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EL PAÍS EN LA TRANSICIÓN

A las puertas de un recambio complicado

Para algunos, acostumbrados a los análisis simplistas, bipolares, siempre en términos de blanco o negro, se va la izquierda y viene la derecha cuando Cristina Kirchner deje el poder y Mauricio Macri inaugure una nueva etapa en la vida política nacional. Pero la realidad es siempre más compleja y dinámica. En el mundo se están redefiniendo esas antiguas categorizaciones y resuenan frases como “el déficit no es de izquierda ni de derecha; es déficit”, concepto a partir del cual muchos gobiernos socialistas evitan que a través del déficit se debilite el Estado.
Por ende, a la realidad argentina hay que interpretarla como una película en transcurso y no una estática fotografía. El punto de partida del recambio presidencial no será el acto del traspaso –que viene cargado de una polémica casi adolescente- sino que fue decidido en el balotaje. En esa encrucijada, la ciudadanía optó por la alternancia, cansada de que la reten y adoctrinen con voz estridente.
Ese hartazgo mayoritario explica más que las etiquetas ideológicas. Entonces, no se trata de la derrota de un supuesto proyecto distribucionista a manos de otro de presunto carácter elitista, sino esencialmente de un mensaje de los argentinos sobre la forma en que se ejerce el liderazgo político. Eso pesó más que la coyuntura económica, que suele ser muy influyente.
Aun así, la rigidez de Cristina Kirchner se hará notar hasta el minuto final de su mandato, como lo demuestra su decisión de entregar a Macri la banda y el bastón presidencial en el Congreso y no en la Casa Rosada. El jefe de Estado electo tomó esa actitud como un desaire: “Es la maldad pura”, deslizó en confianza. Y advirtió: “Tengo que jugar fuerte desde el principio”.
La segunda referencia de Macri  abarcó también al cepo cambiario, que el nuevo gobierno piensa abrir de entrada. Pero se puede entender además como una intención de hacer gestos de autoridad en materia política, en forma rápida y concreta. De allí que ordenara una clara resistencia a la intención de su antecesora de imponer todas las condiciones del traspaso.
Por eso, envió a los voceros calificados del PRO -Marcos Peña, Gabriela Michetti y Rodríguez Larreta entre ellos- a asegurar que desde la hora 0 del jueves 10, las decisiones las adoptará Macri y no Cristina. Y ayer por la tarde avanzó directamente con un llamado telefónico a la dama para comunicarle que el traspaso se hará bajo sus reglas de juego.
Como Cristina no las aceptará, la banda le sería colocada a Macri en la Casa Rosada por un ciudadano reconocido, como la dirigente social Margarita Barrientos o el cacique Qom Félix Díaz.
Aunque más allá de que un amplio sector de la sociedad le pueda dar la razón, vista desde afuera la Argentina se enfrenta a un bochorno político y diplomático, dado que los jefes de Estado invitados a la asunción de Macri podrían ser testigos de una situación anómala, que ni siquiera se registró en traspasos entre regímenes dictatoriales y gobiernos democráticos.
En la región
Antes de asumir, Macri ya dio señales de que le importa la inserción argentina en la región. De hecho, en su visita del viernes pasado a la presidenta Dilma Roussef en el palacio del Planalto en Brasilia, bajó claramente un cambio con su propuesta para aplicar la cláusula democrática a Venezuela y expulsarla del Mercosur. Y lo hizo para no incomodar más aún a la mandataria.
Dilma atraviesa su peor momento, tras la apertura de un proceso de juicio político en su contra. En su fugaz paso por Brasil, Macri tampoco descuidó su relación con el “corazón económico” del vecino del Norte, es decir la federación que agrupa a los industriales de San Pablo. Allí quedó claro que los hombres de negocios tienen expectativas en su gestión.
Ya se sabe que los capitales brasileños se retiraron de la Argentina en los últimos dos años, a raíz de la imposibilidad de girar divisas a sus casas matrices. Un caso concreto es el de Cresta Roja, cuya paralización provoca un fuerte conflicto laboral y social en el sur del Gran Buenos Aires. Por eso, los industriales paulistas tomaron la victoria de Macri como un buen augurio.
En Chile, en tanto, Macri consiguió una fotografía inesperada, que lo retrató junto a la presidenta trasandina, Michelle Bachelet, y a su colega uruguayo Tabaré Vázquez. En esa imagen registrada en el palacio de la Moneda, se infiere un proceso de “deschavización” de América del Sur. Aunque Tabaré tampoco es partidario de aplicar la cláusula democrática.

En el país
Mientras tanto, Macri y todo su Gabinete –que presentó en sociedad días atrás con una “foto de familia” en el Jardín Botánico porteño- tenían previsto encerrarse entre hoy y mañana en un hotel de General Rodríguez para hacer un análisis de la información que fueron recabando los nuevos ministros en las reuniones de transición con sus respectivos antecesores.
Pero Macri suspendió el encuentro, preocupado por el traspaso. Igualmente, hay decisiones que ya fueron acordadas. La primera será un decreto de necesidad y urgencia que anulará al que firmó Cristina para extender a todas las provincias el fallo de la Corte que benefició a Córdoba, Santa Fe y San Luis. También se revocarán resoluciones administrativas de alto costo económico.
La segunda decisión ya fue anticipada a un sector de los gremios y consiste en exceptuar al medio aguinaldo de diciembre del impuesto a las Ganancias. Esa medida beneficiará a un millón de trabajadores y traerá alivio al fin de año, mientras el Congreso –en sesiones extraordinarias- debatirá la suba del 100% al mínimo no imponible de ese polémico tributo.
En el Gabinete macrista tendrá protagonismo Alfonso Prat Gay, quien ya mantuvo contacto con importantes referentes internacionales, como el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Jacob Lew, a quien habría anticipado alguna reforma económica en ciernes. Un papel similar comenzará a desplegar Martín Lousteau desde la embajada en Washington.
Bronca peronista
Mientras el futuro gobierno pule sus primeras medidas, el peronismo se precipitó en una interna anticipada, fogoneada por la propia Cristina Kirchner, que ordenó a La Cámpora no ceder posiciones con el justicialismo tradicional, encarnado por los gobernadores a nivel nacional y por los intendentes del Conurbano en la decisiva provincia de Buenos Aires.
La presidenta saliente ratificó ayer esa orden en público, en un acto en Quilmes, donde pidió a los militantes “empuñar las banderas” si los dirigentes no los acompañan. Un día antes, su hijo Máximo Kirchner había jurado como diputado nacional, junto a otros como Axel Kicillof, y el bloque de senadores bonaerenses del FpV se partió entre camporistas y peronistas.
En este contexto, se estaría gestando una avanzada para desplazar a Wado de Pedro como apoderado del PJ, mientras que algunos dirigentes comienzan a reprochar a Daniel Scioli cierta falta de conducción. El enojo se hizo patente cuando los intendentes se enteraron de que la gobernadora Vidal había acordado con el massismo, salteándolos a ellos en la Legislatura.
El desconcierto del peronismo que gobernó en los últimos 12 años es inversamente proporcional a la certeza política que, ahora, irradia el radicalismo. Ernesto Sanz, el dirigente que contra viento y marea condujo a la UCR hacia Cambiemos, acaba de dejar la presidencia del Comité Nacional en manos de José Corral, el intendente de la ciudad de Santa Fe. Pero Sanz sigue siendo un protagonista por las posiciones logradas por el radicalismo a través del acuerdo con Cambiemos.
Así, propició un recambio generacional de cara a la nueva etapa que se abre en el país. Las caras nuevas, o los jóvenes, son una refrescante novedad en todos los partidos, aunque en distinta medida. Se trata de un proceso que recién comienza. Inevitablemente, irrumpe una generación de la que cabe esperar mayor tolerancia y capacidad de diálogo a pesar de los gestos que en el justicialismo le atribuyen al ultrakirchnerismo.

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