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LA COLUMNA DE LA SEMANA

La pobreza verdadera

Dato espeluznante. Ocultado durante los últimos años del kirchnerismo y ampliado en los primeros nueve meses del gobierno de Cambiemos. La Argentina, el otrora granero del mundo y la tierra de las oportunidades, cuenta con casi un tercio de su población por debajo de la línea de pobreza.
Ahora, al menos, se conoce. Y conocer la realidad es el punto de partida necesario para iniciar un proceso de recuperación.
Cierto es que no hacía falta el dato para establecer que la pobreza resultaba muy superior al 4,7 por ciento que mintió –cuándo no- por última vez la banda Moreno-Kicillof que destruyó el INDEC. O que la Argentina contaba con mucho más pobres que Alemania para contradecir el increíble caradurismo de Aníbal Fernández.
Bastaba con recorrer las calles de las grandes ciudades y contabilizar la cantidad de personas sin techo que descansan en un colchón tirado en alguna vereda. Bastaba con reparar en las “villas” que pululan por el Gran Buenos Aires o el Gran Córdoba o el Gran Rosario.
El presidente Mauricio Macri aceptó que se mida a su gobierno por la reducción o no del tenor de la pobreza. Para algunos, fue un acto de coraje. Para otros, fue una apuesta con resultado casi seguro dada la gravedad del porcentaje. Para los menos, fue una señal de alerta ante un eventual mal resultado.
En todo caso, el coraje que tuvo el presidente Macri no consiste en demostrar su confianza por el futuro. Es casi natural que así lo haga. El coraje radicó en difundir la verdad. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
Agosto fue, de lejos, el peor mes desde que el gobierno de Cambiemos sucedió al desgobierno K.
Cayeron los grandes indicadores: el de la producción, el de la industria, el del empleo, el del consumo.
Pero no todas las cuentas dieron mal. La inflación fue prácticamente inexistente, la cosecha fina confirmó su expectativa de record, las ventas de insumos agropecuarios crecieron en todos los rubros.
Obviamente, la pobreza no va a caer de un día para el otro. Hasta aquí, según cálculos no oficiales, no solo no decayó sino que incrementó la población afectada en 1.400.000 personas.
En síntesis, y para dejar atrás una discusión que no resiste análisis: en su parcial sinceramiento de la economía, el gobierno de Cambiemos sumó 1,4 millones de pobres a los 13 millones que dejó el kirchnerismo cuando entregó el poder.
Por supuesto que cualquier paliativo a la pobreza y a su fase más crítica, la indigencia, no resuelve el problema. Ni siquiera cuando la administración de ese paliativo no quede en manos corruptas.
El problema solo se resuelve con ocupación. Con altos niveles de producción –para el mercado interno o para la exportación- y con inversiones. Cualquier otra receta es mentirosa. Y efímera.

Complejo
El gobierno de Cambiemos convive con un complejo al que podemos bautizar como legislativo.
No es del todo desacertado. Al menos, es comprensible. En las elecciones pasadas, el gobierno ganó por escasísimo margen la presidencia de la República. Dicho sea de paso, no son pocos quienes afirman que el reconocimiento del triunfo por parte del perdedor Scioli fue a cambio de un “retoque” en los porcentajes finales.
Previamente, el 26 de octubre quedó en claro que el futuro gobierno del presidente Macri no contaría con mayoría en ninguna de las dos cámaras legislativas. De las 257 diputaciones, el gobierno contabiliza 87. En el Senado, de un total de 72 bancas, el gobierno suma solo 17.
El simple recuento llevó al gobierno de Cambiemos a trabajar en una estrategia de acuerdos que coronó con éxito en varios casos como la aprobación del convenio con los holdouts o el blanqueo, por solo citar dos.
Pero la experiencia legislativa no pareció trasladarse hacia otros ámbitos de la sociedad. No fue el único, pero sí el más paradigmático, el caso de las tarifas de gas domiciliario y electricidad.
Allí, el gobierno operó en soledad. Tal vez porque quiso ganar tiempo, tal vez por inexperiencia o soberbia política. Lo cierto es que no solo no ganó tiempo, sino que lo perdió y que debió hacer cuanto intentó no hacer al principio: las audiencias públicas.

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