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Los Pumas hicieron historia y hay entusiasmo justificado a futuro.
OPINIÓN

Presente y futuro

Las imágenes, un día que los All Blacks pierden, son muchas. Pero estamos en Argentina. Por eso la imagen que elijo es la cara de Emiliano Bofelli que, en la última jugada del partido en Goald Coast, se zambulle a los pies de Israel Folau. El australiano, wing de 1,94m y 103kg, mejor jugador del mundo en 2017, una pesadilla el sábado durante buena parte del partido, autor de un try inicial formidable apareciendo como centro, pisando de derecha a izquierda, agarrando a todos a contrapierna y haciéndonos recordar al fallecido Jonah Lomu, quiebra otra vez la marca en esa última jugada. Le faltan apenas pasos para entrar nuevamente al in goal de Los Pumas y dar vuelta el marcador. O pasársela a Bernard Foley, que está libre a su derecha. Una pena, porque Los Pumas resistieron aún cometiendo errores y están por ganar en Australia después de treintaicinco años. Pero Folau ignora a Foley y se la juega por adentro. “Tiene piernas Folau y no lo van a poder cerrar”, dijo el relator de ESPN. Bofelli se tira a sus pies. No puede ver que, apenas arriba suyo, Tomás Lavanini hace “el tackle de su vida”, como lo llaman ahora las crónicas. Bofelli escucha griterío y, como no puede ver qué sucede, cree que Los Wallabies celebran try y triunfo agónico. Tarda unos segundos en advertir que el impacto alto de Lavanini hizo perder la pelota a Folau. Su cara, ya reincorporado, es de desconcierto primero. De fiesta después. 


¿Cómo no celebrar si Los Pumas, en el que parecía uno de sus años más críticos, sumaban hace menos de cuatro meses una caída durísima 44-15 en Chaco ante Escocia para darle un final inmerecido al ciclo de Daniel Hourcade? ¿Cómo no celebrar si se llegaron a acumular once derrotas seguidas, seis de local, y toda una formidable generación de jugadores parecía derrumbada? ¿Cómo no celebrar si, en medio de ese escenario, Los Pumas, ahora dirigidos por Mario Ledesma, vencieron en menos de un mes a Springboks y Wallabies y logran por primera vez dos triunfos en el Rugby Championship? ¿Cómo no ilusionarse para el partido contra los All Blacks del próximo sábado 29 en Vélez?
Horas antes, leí una muy buena entrevista a Ronan O’Gara en el diario inglés The Guardian. Mítico apertura irlandés (128 caps, goleador histórico), O’Gara, padre de cinco hijos, es asistente de los backs de los Crusaders, el gran equipo neocelandés flamante bicampeón del Super Rugby, es decir, conoce desde bien cerca el fenómeno All Black. O’Gara cuenta que los jugadores neocelandeses son tan buenos, que saben tanto del juego, que parecen entrenadores dentro de la cancha. Pero dice también que no hay secretos especiales. Que la clave sigue siendo el perfeccionamiento constante. “Yo -cuenta O’Gara- era del modelo de decirle a los jugadores qué hacer. Ellos no creen en eso. En cambio, tienen un gran mantra: ‘dímelo y lo olvidaré, muéstrame y lo recordaré, involúcrame y lo entenderé’”. O’Gara destaca la búsqueda permanente de la calidad en los aspectos más simples del juego. Pasar y correr. Pero afirma convencido, que en el Reino Unido hay más talento y mejor organización defensiva. Y que los All Blacks no son imbatibles.
Esa madrugada veo por TV a los All Blacks cometer errores poco habituales como locales en Wellington. Acaso subestimando a los Springboks sudafricanos en el primer tiempo. Y arrinconándolos casi toda la última media hora. Como hacen siempre cuando, con el rival ya algo cansado de tanta defensa, terminan rompiendo y hasta ganando por goleada. Pero, aún cuando Sudáfrica jugó buena parte de ese tramo con uno menos, esta vez Nueva Zelanda no quebró. Se fue derrotada. Es cierto, si Beauden Barrett hubiese estado apenas más fino en la patada (estrelló dos tiros en los postes), los All Blacks habrían ganado como siempre y estaríamos hablando de que son eternamente inexpugnables. Pero, si bien habían anotado dos tries en los primeros quince minutos y parecían ir en camino de un nuevo fácil triunfo, empezaron a equivocarse, queriendo hacer todo rápido. Y, ya con el marcador en contra, sintieron luego la presión. Tuvieron 76 por ciento de posesión. Y casi siempre en campo rival. Pero perdieron. Confirmaron que pueden perder.
¿Llegarán hambrientos de revancha o algo inseguros el sábado 29 a Vélez? Apenas terminado el partido de Los Pumas, escuchamos que Ledesma, pese al triunfo histórico, exhibe gran nivel autocrítico. Es contagiosa su combinación de líder relajado pero superexigente. Tampoco se la cree Nico Sánchez, premiado como Mejor jugador del partido, pero crítico de su trabajo y elogiando en cambio “la defensa enorme de los forwards”. Tiene razón. Y allí está como símbolo ese tackle salvador final de Lavanini. Pero otra vez asombró Bautista Delguy en una punta. Y Ramiro Moyano volvió a desequilibrar en el primero de los dos tries anulados de Los Pumas. El otro se lo anularon a Bofelli. Los tres del fondo están explosivos. Y ya volverá en algunos meses Joaquín Tuculet. Y Juan Imhoff sigue siendo figura en Francia. Y Santiago Cordero la está rompiendo este inicio de temporada en el Exeter inglés. Imposible no entusiasmarse para el Mundial del año que viene. Hay forwards sí. Y pocas veces tuvieron Los Pumas tanto poder de fuego.

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