercio de barrio tome a uno o dos personas dentro de su vecindario. En la Argentina las reglas jurídicas son exactamente las mismas para contratar y despedir, lo haga Microsoft, Amazon, o el almacén “Solcito” del barrio San Carlos. Un pequeño comercio, un emprendimiento donde el trabajo del emprendedor está por sobre el capital monetario invertido, jamás puede crear trabajo porque es económica y jurídicamente inviable bajo en la presente legislación. En la Argentina, el trabajo y los derechos de los trabajadores, son un relato y solo eso ya que desde 2010 la creación de empleo en la economía es cero.

Unidad del trabajo y educación: el trabajo es central como tema de agenda porque es lo que une la vida cultural, espiritual y económica de las personas. Consolida o desintegra a las sociedades como vemos desde los años 90 a nivel global y mucho más agudamente en nuestro país. Un problema que afrontamos en nuestro suelo es que llevamos varias décadas con pérdida de cultura del trabajo y caída vertical en la calidad educativa. Esta combinación negativa es letal para nuestro futuro en el contexto de una revolución que nos transporta muy rápido de una sociedad industrial a una sociedad y economía de conocimiento ya que la educación se convierte en la principal arma que una persona puede tener para buscar y lograr trabajo de calidad. ¿Si se lograran inversiones en forma milagrosa, cuantas personas que no trabajan y además no tienen educación de calidad, en forma estable, como podrían hoy acceder a un trabajo? Es imprescindible un acuerdo sobre una reforma educativa específica a la relación educación-trabajo, direccionada a los sectores de mayor vulnerabilidad que hoy están excluidos del mercado laboral por ausencia de una educación que les permita su inserción.

Reforma política para una democracia abierta: poco o nada pude cambiar en un sistema democrático corporativo, donde las reglas garantizan la construcción de Poder y hegemonía en los distintos territorios. La democracia debe tener vitalidad y para eso deba garantizar participación igualitaria, con transparencia y mecanismos que aseguren la alternancia. Hoy vemos como existe una formidable resistencia a establecer el sistema de “boleta única” de papel –voto electrónico es mucho pedir- que evitaría la manipulación y hasta el fraude en aquellas mesas o distritos donde un competidor no logre fiscalizar. Es la resistencia a la transparencia. Es la resistencia a una democracia que estimule y asegure la participación. No hay argumento razonable para no haberse establecido la boleta única si es que se quiere evitar gastar varios millones de pesos para imprimir y distribuir una gran cantidad de listas participantes, sumado al gasto de movilización de recursos humanos y de logística para “controlar” que las boletas no se esfumen mágicamente en cada mesa donde millones de personas votan.
De estos cuatro bloques de acuerdos temáticos todos nos beneficiamos. Son un comienzo, no son los únicos, pero estos deben estar en una estrategia común donde nos propongamos poner fin a una decadencia que no es a esta altura una trampa política sino de vida. 

(*) Presidente de la Fundación Ciencia + Democracia.

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