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Mauricio Macri se muestra en campaña política, con la pretensión de consolidar los votos de Cambiemos de cara a las elecciones legislativas.
PANORAMA POLÍTICO DE LA SEMANA

A las puertas, más poder para Cambiemos

Con movimientos sinuosos, algunos reservados y otros a la vista de los interesados, tanto el oficialismo como los sectores más importantes de la oposición se preparan para encarar una nueva etapa de la política nacional, que comenzará tras las elecciones legislativas del 22 de este mes. Claro que el veredicto de las urnas determinará la fortaleza de esos dos grandes bloques.
El presidente Mauricio Macri espera que el resultado electoral favorezca al Gobierno. En la Casa Rosada circularon en los últimos días encuestas que así lo pronostican, pero los consejeros del jefe de Estado reclamaron prudencia a las principales figuras de Cambiemos. No sea cosa que el votante que los apoyó en las PASO se relaje y sienta que la amenaza kirchnerista se evaporó.
De hecho, Jaime Durán Barba desaconsejó la difusión de encuestas y hasta hizo llegar tanto a funcionarios nacionales como bonaerenses una en la que Cambiemos estaba arriba de la Unidad Ciudadana por sólo 1,3% de intención de voto. Aunque el propio Macri se comporta como si la ventaja sobre su antecesora fuera, en efecto, más abultada que lo que reconocen sus voceros.
A tal punto, que el Presidente definió una estrategia post-electoral que lleva esa impronta. En la sede gubernamental se decidió que Macri convocará a una ronda de encuentros con los gobernadores para fijar la agenda política y económica a seguir hasta fin de año y que, seguramente, se extenderá hasta bien entrado 2018. Así, buscará aprovechar el envión electoral.
En los planes oficiales hay una reforma laboral -que incluiría un blanqueo y una rebaja de las contribuciones patronales- y una modificación del sistema impositivo, ambas bajo el precepto de mejorar la productividad de la economía y apuntalar el crecimiento del nivel de actividad, que ya provocan reacciones contrarias en los sindicatos y un clima favorable entre los empresarios.
Tanto es así, que para esta semana se esperan pronunciamientos de los principales hombres de negocios del país que se reunirán en el coloquio anual de IDEA en Mar del Plata. El Gobierno se apresta a monopolizar el encuentro con la presencia de Macri, la gobernadora María Eugenia Vidal y Marcos Peña, el jefe de Gabinete. En ese foro también se escuchará a los gobernadores del PJ.
Justamente, los mandatarios peronistas -con el senador Miguel Pichetto como director de orquesta en el Congreso- buscarán negociar con la Casa Rosada las condiciones de las reformas estructurales que reclama el Presidente, así como también el Presupuesto del año próximo. Algunos de ellos pedirán más ATN y que se coparticipe íntegramente el Impuesto al Cheque.
Pero saben, en el fondo, que no estarán en posición de imponer su criterio como en otras épocas. Es que la onda expansiva de Cambiemos también llegó al interior del país e hizo temblar al PJ en provincias como La Pampa y San Luis, que tienen gobiernos peronistas desde siempre. Ni hablar de Córdoba, convertida en un bastión de Cambiemos. O de Salta, donde creció en forma ostensible.
En estas circunstancias, a la dirigencia justicialista le queda una carta fuerte: su mayoría en el Senado de la Nación. Allí pisa fuerte Pichetto, aunque el desembarco de Cristina Kirchner previsto para el 10 de diciembre ya mete ruido en esa bancada, que podría partirse, lo mismo que en la Cámara de Diputados. Entonces habría un peronismo moderado y otro decididamente opositor.
El primero de ellos negociará con el presidente Macri, pero no asumirá el papel de socio sumiso porque tendrá a su alcance la amenaza de radicalización que le brindará cualquier entendimiento –aunque sea puntual y pasajero- con Cristina Kirchner. En ese juego entrará también la CGT, como ya lo demostraron las reuniones que mantuvo con el ministro Jorge Triaca y con el propio Pichetto.
En la ingeniería de alianzas que despliega el senador rionegrino también figura Sergio Massa. El diputado del Frente Renovador coquetea con ese entendimiento, pero los gobernadores del PJ le hicieron llegar un mensaje contundente: no tiene que perder las elecciones en su territorio, Tigre, y acrecentar su caudal de votos en la primera sección electoral, para sentarse a la misma mesa con ellos. Así, le piden un requisito mínimo, pero indispensable.
En el peronismo, la derrota en el distrito de base no tiene retorno. En la Provincia, ya lo saben Aníbal Fernández o Julián Domínguez, mientras que Florencio Randazzo respiró aliviado pese a que únicamente ganó en Chivilcoy. Por cierto que los intendentes del Conurbano no son ajenos a esta lógica y ya se embarcaron en una pulseada por la próxima conducción del PJ bonaerense.

Los socios de Macri
La UCR tendrá su propio recambio de autoridades a nivel nacional en noviembre, para cuando se especula con que el santafesino José Corral dejará la presidencia del partido en manos del cordobés Mario Negri. El titular del interbloque de diputados de Cambiemos es una estrella en ascenso en el radicalismo, aunque los hilos son movidos desde las sombras por Ernesto Sanz.
El ex senador mendocino tendría un acuerdo directo con Macri: trabajar para que la UCR acepte la reelección presidencial en 2019, pero volver a competir por el sillón de Rivadavia en 2013. Esto es, el apoyo radical al actual mandatario no se haría extensivo a otros dirigentes del PRO como Vidal, Peña o el alcalde porteño Rodríguez Larreta, si decidieran anotarse en la carrera por la sucesión.
Habrá que ver qué sucede para entonces, pero por el momento la UCR se viene fortaleciendo tanto a nivel ejecutivo como legislativo. Este mismo domingo podría ratificar su liderazgo en Corrientes, por medio de un delfín del gobernador Ricardo Colombi, aunque los encuestadores afirman que fue decisiva la presencia de Macri en la semana preelectoral para inclinar la balanza.
El acuerdo a largo plazo entre el Presidente y la UCR también incluye una apuesta por hacerse de las gobernaciones de La Rioja y Tucumán en 2019. Pero aun así, existen algunos chispazos propios de las sociedades que administran intereses. El último de ellos se evidenció con un reclamo radical para que no se deroguen las controvertidas PASO como mecanismo de selección de candidatos.
El pedido lo hizo el histórico dirigente Jesús Rodríguez, a sabiendas de que el Gobierno buscaría desactivarlas para las elecciones de 2019, con el argumento del dispendio presupuestario que es elevado. Por cierto que el radicalismo no lo dirá abiertamente, pero los que allí se encargan de pensar a largo plazo advierten que, sin las PASO, el PRO podría ingresar en una etapa de imponer a sus propios candidatos en detrimento de los radicales o los de la Coalición Cívica de Elisa Carrió.
“Lilita” viene protagonizando una campaña sin ruido político y tiene chances de superar el 50% de los votos en la capital. Pero también proyecta el escenario post-electoral en reuniones discretas, como la que durante la semana mantuvo con Peña y Fernando Sánchez.
Carrió avala la “lucha contra las mafias” que emprendieron Macri y Vidal. Y que viene de llevarse puesto al polémico sindicalista “Pata” Medina. Pero pretendería ir más a fondo, bien a su estilo. La diputada habría pedido que se apunte directamente contra Hugo Moyano, un dirigente por cierto de mayor importancia que Medina, cuya caída sin embargo resultó provechosa para Cambiemos.
Algo similar sucede con el inicio de los juicios a personajes desprestigiados del kirchnerismo como Amado Boudou o Julio de Vido, mientras que los sondeos no registran una caída del oficialismo por la desaparición de Santiago Maldonado. 
Se verifica un cambio de época, en la que una porción creciente de la sociedad argentina rechaza ideas que fueron mayoritarias en el pasado reciente.

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Escatología oficialista