DOW AGROSCIENCES DIO A CONOCER SUS ESTRATEGIAS PARA LA INVESTIGACION

Semillas, en lo alto del conocimiento

Mike Chambers indica una caja de plástico de la que se extraen unas gafas de protección; luego abre un armario metálico, se calza un delantal blanco y pide que los visitantes lo imiten antes de iniciar el recorrido.
La rutina se repite cotidianamente. “Es para resguardar a las plantas, porque podemos contaminarlas”, advierte antes de guiar al grupo hacia los laboratorios de biotecnología e invernáculos en el complejo central de Dow AgroSciences, en Indianápolis.
Por motivos de secreto industrial, está vedada la toma de imágenes en el interior de los laboratorios.
En su sede de Indianápolis, la compañía lleva adelante desde marzo de 2010 un plan de expansión en la plataforma de semillas por 340 millones de dólares.
El complejo consta de cuatro edificios principales, donde se hacen investigaciones y la desregulación de eventos, junto con las oficinas centrales y de desarrollo de personal, y se están incorporando 16 mil metros cuadrados en invernáculos para los minuciosos trabajos con las plantas.
“Tomamos la decisión en 2008 en medio de una crisis global y desde entonces, sólo en Indiana, hicimos ampliaciones por 30 mil metros cuadrados. Hoy tenemos aquí 1.700 puestos y más de mil científicos trabajando en el límite del conocimiento”, relata el español Antonio Galíndez, CEO mundial de Dow AgroSciences.

Cuestión de tiempo

En las plataformas tecnológicas se trata de acelerar procesos que llevan años y unos 250 millones de dólares por cada nueva molécula de un agroquímico o un evento (trait), que incorpora un rasgo a una semilla, ya se trate de resistencias a insectos o a herbicidas.
Una patente por la exclusividad y la propiedad intelectual de uno de estos productos biotecnológicos que permiten, por ejemplo, neutralizar una plaga clave tiene una vigencia de 20 años en los Estados Unidos. Pero la mitad de ese tiempo es absorbido en la etapa previa al lanzamiento comercial, en el proceso de investigación y desarrollo.
Los cultivos en los que Dow ha puesto el foco son maíz, soja, algodón, canola (colza), girasol y trigo.
En la recorrida se pueden ver por afuera distintos tipos de invernaderos muy automatizados que recrean diferentes ambientes y tipos de suelos. Los campos están referidos a eventos biotecnológicos por cultivos y para el desarrollo de herbicidas, insecticidas, fungicidas y nuevas formulaciones.
En el área de fungicidas, se emplean plantas de uva y arroz a las que se les introducen los patógenos y se las mantiene en cámaras de crecimiento.
Para abastecer a los simuladores de suelo, se incorporó una planta computarizada que puede llenar hasta 100 mil macetitas por día, donde luego se harán los cultivos.
“Es la industria más regulada en el mundo, tanto en fitosanitarios como en biotecnología. Para ubicar en los mercados productos con etiquetas globales y mantener los registros activos es necesario abastecer con toneladas de información a los organismos regulatorios desde nuestro Departamento de Asuntos Públicos”, explica Chambers.

Ciencia e industria

Fuera de Indianápolis, en West Lafayette, los laboratorios para biotecnología de semillas se extienden como una mancha de aceite. Rodrigo Sarría es el encargado de guiar al interior de los que Dow construyó en el entorno del parque de investigación de la Universidad de Purdue.
Allí se hacen análisis y también se incorporan los eventos ya desregulados a las semillas para uso comercial.
“Estamos en la época pico de trabajo”, advierte Sandra Toledo, coordinadora del laboratorio de eventos, que se encarga de analizar calidades de semillas en germoplasma, vigor, pureza física y genética, y si responden a los “traits” incorporados.
Si hay un reclamo desde la red de distribuidores, se compara con la muestra madre inventariada en la base de datos del semillero.
Entre el instrumental con que cuenta la plataforma, se ha incorporado un laboratorio de ADN; se automatizaron procesos (algunos equipos están robotizados), y hay mayor capacidad en cámaras de frío y calor.
Con estos ingredientes, detrás de las semillas hay una estructura industrial: se necesitan inversiones, infraestructura, recursos humanos y científicos.
En la fase de multiplicación, las variedades se obtienen en campos de productores, respetándose los aislamientos definidos por los organismos oficiales. Y además se acuerda con otros semilleros un “aislamiento cronológico”, por fechas de siembra, para evitar cruces en la polinización.
Estrategia diversificada
“La mayor demanda de alimentos en el mundo no se va a satisfacer con un solo tipo de estrategia. Dow se ha vuelto muy agresivo en el área de biotecnología, pero será necesario afinar la puntería en varios frentes, incluida la protección de cultivos”, sostiene Sarría.
Los líderes de la compañía remarcan este punto. “No podemos bajarnos de la carrera; China tiene hoy más gente que Estados Unidos dedicada a investigaciones en biotecnología y están llevando profesionales de Dow, Monsanto o Syngenta”, menciona el argentino Rolando Meninato, hoy vicepresidente global de semillas y biotecnología de Dow.
Y el mejicano Fernando Segovia le pone cifras a la tendencia: en una década, el mercado de semillas con biotecnologías pasó de 2.195 a 15.685 millones de dólares. Con el salto de los precios agrícolas, es el segmento que crece a mayor velocidad, hasta superar el 20 por ciento anual.
En su portafolio, Dow ya mostró sus maíces con eventos múltiples y perfila el próximo lanzamiento de su tecnología Enlist, que combina nuevos herbicidas y semillas. 

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